¿Cómo se dice zasca en griego?
10 de septiembre de 2025.
La última jornada de mi viaje terminó en Atenas. Aunque este periplo por algunas islas griegas y Turquía ha incluido distintas facetas de lo que supone un viaje: deleite culinario, espectáculos, baños de sol y de agua, entre otros, el tercero de mis escritos al respecto acaba también enfocándose en seguir los pasos de Pablo, esta vez en la capital griega.
La ciudad hoy día solo conserva cierto encanto, a mi modo de ver, alrededor de la Acrópolis; conforme te alejas de su parte más antigua te adentras en calles más bien sucias, fachadas un tanto abandonadas y una inmensa urbe de varios millones de habitantes con un tráfico algo caótico, una población tan variopinta como en la mayoría de las ciudades europeas y un calor asfixiante cuando se superan con creces los 30 grados acompañados del porcentaje de humedad de una ciudad costera.
Ahora bien, el enclave en el que se instalaron sus primeros habitantes es espectacular. Un puerto cercano bien protegido, el Pireo, una zona habitable llana en una latitud de clima suave y esa pequeña meseta maravillosa que se levanta para que desde su cima puedas divisar kilómetros a la redonda y protegida naturalmente contra los ataques enemigos, todo ello hace de este un punto estratégico en el que floreció la civilización durante siglos.
Vista de la Acrópolis desde abajo, donde comenzaba el camino de subida.
Una guía uruguaya, Romina, pero afincada en la ciudad desde hace muchos años, hablaba en primera persona al referirse a los griegos. Nos hizo una ruta de 3 horas por la parte antigua, deteniéndose casi tanto en los vocablos griegos que hoy forman parte de nuestro idioma, como en los pocos monumentos que se conservan en pie. Mi pobre arsenal de griego se nutrió de algunos términos más gracias a su inestimable ayuda: parakaló (por favor), kalimera (buenos días), kalispera (buenas tardes) y otros. Empecé a usarlos para resultar más amable a esos griegos que te hablan siempre en inglés en cualquier comercio, pero que reciben pocas respuestas en su idioma.
Resultó frustrante que la descripción del tour que nos hizo Romina hablara de un paseo por la Acrópolis cuando en realidad no la pisamos. Para acceder a ella había que comprar la entrada de 30 euros y subir hasta el altiplano en el que se encuentran los Propíleos, el Partenón y el Erecteión. Lógicamente no podíamos irnos de la ciudad sin verla, así que no tuvimos más remedio que comprar la entrada para ¡las 2 de la tarde! Resalto la hora porque tuvimos que pararnos varias veces durante la subida y cobijarnos del sol en las pocas sombras que ofrece el camino para no morir de insolación.
Mereció la pena el esfuerzo. En la subida ya empiezas a ver las reminiscencias de su esplendoroso pasado, te encuentras un teatro griego, luego otro romano. Este último se conserva tan bien que lo estaban preparando para un concierto.
Teatro romano.
Según tratas de alcanzar los 156 m de altitud puedes ir imaginando que probablemente tu pie habrá coincidido con alguna de las pisadas que dejó Pablo hace casi 2000 años. También puedes intentar hacerte una idea de lo que suponía para aquel humilde cristiano acceder a aquel sitio de culto y gobierno con una reputación filosófica y política de siglos, el destino al que los romanos enviaban a muchos de sus hijos de familias prósperas a aprender desde matemáticas a física, la sede de las enseñanzas de Aristóteles, Sócrates o Platón entre otros.
Conforme vas haciendo cumbre te encuentras ese pórtico grandioso de columnas de unos 13 metros de alto, los Propíleos. Al cruzarlas, Mar intentó rodear una de ellas con sus manos, para que le hiciera una foto y se percibieran sus dimensiones, pero sin tocarlas, ya que los carteles lo prohibían, aun así una de las celosas vigilantes le gritó malhumorada y con voz fuerte: “Don’t touch, don’t touch” (no las toques, no las toques). Yo también dije alzando la mía: “She is not touching, she is not touching”. Cuando por fin se percató de que no estaba poniendo sus manos sobre la piedra nos permitió echar la foto.
Pasando los Propíleos.
Don’t touch!
Pasando los Propíleos ya te encuentras de bruces el Partenón, el templo de la diosa de la ciudad y a la que debe su nombre, Atenea. A pesar de que incendios, terremotos, explosiones y la rapiña de los ladrones de tesoros lo han dejado sin gran parte de su grandeza original, esas inmensas columnas con parte de sus frisos y cornisas, sus casi 70 metros de largo y 31 de ancho merece verlo in situ. Como pasaría con otras de las maravillas de la antigüedad, el impacto que pretendían causar en la humilde gente que los veía se conseguía a todas luces. Es hoy, acostumbrados a ver puentes y edificios muy altos, y todavía asombra pensar en la ingeniería y destreza que hay detrás de semejantes construcciones con los útiles y conocimientos que se manejaban en aquel entonces.
En esa amplia llanura merece la pena detenerse también en la vista circular que se obtiene de toda la ciudad y su puerto. El calor, a pesar de que no existe un solo árbol en aquel sitio, se disipaba un tanto con la brisa continua que recibe por su altitud. Sentarse allí y reflexionar en lo que aquel sitio ha supuesto en la historia de la humanidad, como referente inequívoco de lo que hoy es la cultura de occidente, eriza el vello de tan solo pensarlo.
El Erecteion.
Bajando de vuelta por el mismo camino, me desvié unos pocos cientos de metros, con la ayuda del Google Maps para llegar hasta la pequeña colina del Areópago, lugar donde se reunía un cuerpo de jueces y gobernantes de prestigio que hacía cumplir las leyes en Atenas. En aquel lugar Pablo pronunció un memorable discurso que se encuentra en Hechos de Apóstoles, capítulo 17. Una copia en griego antiguo de ese pasaje se encuentra esculpido en aquel lugar y del cual dejo una foto.
Discurso de Pablo en el Areópago.
No se sabe con certeza si sus oyentes fueron los miembros del propio consejo, pero el relato sí menciona que filósofos epicúreos y estoicos lo llevaron hasta allí para escuchar sus extrañas ideas. Pablo se había indignado profundamente con la idolatría imperante en la ciudad. Hay que recordar que los dioses griegos y romanos, además, eran pintados en la mitología con características bastante contrarias a los valores cristianos, algunos eran asesinos de sus propios hijos, incestuosos y sádicos. En un principio lo llamaron charlatán, pero estaban dispuestos a escucharlo, ya que el pasatiempo preferido de los atenienses era contar o escuchar cosas nuevas.
Pablo magistralmente controló su indignación y comenzó alabando a los atenienses por su devoción más marcada que otros pueblos por los dioses, pero con sutileza y astucia utilizó un altar dedicado “A un Dios Desconocido” para explicarles que iba a hablarles de Él. Lo que dijo a continuación podría sonarles atrevido y hasta ofensivo, porque les dijo que este Dios era el que creó los cielos, la tierra y los seres humanos, lo cual dejaba en segundo plano a toda su pléyade de dioses, pero además, a pocos metros del imponente templo de Atenea, el Partenón, se atrevió a decir que este no vivía en templos hechos por hombres ni pide que le sirvan manos humanas, incluso añadió: “no debemos pensar que el Ser Divino sea semejante al oro, la plata o la piedra, semejante a algo tallado que resulta del arte y la imaginación de los seres humanos”. Esto hoy día se llamaría un zasca de dimensiones estratosféricas, pero su osadía la templó con un llamamiento al arrepentimiento y a dejar atrás lo que él llamó “esos tiempos de ignorancia”.
¿Cuál fue el resultado de aquel discurso? Diverso, algunos se burlaron de él por hablar de una resurreción de los muertos, pero otros le dijeron que estaban dispuestos a volverlo a escuchar en otro momento, algunos más se unieron a él y se hicieron creyentes, como Dionisio, uno de los jueces del tribunal del Areópago.
Como ya dije en otro post, quedé todavía más impresionado con la valentía de aquel hombre que no tenía reparos en exponer su fe cristiana en escenarios, cuanto menos, hostiles, jugándose la vida cuando los violentos querían acabar a golpes al agotarse sus ideas, como le acababa de pasar en Tesalónica,
Teníamos que volver al apartamento para que mi amigo Theodoros nos recogiera en su taxi hasta el aeropuerto de Atenas. Tardamos mucho en llegar, por el colapsado tráfico de la ciudad, y eso que mi amigo me dijo que había tomado el camino más corto, confesándome que con la mayoría de los turistas hacía un recorrido un poco más largo por la costa obteniendo algunos euros más por el trayecto.
Los viajes, acompañados de un poco de historia siempre enriquecen, ya lo hace el simple hecho de contrastar culturas y formas de vida, pero cuando haces incursiones en el pasado para entender, en parte, lo que somos en la actualidad, la marca que dejan es mucho más profunda y las piezas del puzzle que se precisan para ver con mayor claridad los que somos van encajando poco a poco para comprendernos algo mejor.
2 comentarios en «¿Cómo se dice zasca en griego?»
¡Qué maravilla de historia! Me encanta cómo describes cada detalle, desde la subida a la Acrópolis hasta la valentía de Pablo en el Areópago. Las anécdotas sobre el sol y las vigilantes dan vida al texto. Impresionante y muy bien contado.
Muchas gracias. No sé cómo tengo configurado este WordPress que no me llegaban vuestros comentarios y no he podido responderlos hasta hoy que los he descubierto. Gracias de verdad.
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