(XXIII) DIARIO DE UN LINFOMA (Sí, a Johnny Depp también le pasa lo mismo).

(XXIII) DIARIO DE UN LINFOMA (Sí, a Johnny Depp también le pasa lo mismo).

17 de junio de 2002.

Autor foto: Jorge Barrios Riquelme. Creative Commons. Attribution-Share Alike 3.0 Unported 

Acabo de venir de mi pequeño huerto. He cortado las ramitas bajas de mis tomateras y arrancado alguna mala hierba. ¡Cómo crecen mis plantas! He estado 4 días en Jerez y se les nota tremendamente el cambio. Ya las tomateras de mata baja tienen sus primeros frutos y, por lo tanto, en 2 o 3 semanas creo que comeré mis primeros tomates de verano.

Esta noche no he dormido como me hubiera gustado, pero no por nada en especial, me encuentro bien, sin fiebre ni dolores. Parece que me ha vuelto un poco esa tos tonta que me acompañó durante algunas semanas y siento en mi pubis esa ligera molestia que yo atribuía a una pequeña lesión en los aductores, pero que tiene su origen en la afectación de los ganglios de esa zona. Son pequeños signos que me recuerdan que la enfermedad sigue ahí, esperando a recibir la siguiente dosis del veneno que la mata. Mi positividad sigue alta y aumenta cuando me siento físicamente fuerte, como ahora. Espero que mis neutrófilos se estén comportando y reproduciendo como deseo, yo les estoy mandando todos los ánimos posibles para que lo hagan, pero hasta el martes no saldremos de dudas.

María del Mar leyó ayer mi diario y me dijo dos cosas: la primera que se sentía rara escuchando su nombre escrito así, viniendo de mí; dice que le suena extraño porque yo siempre la he llamado Rubia, Rubita o, más asiduamente, Rubi. Le dije que no escribo para ella, sino para mí y para que los que me lean la identifiquen cuando la mencione. De todos modos, a partir de ahora, cuando me refiera a ella, será la Rubi, que es como la llamo en la intimidad. Por favor, permitidme alguna cursilería, peores diminutivos he escuchado en otras parejas: bizcochito, bomboncito y otros que no me atrevo a reproducir, me vayan a leer los implicados y me asalten indignados a mi whatsapp. Su segunda observación fue que tuviera cuidado con idealizarla de cara a los demás, que ella, como todo el mundo tenía muchos defectos y, en los últimos años, por ejemplo, me había hecho sufrir mucho. Como ella me ha dado permiso para desvelar una parte del origen de ese sufrimiento, en futuras entradas de mi blog explicaré de qué se trata. Creo que abordar ese tema puede ayudar a muchas personas que padecen enfermedades mentales. Mi respuesta a su objeción fue decirle que no había sido ella la que me había hecho sufrir, sino Lola. En ese escrito que redacte explicaré a lo que me refiero, pero lo dejaremos para más adelante.

Hoy me quiero detener precisamente en la idealización que podemos hacer de las personas, porque el ser humano es muy dado a la idolatría. Es increíble con la facilidad que subimos a pedestales a individuos que no se lo merecen, de hecho, soy de la opinión de que por debajo del cielo, nadie debe ser elevado a esos “altares”. Nunca he sido un mitómano, y mira que he admirado a cantantes, actores, deportistas, escritores y otros personajes destacados, pero siempre desde una óptica muy terrenal. Recuerdo que a mis hijas, más de una vez, cuando veía que empezaban sentir, a mi juicio, demasiada fascinación por un actor o cantante, como creo recordar que le ocurrió a una de ellas con Johnny Depp, a raíz de sus películas de “Piratas del Caribe”, les decía una frase muy burda y escatológica: “Pues no veas como apesta ese cuando va al wáter”. Sí, ya sé que carece de toda finura y delicadeza, pero pretendía derrumbar de un plumazo la idea de que el famoso de turno era algo más que un ser humano que tiene las mismas necesidades fisiológicas que todos. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a escuchar en las noticias, a causa del reciente juicio que ha tenido contra su exmujer, que vivieron episodios lamentables de uso de drogas, alcohol, abusos físicos y hasta algo todavía más asqueroso que lo que yo le recordaba a mis hijas, como que llegó a encontrarse encima de su cama un regalito fecal que le había dejado su ex? Conclusión: el héroe corsario está del coco bastante peor que yo. Pero es que no es una excepción, porque ahora parece que se ha puesto de moda entre los actores de Hollywood contar sus problemas mentales y sus adicciones patológicas. Anteayer mismo lo hacía en un programa de entrevistas Bradley Cooper, pero ya lo relataron antes Brad Pitt, Ben Affleck, Daniel Radcliffe y muchos más. No hablemos de los grandes ídolos de masas de los 80, en mi juventud, como Michael Jackson, Prince o Whitney Houston, los 3 están criando malvas por culpa de abusos de drogas, algunas más legales que otras, pero abusos a fin de cuentas. Pues bien, todos ellos provocaron en millones de personas esa histeria enfermiza que mostraban en sus rostros cuando los esperaban en los aeropuertos, en sus conciertos, en las presentaciones de sus películas y en tantas otras ocasiones en las que parecía que recibían una visita divina, en lugar de la de otro simple ser humano, que escondía en su equipaje miserias inconfesables, mucho peores que las de sus admiradores.

Nunca me he hecho un selfie, ni he pedido un autógrafo a un famoso. Ojo, no estoy aquí condenando al que lo haga, faltaría más. En mi caso no lo hago porque no me produce especial ilusión tener una gorra garabateada por, por ejemplo, Rafa Nadal, por el que siento tanta admiración. Tuve la oportunidad de hacerlo hace 3 años cuando visité su academia de tenis en Manacor. Aquel día estaba por allí y en el bar restaurante se hizo bastantes fotos con los visitantes. Yo solo me hice una en la que se le veía al fondo.

Ciertamente es un personaje que despierta mi respeto tanto desde el punto de vista tenístico como humano. Lo sigo desde que tenía unos 15 años y he visto muchísimos partidos suyos. Sin duda, para mí, es el deportista con más pundonor que he conocido, no solo en el ámbito de la raqueta, sino de todos los deportes. El penúltimo ejemplo que dio en el Open de Australia fue mayúsculo, ya que venía de pasar el Covid bastante fastidiado y sin apenas entrenarse, aún así, que llegara a la final, estuviera 2 sets abajo y perdiendo también en el tercero contra un Medvedev pletórico, al que hacerle un punto era más difícil que ver a Irene Montero en los toros, y terminar finalmente ganando su 21º Grand Slam, fue sencillamente increíble. Si a sus gestas deportivas le acompaña una personalidad sencilla y humilde, como me corroboraron los trabajadores de su academia, el chaval prácticamente lo tiene todo para plantarlo en el terreno de la idealización. El trabajador que nos recibió en la zona del museo de la academia tenía una ligera discapacidad psíquica y nos dijo que gracias a Rafa, él, que era de Manacor, estaba allí trabajando y super contento. Eso demuestra su generosidad con su gente. Su apego a su familia y amigos de toda la vida, que se haya buscado una pareja estable entre la gente de su entorno, huyendo de los flashes que supondría acompañarse de super modelos o celebrities, no hacen más que subrayar que cuando hablamos de él, lo hacemos de alguien muy especial en todos los sentidos… pues bien, a pesar de todo, cuando entra al wáter, ya sabéis…

¿Por qué encuentro peligrosa la idealización de simples seres humanos? Pues hay varias razones. Una es que tarde o temprano es muy probable que se derrumbe el mito y eso provoca en los mitómanos que una parte de ellos se hunda también. Jesús dijo que eran felices los que estaban conscientes de su necesidad espiritual. Esas palabras sacan a relucir un hecho del que estoy convencido, el ser humano, aunque no sea consciente, siente un anhelo interior de tipo espiritual que necesita satisfacer. Los que optamos por creer en Dios buscamos cubrir esa necesidad acudiendo a Él, admirándolo, aprendiendo de Él, en definitiva, adorándolo. Pero cuando a Dios se le deja fuera de nuestro ámbito, son muchas las personas que buscan cubrir esa necesidad con sucedáneos, y estos pueden ser tanto políticos, deportistas, actores, cantantes y muchos más. En España tenemos un ejemplo palmario de cuasi devoción religiosa hacia el fútbol. Hay personas para las que su campo santo es el terreno de juego de su equipo y por eso piden en sus últimas voluntades que esparzan sus cenizas sobre él. En Argentina Maradona llegó a ser dios. Las, para mí, bochornosas imágenes de su entierro reflejaron esa irracional devoción que millones de personas sentían hacia él. Hay que recordar que más allá de tener auténtica magia en su pierna izquierda, a diferencia de Nadal, al hombre no había por donde cogerlo. Su historial estaba repleto de abuso de drogas, juergas desenfrenadas, adulterio, violencia de género y era justo lo contrario de lo que yo le enseñaría a un hijo mío como modelo. En definitiva, los dioses encarnados en humanos tarde o temprano nos defraudan. Otro efecto indeseable es que las personas que idealizan, a veces siente frustración por su inferioridad, el efecto espejo produce una baja autoestima, porque uno no es tan guapo como su dios cantante, tan hábil como su ídolo futbolista, ni puede llevar la vida de lujos de la que ellos presumen. Pero ese brillo es más falso que un bitcoin de cobre. 

Para mí existen otros modelos cotidianos en los que mirarme. Uno se llamaba Francisco, que murió hace 2 años y la otra Teresa, que lo hizo en enero de este, y de la que hablaré otro día. Los dos han sido de esos héroes anónimos de los que nadie escribirá nada, bueno, ahora lo estoy haciendo yo, pero no aparecerán en ningún best seller. Francisco fue gran parte de su vida pastor de ovejas y agricultor. En sus últimos años de vida laboral trabajó en una fábrica de piel y con su jubilación volvió a su huerto de Tavizna a cuidar a sus ovejas y podar sus naranjos. Era la persona más apacible que he conocido, hombre de no muchas palabras, pero certeras como una herramienta de precisión. No había sido un padre ni un marido perfecto, tampoco Teresa, pero no hace falta recordarlo, porque a la perfección no llegamos ninguno, absolutamente nadie, ahora bien, eran tantas sus virtudes que la pequeña mancha de la camisa no me va a ensuciar su blanco espléndido. Francisco era de esas personas a las que le encargabas algo y podías tener la absoluta seguridad de que lo haría, era fiel como pocos. No había pisado una escuela y sus dotes académicas eran escasas, no podía pronunciar grandes discursos ni elaborar sofisticadas conversaciones, pero cuando lo escuchaba orar en nuestras reuniones era de los mejores, porque salían de su boca, con una voz tenue y humilde, expresiones honestas que demostraban la sinceridad de lo que decía. Murió de un cáncer de próstata que lo hizo sufrir mucho en los últimos meses de su vida postrado en la cama, pero cuando iba a visitarlo, no encontraba apenas quejas y no ahorraba ninguna sonrisa cuando la conversación la merecía. Era imposible discutir con él, porque cuando no estaba de acuerdo con algo, simplemente te miraba con un amago de sonrisa y te dejaba llevarte el gato al agua, porque huía de los conflictos. Esto no quería decir que cuando estaba convencido de algo se dejara pisotear, que nunca lo hizo, pero siempre sin aspavientos ni malas palabras. Cuando hablabas con él, fuera en el campo o en el pueblo era imposible acelerarse, porque siempre era pausado en todo lo que hacía. Si estabas estresado, podías irte una tarde con él al campo que seguro que volvías como si lo hicieras de una semana en un balneario de aguas termales. Transmitía tranquilidad, paz y calma. En muchos aspectos de la vida, él sí era un modelo a seguir. Y como él, estamos rodeados de muchas personas a las que, sin idealizar, podemos imitar, de cada uno de ellas podemos extraer valiosas cualidades a reproducir. Cada uno de nosotros, tenemos algunas valiosísimas, solo hay que potenciarlas y destacarlas. Muchas veces nos flagelamos con nuestras impericias y defectos, cuando lo que deberíamos hacer es fijarnos más en lo que valemos. No, no necesitamos ídolos de barro en los que mirarnos. Debajo del cielo, todos valemos lo mismo, y, aunque como también dice la Biblia, todos tropezamos muchas veces, cuando nos levantamos y seguimos luchando contra tantas dificultades como encontramos en la vida, ya merecemos nuestra propia admiración.

 

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