(XXXIII) DIARIO DE UN LINFOMA (Desde la azotea: un agradecimiento, otra boda y muchos amigos).
28 de junio de 2022.
El 17 de mayo publiqué mi primer escrito de este diario, el que se titulaba: “No hacía falta un linfoma, pero…” Desde entonces, 41 días después, ya llevo ¡33 entregas!, contando con la de hoy. Esta mañana quiero empezar haciendo una pequeña recapitulación, porque esta nueva actividad, generalmente matutina, que ha sustituido, en parte, a mi trabajo en el instituto, me está reportando una satisfacción imprevista. Lo más importante es lo que supone de evasión para la que podría ser mi atribulada mente. En lugar de emplear esas horas en lamentar mi situación como enfermo de cáncer, las uso en plasmar mi poca o mucha creatividad, componiendo frases que puedan reflejar mis vivencias o sentimientos. Esto, ya de por sí, me gusta y me distrae. Toda mi vida he escrito pero, en los últimos años, han sido, sobre todo, mensajes efímeros que se han perdido en el espacio cibernético.
En mi trabajo como docente de la F.P. a Distancia, al que he dedicado los últimos 14 años, he redactado muchos mensajes para mis alumnos, la mayoría de ellos colgados en los foros privados de los cursos de una plataforma que, a final de curso, se cerraba, comprimía y se guardaba en las entrañas de los ordenadores de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, durmiendo para siempre en recovecos digitales de los que nadie los volverá a despertar. He tenido años mejores que otros, pero la verdad es que en los buenos, compartí con mis estudiantes muchos mensajes cargados de buen humor, algún ingenio y mucha positividad. Algunos me lo agradecían en un exhaustivo cuestionario de valoración que realizan a final de curso y resaltaban lo que les habían ayudado este tipo de consignas. En las tareas que les encargo, por ejemplo, imitando al famoso dúo Gomaespuma, un par de humoristas con más de 30 años de experiencia en radio, bautizo con nombres ridículos a las empresas sobre las que trabajan y a los responsables de las mismas. Una empresa de moda se llamaba “Antes muerta que sencilla”, la directora era Asunción Moño Trabado, Rita Sandalia Gastada o Alba Torrente Seco.
Muchas veces, en esta enseñanza tan impersonal, en la que el alumno trabaja solo delante de una pantalla y no comparte aula presencial con sus compañeros, el desánimo cunde rápidamente y se manifestaba en los foros con mensajes que apuntaban al abandono. En esos casos, yo intentaba transmitir cercanía y motivación y, como siempre, buen humor. He recibido algunos mensajes preciosos de mis alumnos agradeciendo mi desempeño, decían, por ejemplo, que trabajar en tareas que les llevaban bastantes horas y redactar escritos con esos nombres tan absurdos, les sacaba una sonrisa que les hacía más llevadera la labor, o que imaginarse en una compañía de danza montando una presentación en el Royal Albert Hall de Londres para los embajadores de varios países les resultaba más atractivo que otra en un ambiente más rutinario. Todos esos escritos y mensajes privados, como decía aquel replicante en la película Blade Runner, “se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia”. Ahora, por el contrario, este blog me permitirá conservar mis reflexiones más prolongadamente.
Pero, con diferencia, lo que más me está enriqueciendo de esta imprevista afición, son los numerosos mensajes con una frase que me espolea: sigue escribiendo. Una amiga con Parkinson me dijo que estaba durmiendo mejor desde que leía mi diario, otra, con depresión desde hace 30 años, que la animaba y se sentía comprendida cuando abordé su enfermedad, otra amiga muy especial, desde China, me enviaba ayer un audio en el que decía que, después de tanto tiempo aislada y sin ver a su familia y a amigos como Rubi y yo, leer mi diario le hacía sentirnos más cerca y también me agradecía la sinceridad al hablar de los problemas mentales, porque le reconfortaba que se hicieran visibles. Otros lectores me han dicho que observar cómo afronto una enfermedad tan seria con esperanza y buen ánimo les ayuda a relativizar otros problemas menores a los que ellos tienen que hacer frente. Me he llevado la sorpresa de que amigos con los que no mantenía una especial relación, me han abierto sus corazones a confidencias que no esperaba recibir de ellos. Uno me reconocía que el que yo desnudara mis sentimientos con tanta transparencia lo motivaba a hacer lo propio conmigo y me hizo partícipe de alguna de sus intimidades para escuchar mi opinión. Así podría seguir con bastantes comunicaciones de similares características. ¡Madre mía! Pensar que puedo estar ayudando anímicamente a tantas personas me pone las pilas en carga máxima. Gracias a todos los que me habéis transmitido palabras tan edificantes.
Mi querida Ángela, mi amiga de China, me recordó uno de esos episodios de tu vida que se quedaron empotrados en un rincón de tu memoria del que, si alguien no los extrae, se quedan acumulando polvo para quizás no volverlos a recordar. Me dijo que mi blog guardaba un paralelismo con el discurso de bodas que les dí cuando contrajo matrimonio con Isaac, allá por mediados de los años 90. Esta es una preciosa historia que ella y su marido me van a permitir que cuente. Isaac es el hijo de mi amigo de toda la vida, Diego. Este último, aunque tiene 20 años más que yo, siempre ha sido mi más íntimo compañero de confidencias, viajes e innumerables horas de trabajo, alegrías y penas. Su familia ha sido la segunda mía desde hace casi 40 años. Isaac y Ángela forman una pareja especial que merecerían muchos posts dedicados a ellos; por qué han acabado viviendo donde lo hacen, cómo lo han logrado y con qué propósito, es algo que me gustaría explicar, pero no debo. Sí voy a contar cómo se conocieron y de qué forma he intervenido con cierto protagonismo en sus vidas.
Isaac es bastante más joven que yo y lo conozco desde que nació. Cuando terminó en el instituto de Ubrique su bachillerato, se fue a Linares (Jaén) a estudiar Ingeniería Informática. Debió ser a mediados de los 90. En aquellos entonces yo empezaba a usar Internet y manteníamos charlas a través de un programa en modo terminal, que se llamaba mIRC. A mí me fascinaba poder hablar con personas de todo el mundo, aunque fuera solo por escrito, pero en tiempo real. Descubrí grupos de mIRC de Canadá, EEUU y otros países. Siempre me han gustado los idiomas, especialmente el inglés, y ahí podía practicarlos. En uno de esos grupos conocí a Ángela, que me dijo que vivía en Úbeda y, claro, le hablé de Isaac, que estudiaba en Linares. Al final se conocieron en persona, y lo que yo no podía imaginar es que acabarían enamorándose y casándose.
Si mi boda fue un tanto descafeinada y especial, veréis que la de ellos no anduvo lejos. Isaac y yo siempre hemos mantenido el contacto a lo largo de los años. Aunque desde mediados de los 90 vivimos en lugares muy alejados, nunca hemos dejado de hablarnos, incluso estuvimos trabajando juntos en un negocio inmobiliario a mediados de la primera década de este siglo. Tanto él como Ángela son muy especiales para mí, entre otras cosas, porque me dejaron formar parte destacada del comienzo de su vida como pareja. A él le gusta dejar ciertas cosas para los últimos momentos, aunque lleva una vida organizada y con un rumbo fijo, pero digamos que ciertas actividades como los viajes, las visitas y… las bodas, en ocasiones, las dejan, digamos, con la agenda abierta. Yo trabajaba en Calañas (Huelva) y ellos en Úbeda. Ya me habían dicho que habían decidido casarse pero que no querían hacer una boda sofisticada, de hecho, solo iban a ir al ayuntamiento a firmar los papeles y se acabó. Nada de banquete, nada de discurso de bodas en el salón del Reino, ni ninguna otra parafernalia. Si mi boda fue sosa, digamos que la suya pretendía ser, por llamarla de alguna manera, burocrática. Un martes estaba dando clase y me llaman de la conserjería: tenía una llamada de Isaac.
- Manolo, ¿qué tal? Oye, ya sabes que me caso el sábado. ¿Tú estarías dispuesto a hacerme el discurso de bodas?
- Isaac, estamos a martes, tengo trabajo hasta el viernes, mujer y dos niñas. ¿Cómo se te ocurre llamarme 4 días antes, chiquillo?
Bueno, ¿quién le iba a decir que no a uno de mis mejores amigos? Claro, nuestros discursos de bodas no son echar a freír un huevo. Duran una media hora e intentamos que sean lo mejor elaborados posible. Solo tenía 3 tardes y no completas, porque teníamos que hacer un viaje de casi 5 horas el viernes. Pues nada, a contrarreloj, me preparé el discurso de bodas y tiramos para Jaén. La boda en el ayuntamiento se convirtió en un puro trámite legal, e Isaac y Ángela, querían que consistiera básicamente en firmar los documentos preceptivos y adiós muy buenas. Pero la concejala de turno, como es habitual, se preparó unas palabras, y cuando terminó se llevó un pequeño chasco, igual que los que estábamos presentes. Todavía me río acordándome de la cara de la pobre concejala. Cuando le dijo a él: puedes besar a la novia, Isaac se quedó impertérrito mirando al frente. No me preguntéis por qué lo hizo, porque esa reacción no me la llegó a explicar ni él. Se hizo un incómodo silencio durante algunos segundos, hasta que lo rompimos algunos con nuestros aplausos. La pobre política diría para sí: yo no he visto cosa igual, si el día de la boda no quiere besar a la novia, ¿qué les espera a estos dos? Bueno, se equivocó, más de 20 años después forman una preciosa pareja que se llevan extraordinariamente.
Ángela me recordaba ayer que mi discurso de bodas siguió el hilo de una ilustración que utilicé durante la media hora de la disertación. Comparé aquel día con el comienzo de la escritura de un libro que tendría muchos capítulos, de algunos de los cuales hablé y otros los tendrían que redactar ellos con su vivencia compartida. Me decía que era algo parecido a lo que está ocurriendo con este blog. Yo no me acordaba de ese símil que empleé y su audio ayer desempolvó ese bonito recuerdo.
Se me alarga el post, pero tengo que contaros 3 detalles más de la jornada de ayer que no quiero dejar en el tintero. Uno es que el domingo por la noche me apareció en la aplicación del móvil para reservar citas con médicos de Asisa, un hueco para mi hematólogo Jesús ayer lunes a las 17:15. No, no me llegó a contestar a mi email pidiéndole explicaciones sobre por qué no me administraba el Filgrastin para subirme las defensas. En mi post “Piensa bien aunque te equivoques”, os ponía en varios supuestos y uno de ellos es que le hubiera sentado mal que cuestionara su decisión, por aquello de que los médicos saben más que el paciente y algunos se ofenden. Pues bien, acudí a la cita y estaba superofendido, me trató muy fríamente y lo primero que me preguntó es que qué hacía allí siendo un inmunodeprimido, que tendría que mirar más por mi salud y, además, no debería hacerle perder el tiempo con una consulta innecesaria ya que su tiempo es oro.
Que no, hombre, que no, que estoy bromeando. Que eso de “piensa mal y acertarás” se lo dejo a otros. Yo he estado toda la semana pensando bien de él y confiando en que tenía buenas razones para su decisión. Jesús estuvo encantador, me recibió con palabras de ánimo y, como siempre, me extendió su mano que estreché con gusto (Ana, tranquila, a continuación un buen chinguetazo de gel hidroalcohólico). Sin ningún tipo de reparo me explicó por qué no ve oportuno volverme a inyectar el factor estimulador de colonias para subir los niveles de mi sistema inmunológico. Me dijo que no quiere gastar todas las balas en mi tratamiento al principio, que quiere ver cómo reacciona mi cuerpo, a esta segunda sesión de quimio, sin estímulos farmacológicos, y que si el próximo martes, vuelvo a sufrir neutropenia (déficit de neutrófilos) entonces se plantearía programar, antes de las sesiones, una ayuda a través del Filgrastin. También me tranquilizó diciéndome que suspender una o dos sesiones de quimio no es alarmante, que su efecto es acumulativo y no pasa nada.
Jesús se ve tan buena gente que, cuando le pregunté por el próximo PET-TAC para saber cómo va la extensión de mis ganglios afectados por la enfermedad, casi se disculpa por coger vacaciones en agosto. Me dijo que después de 4 sesiones igual me lo mandaba y, claro, eso será en ese mes. El pobre me dijo: “Tengo que tomar unos días de descanso, si no, esto no hay quien lo aguante, pero no se preocupe que yo lo dejo todo programado. Aunque esté de vacaciones en agosto, vendré por el hospital los días 1 y 8. Cuando no estaré disponible será entre el 16 y 31 porque me voy a Perú”. En resumen, sigo confiando en él, que es el profesional y, por lo que observo hasta ahora, una excelente persona. Lástima que, como he anticipado una semana la cita prevista, no he podido llevarle los quesos Payoyo, pero tranquilos, por supuesto que se los llevaré en la próxima ocasión.
Ayer también mis compañeros del Gallinero se juntaron en un restaurante llamado El Laurel para un almuerzo de despedida de curso. Me hubiera gustado asistir, los muy cochinos me pusieron los dientes largos con unas fotos que subieron al grupo de Whatsapp. Que no, de envidia nada, superfeliz de que siga habiendo tan buen rollo entre nosotros y me alegré mucho de que disfrutaran de ese rato juntos. Me enviaron esta foto dedicada y, sintiéndolo por los demás departamentos del instituto, si alguno de sus miembros me lee, tengo que destacar que los del mío son los más guapos del centro.
Y ya acabo, con mi amiga Montse, la psicóloga. Este viernes 1 de julio, a las 19:30, en el espacio ECCO de Cádiz, presenta su nuevo libro “Desde la azotea”. Está inspirado en las “trectulias” que hacía durante algunos años en Cádiz de forma totalmente gratuita. Yo asistí creo que a 3 de ellas. Se trataba de charlas que ofrecía sobre distintos aspectos de la psicología abordados desde la Terapia Racional Cognitiva Conductual. Permitía preguntas de los asistentes y resultaban muy instructivas. Los que viváis cerquita, os animo a asistir. Yo, desgraciadamente, estaré en mi “nadir”, así es como se llama el momento más bajo del sistema inmunológico después de la sesión de quimio, y no me atrevo a exponerme en un espacio con bastantes personas.
Feliz día a todos. Nos siguen respetando las temperaturas y acabamos junio con espléndidos días. Disfrutadlos.