(XX) DIARIO DE UN LINFOMA (neutrófilos, ¿ande andarán?).
14 de junio de 2022.
Autor imagen: DaFerRod. Creative Commons.
Pues nada, mis neutrófilos me obligan a escribir de nuevo en mi diario. Esta mañana acudí al hospital de día a las 8:30 para el hemograma urgente. Es la analítica que te hacen para saber si te pueden poner la quimio. Me fui tan feliz con mi hija Keila a desayunar a un bar cercano y nos comimos un buen mollete con jamón y tomate. El bar lo lleva una familia de chinos, actualmente, y la verdad es que la calidad es bastante buena. La camarera no te puede dar mucha conversación porque su español es bastante limitado, pero era amable. Cuando regresé al hospital, me fui rápidamente a mi asiento, el que había pensado usar hoy, junto a la mesa de las enfermeras, para tener con quien conversar, pero Paula, una de ellas, me dijo que no con la cabeza. Me quedé un poco pillado y le dije: “No me digas que no puede ser hoy”. “Pues no, tienes los neutrófilos muy bajitos y Jesús nos ha dicho que hay que dejarlo para la semana que viene” -me respondió. Tenía el papel de mi analítica encima de la mesa y me lo dio. La serie roja está estupenda, con hematíes, hemoglobina y hematocrito en valores normales, pero los neutrófilos están en 0,27 (lo mínimo es 2.00) y su porcentaje en sangre es el 10,2% (el mínimo es 40%). Ahora me he llevado un buen rato buscando información sobre la neutropenia (índice bajo de neutrófilos) y resulta que estos son los principales leucocitos o glóbulos blancos de la sangre, los que más abundan en número y los que acuden a cualquier infección en primer lugar, son, por tanto, importantísimos.
Intento que mis escritos emanen buen rollo y positividad, porque es lo que suele fluir en mi interior, pero ya os dije que intentaría reflejar cómo me siento y que vendrían días malos. Pues ahora mismo estoy un poco chafado, la verdad. No me esperaba que mi primera sesión de quimio me produjera una bajada tan acusada de defensas. Me encontraba tan bien… Ayer por la tarde, a pesar de la calor tan acusada que hacía, fui a probarme jugando al tenis con mi amigo Carlos, de Jerez. Llegué un tanto cansado y fatigoso, pero conforme dábamos pelotazos empecé a sentirme mejor y acabé con mucha energía. Nos tomamos una cervecita sin alcohol en el bar del club y me vine a mi piso de Jerez tan contento. Hoy estaba convencido de que llegaba pletórico a la segunda sesión. Una vez más se cumple ese axioma que me digo tantas veces: no hagas planes, Manolo. La primera en la frente. Ya me había recordado mi amiga Ana, que pasó también por este proceso, que la bajada de defensas no te la sientes en el cuerpo. Cuando es la serie roja la que baja, es más evidente, porque si no tienes suficiente hemoglobina o glóbulos rojos (hematíes) la oxigenación de los tejidos es escasa y te produce cansancio, pero un recuento de neutrófilos bajo solo se manifiesta si adquieres una infección y da la cara con fiebre, dolores o quemazón al orinar, problemas gastrointestinales, etc. En mi caso, afortunadamente, no tengo síntomas preocupantes en este momento.
Ahora toca extremar el cuidado durante la próxima semana. Voy a limitar todavía más el contacto con personas, aumentar la frecuencia en que me lavo las manos, mejorar la higiene dental e incidir en la desinfección de alimentos frescos. Le he escrito a Jesús, mi hematólogo, por si tiene algún consejo que darme o por si ve oportuno prescribirme algún estimulante de la médula con miras a aumentar la producción de defensas. A ver lo que me dice.
Bueno, ya sabía que esto no iba a ser un camino de rosas. Parece mentira que, con lo mal que lo pasé la semana pasada, estuviera deseando que me “envenenaran” otra vez. En realidad, lo suyo es seguir la secuencia de sesiones tal y como están programadas, pero este contratiempo entraba dentro de los planes. Ahora, esta semana será crucial para ver si mi médula altera sus vacaciones y se pone otra vez a producir defensas. Yo le habría permitido alguna semana de descanso en agosto, como todo el mundo, pero no me esperaba que en junio se tirara a la bartola. Igual es una represalia al pinchazo que le pegó Jesús hace 3 semanas.
No sé lo que os produce a vosotros un revés en la vida. A mí me afecta como a todo el mundo. Eso de un jarro de agua fría es una expresión que describe bien lo que sentí cuando Paula me negaba con la cabeza y no, no me sentó nada bien, a pesar del día tan caluroso que se ha levantado. Las malas noticias a todos nos aplastan en un principio, pero, después del impacto inicial, solo te quedan dos alternativas. La primera es la fácil y hasta diría que natural, la que se me vino enseguida a la mente: me voy al piso, me tiro en el sofá y me harto de llorar. Es una reacción primaria de nuestra mente, ya la teníamos de pequeños cuando esperábamos el caramelo y nos lo quitaban de las manos, o cuando nos castigaban sin jugar porque algo habíamos hecho mal y no lo preveíamos. La segunda es una reacción más racional, y por tanto menos automática, exige trabajarnos la mente para actuar de la forma más adecuada y que repercuta en tu bienestar emocional. No digo que no haya que dejarse llevar, en muchas ocasiones, por instintos básicos, que por algo están ahí, de hecho, llorar desatasca los bloqueos emocionales y es una sana expresión de lo que sentimos, nos desahoga y relaja en determinadas situaciones. Sé bien lo que digo porque vivo con una persona de intensos sentimientos, pero que muchas veces es incapaz de manifestarlos de forma natural y eso le provoca en su interior emociones acusadas que no pueden aflorar libremente, aumentando aún más la presión que ejercen. Otras personas, simplemente las han educado para no exteriorizar lo que ocurre por dentro, es el caso de ciertas culturas orientales, pero yo siempre recuerdo a mi modelo, Jesús; son diversos los relatos en las Escrituras donde lo observamos llorando, en ocasiones con amargura, por lo tanto no debe haber nada malo en hacerlo cuando toca. Dicho lo anterior, no, no he llorado… todavía. No sé si luego mi frustración romperá por ahí. Pero, insisto, después de esa reacción inicial, intento que la meditada tome su lugar. Es la que nos va a ofrecer herramientas para seguir trabajando, remando en la dirección correcta.
Uf, el párrafo anterior era muy largo, pero sigo en la misma línea. Después de las lamentaciones, ahora tocan las actuaciones. El estar poniéndolo aquí por escrito me sirve incluso de acicate y de afianzamiento. Cada línea es un clavo que hundo en la tierra para sujetar la estructura de mi plan de trabajo en los próximos días. A falta de que Jesús, mi hematólogo responda a mi correo y me dé algunas claves, yo voy a seguir esforzándome en alimentarme bien. No hay edificio sin ladrillos, no hay células sin nutrientes, así que a darle materiales a mi médula para que produzca neutrófilos. Tengo que evitar angustiarme por esta situación sobrevenida, el estrés envía a nuestro caudal sanguíneo una hormona que tiene mucho valor para responder rápido a amenazas, pero que cuando se mantiene por mucho tiempo en él, destroza el sistema inmunológico, como demuestran numerosas pruebas, se trata del cortisol. Así que como dicen algunos: ante todo, mucha calma. Una tercera pata de mi firme propósito es evitar todo lo que pueda atacar a mis defensas. Mis pobres neutrófilos están tan diezmados, que no están ahora para hacer incursiones entre las filas de los enemigos. Están ahora mismo, como si de una fortaleza se tratara, parapetados en sus torres de vigilancia y rogando que no se acerque ningún adversario. Por lo tanto, mi castillo, mi cuerpo, tiene que mantenerse alejado de fuentes de conflicto. Voy a sentir no poder pisar mi salón de reuniones y abrazar a mis hermanos. Esta semana agradezco que no me hagan visitas en casa, al menos dentro de ella, siempre me queda la sombra de mi almendro. Hasta el gazpacho sin pasteurizar que compro en el Mercadona, lo voy a sustituir por el esterilizado. En definitiva, voy a hacer todo lo que esté en mi mano, y después de eso, como siempre digo, el que está arriba también hará su parte, no me cabe la menor duda.
ACTUALIZACIÓN:
Jesús (el hematólogo, no el de arriba) acaba de responder a mi correo y me ha mandado una inyección de factores estimuladores de colonias (es un producto que consigue aumentar los neutrófilos con más prontitud). Os vais a quedar de piedra con lo que os voy a contar. Como es un medicamento caro, me lo tiene que autorizar mi compañía, pero para agilizar que me lo pusieran antes, me fui a la farmacia del hospital y me dijeron que pagara el vial y que una vez que tuviera la autorización, me devolvían el dinero. La caja del medicamento tiene 5 viales, pero la chica de la farmacia era amabilísima y me dijo que pidiera en caja solo uno y que una vez que viniera la autorización, me daban los otros 4, así no tendría que hacer ahora un desembolso tan grande, que “estaba la cosa mu mala”. ¡Qué gracia tenía! Pues bien, la inyeccioncita me costó 63 euros. Subí de nuevo a la farmacia, en la 3ª planta y la simpática chica me lo dio. Tengo que decir que a las 2 cerraban la dispensación de medicamentos a los pacientes, pero no me puso ninguna pega y eran casi las 2:30. Como soy sumamente curioso y ella tan abierta, le pregunté que si aquella mini inyección valía 63 euros, ¿cuánto costaba la quimioterapia? Agarraos, me dijo que la quimio promedio, el preparado para una sola sesión sale por unos ¡¡¡20.000!!! euros. Me quedé de piedra. Como ella dijo, si no fuera por los seguros, ¿quién podría permitirse eso? Vaya pena da pensar que la mayor parte de la gente vive en sitios donde o tienen un seguro privado muy bueno, o simplemente no pueden permitirse el lujo de tratarse de cáncer. ¡Qué desigualdad! Con razón anhelo un mundo en el que reine la justicia como dice 2 Pedro 3.13.
Vaya, este desahogo preliminar me ha servido para tranquilizarme, así que voy a terminar mis parrafadas de hoy con otro tema y lo voy a abordar con el espíritu un tanto compungido, lo cual no cambia mi opinión al respecto. Se trata del sentido del humor. Lo considero tan importante que hasta hoy, que lo tengo bajo mínimos, voy a terminar hablando sobre él. Igual que el sentido del amor es innato al ser humano y reprimirlo nos hace infelices, el del humor es igual de necesario. Que conste que es una manifestación muy diversa y debemos aceptar esa diversidad. Mª Mar y yo lo tenemos muy distinto. A mí hay cosas con las que me parto de risa que a ella no le hacen la más mínima gracia, es más, es que ni las entiende, no puede, por más que se las explique, encontrarles la razón por las que me hacen reír. Tiene un sentido del humor más acotado. El mío es más universal o genérico, quiero decir que lo mismo me río de una payasada que solo consiste en fingir que alguien se cae de culo, como del que, en un enrevesado juego de palabras, se inventa un chiste sofisticado. También me hacen gracia los cómicos del absurdo, como Faemino y Cansado, que igual se inventan una ascensión al Everest con una Citröen Berlingo, como una visita a la Estación Espacial Internacional, dirigiendo ellos el transbordador y haciendo migas con un astronauta sueco. Lo importante para mí, no es el medio, sino el fin, si te ríes, disfrútalo. Cuando lo hacemos segregamos hormonas que nos hacen sentir bien: las endorfinas, además inhiben el cortisol, del que hablaba antes y liberan dopamina, la hormona del placer.
Pero el humor es una herramienta valiosísima en las relaciones personales de todo tipo. Hay que ver lo serios que nos ponemos en determinadas situaciones. He estado sentado en muchas mesas de trabajo y no sé por qué pero, sobre todo cuando los componentes no se conocen demasiado, los rostros suelen estar tensionados y serios. Rara es la vez que no he introducido en esas ocasiones un comentario chistoso o banal para rebajar la situación. Es verdad que muchas veces lo que se me ocurrió no tuvo la más mínima gracia y solo alguno esbozó una pequeña sonrisa de cortesía. Esto te hace sentir un poco ridículo y pensar: “tierra trágame”, pero acto seguido lo vuelvo a intentar, soy un tozudo en esto, porque creo tanto en el poder de la risa, que no dejo de intentarlo. La última vez que recuerdo estábamos reunidos de urgencia en Sevilla para abordar la problemática del comienzo de curso de la F.P. a Distancia. Más de la mitad del equipo de la Dirección General de F.P. había dejado de trabajar para la directora en verano, incluyendo a la jefa de servicio. En septiembre habían nombrado a una compañera que aterrizaba sin tener ni idea de F.P. a Distancia y la pobre andaba tan perdida, que por el pasillo, cuando íbamos a la reunión me rogaba que me viniera a trabajar a Sevilla, que necesitaban gente que supiera de aquello. Cuando nos sentamos a la mesa con la Directora General, la Jefa de Servicio en funciones, unos cuantos coordinadores y Lourdes, la chica de la que hablo, cuando llegó mi turno le dije: Lourdes, no veo el programa, pero preséntate a Supervivientes, que seguro que ganas, porque si has superado el mes de septiembre en tu puesto con tantos problemas acumulados, aislarte en una isla sin comer bien y apestada de mosquitos es pan comido para ti. Algunos se rieron, por lo que intuí, ya que llevábamos mascarillas, pero creo que no hizo demasiada gracia entre las dos jefas. A mí me da igual, la verdad, porque una chorrada sin maldad, destensa más de lo que imaginamos.
En el ámbito familiar no digamos lo importante que es el humor. Si una pareja deja de reírse junta, malo. Hasta cuando hay enfados, una pizca de humor es capaz de bajar los humos. Yo suelo ser más calmado que Mª del Mar. Ella aguanta de mí carretas y carretones cuando me pongo pesado con mis “sugerencias”. Sí, es un defecto que arrastro, trato de no imponer, pero cuando sugiero, lo hago más veces de las pertinentes. Su familia tiene el apodo “Candela” y en ella se manifiesta porque aunque es la persona más pacífica que conozco, cuando se le acaba la mecha, es más explosiva que yo. Si soy yo el detonante de su enfado, durante un buen rato, no soy capaz de bajarle los humos, pero lo que no suele fallar es el sentido del humor dosificado. En alguna ocasión me tiré al suelo e hice como que le besaba los pies en señal de contrición. En general, me dice que deje de hacer el payaso y la cosa no pasa a mayores.
No me digáis que esto que acabo de hacer durante un buen rato no sirve como terapia. Ya estoy mucho mejor y más animado. Os lo recomiendo, cuando tengáis la oportunidad, poned por escrito vuestros sentimientos, no hace falta hacerlo con una corrección y ortografía impecables, una buena patada al diccionario, de vez en cuando, es muy necesaria. Que sean los expertos los que expliquen por qué funciona, pero plasmar en un papel, real o electrónico, lo que pasa por nuestra mente, canaliza nuestras emociones y, generalmente, desembocan en un mar más calmado. Disfrutad de vuestro día, vosotros que andáis sobraditos de neutrófilos… (sí, lo digo con todo el retintín y hasta arriba de envidia).