(XVIII) DIARIO DE UN LINFOMA (quejas, reclamaciones y sugerencias).

(XVIII) DIARIO DE UN LINFOMA (quejas, reclamaciones y sugerencias).

12 de junio de 2022

Otro día más que no pensaba escribir. Sí, ya sé que diréis: vaya con el pesado este, que escriba o no, pero que no lo diga más. Tenéis toda la razón si lo habéis pensado, pero permitidme que insista, como diría Matías, en que aunque hoy no lo iba a hacer, anoche, al filo de la medianoche me llegó un mensaje que me conmovió, y por eso estoy aquí con estas líneas. Mª Ángeles, la esposa de un conocido mío, Juan, con el que hace bastante tiempo que no hablo, me envió un whatsapp. Yo a ella, la verdad, no la recordaba apenas. Un amigo común, Carlos, le había pasado mi contacto y la dirección de este blog. Me contaba que desde hace un par de semanas sigue mis entradas y las lee sobre las 11 de la noche, hora en que se va a dormir. Me cuenta que sufre una enfermedad degenerativa desde hace 14 años, pero que esta ha ido a más, hasta el punto de que últimamente le estaba impidiendo dormir bien, pero que desde que cada noche lee lo que escribo lo hace muchísimo mejor, que mis palabras le están ayudando a ver su dolencia desde otra óptica. Finaliza diciendo: “Ya estoy pendiente a leer tu diario mañana”. Con esta despedida, ¿cómo no voy a redactar algo hoy? Bueno, Ángeles, me tendrás que perdonar que haga novillos algunos días, porque seguro que no tendré ni mi cuerpo ni mi mente como para escribir en más de una ocasión, pero te prometo, que cada vez que lo haga, me acordaré de ti y de tu difícil enfermedad y, si ese día te ayudo en algo, desde luego no tendré mejor estímulo para seguir contando mis batallitas. También, mi querida hermana Mari (otra de carne y sangre) me dijo anoche que lo mismo se harta de reír con mis escritos como de llorar, pero que no deje de escribir tampoco. Desde luego, no quiero hacer llorar a nadie, es justo lo opuesto de lo que persigo. Tampoco sé si puedo provocar la risa con mis ocurrencias, pero como en toda redacción, lo importante es la lectura entre líneas de lo que se cuenta, y creedme, mi inspiración es hacer sentir bien al que me lea, porque así me encuentro yo. Mi otras dos hermanas biológicas, Virtudes y Tere, también me han animado en el mismo sentido, así que aquí tengo otras 3 fans incondicionales, absolutamente parciales, como no podía ser de otra forma, incitándome a seguir con esta historia.

Ayer volví a ir a mi reunión presencial del sábado. Espero que mis defensas hayan estado a la altura, puesto que no es recomendable para los inmunodeprimidos, como somos los enfermos de cáncer durante la quimioterapia, reunirse con grupos de personas. Bien es verdad que todos estamos con mascarilla, mantenemos la distancia y el local se encuentra muy bien ventilado, así que el riesgo se minimiza. Además, se supone que en la segunda semana de la quimio, mi sistema inmunológico ya se ha repuesto un poco. Tratamos por cierto, en la segunda parte de la reunión, un tema práctico y muy importante en la convivencia, el uso que hacemos de nuestra forma de hablar y el color que toman nuestras conversaciones. Un texto de la Biblia que analizamos fue Santiago 1:26 donde dice que “Si alguien piensa que adora a Dios pero no mantiene bajo control su lengua, está engañando a su propio corazón, y su adoración no sirve de nada”. La contundencia con la que aquí se expresa la Biblia da para mucho pensar. Uno puede darse muchos golpes en el pecho, acudir a los actos religiosos y mostrarse ante otros como un devoto, pero si chismeamos, herimos con nuestras palabras y menospreciamos con sarcasmo a los demás, todo lo anterior no sirve absolutamente para nada. 

La temática de la reunión me hizo pensar en mí. De hecho, creo que siempre que se trata cualquier tema que exija una posible mejora en la forma de actuar, a título personal, debería generar preguntas en primera persona. Qué tendentes somos a pensar en otros cuando tratamos este tipo de asuntos. Si se nos habla de la generosidad, rápidamente pensamos en lo tacaño que es Fulanito, o si se trata de mejorar en algún aspecto de la relación de pareja, es muy frecuente que analicemos qué tal lo está haciendo la nuestra. Pues bien, yo cada vez me esfuerzo más por analizarme a mí. Por ejemplo, ayer pensaba: ¿cómo me calificarían los demás en ese campo tan importante que tiene que ver con la forma en la que hablamos? ¿Alguien diría de mí que soy un chismoso? ¿En general mis palabras animan a los que me escuchan o los desalientan? ¿Me quejo más de la cuenta? Pues mirad, a veces esto también se convierte en un diario de confesiones, y os voy a hacer una. Ayer me dí cuenta de que mi sentido del humor, mi ironía, en alguna ocasión rayó en el sarcasmo y creo que he hecho sentirse mal a alguno que otro con ese exceso. Ya habéis observado en alguno de mis escritos que hasta en situaciones desagradables, me sale un poco de humor negro. Otras circunstancias que despiertan mis, a veces, inoportunas ocurrencias son los enfados ajenos. No me preguntéis por qué, pero cuando veo a alguien muy enfadado y yo no le veo tanto motivo a ese enojo, me entra risa o me sale una frase irónica con idea de desdramatizar, lo que en ocasiones ha hecho que el individuo se enfade aún más. Pues bien, sé que tengo que trabajar en ese campo y estoy decidido a dosificar mi sentido del humor en determinadas situaciones.

En otros aspectos de los que tratamos ayer sobre el uso de nuestra habla, lo que hice fue reafirmarme. No me gusta para nada el prefijo anti, pero sí, debo confesarlo, soy antiquejas. Creo que no sirven absolutamente para nada. Ayer en la reunión dije que en los negocios existe un libro de quejas, reclamaciones y sugerencias, pues bien, creo que me equivoqué, quizás se llamaba así antes, pero actualmente, por lo que he encontrado en Internet, el modelo se llama solo de quejas y reclamaciones, las sugerencias ya no aparecen. Pues bien, en las relaciones personales, precisamente yo eliminaría las dos primeras, de hecho, ambas se pueden convertir en la tercera. Trato de explicarme. ¿No habéis observado que los que se quejan de todo, apenas ofrecen soluciones? Si forman parte de una agrupación que usa un local común, dicen cosas como: “Es que este local necesita más limpieza”, pero nunca los ves coger una escoba. O “Fulanita siempre paga sus cuotas tarde”, pero no toma el teléfono y le pregunta, por ejemplo, si está pasando apuros económicos y puedes ayudarle. Sí, el quejica de profesión es poco dado a tomar la iniciativa para evitar que se produzcan quejas. Soy un fan, por el contrario, de las sugerencias. Cuando algo no funciona como yo creo que debería hacerlo, no lo paso por alto, porque creo que el afán de mejora es muy positivo para cualquier organización, pero trato siempre de hacerlo en forma de sugerencia. Sí, una queja puede transformarse casi siempre en una sugerencia. Esto es especialmente importante en el ámbito familiar. Reconozcámoslo, lo primero que nos sale, cuando algo nos desagrada, es la queja: “ Mi marido nunca me escucha”, “mi mujer va a su bola”, “mis padres no me entienden”, y así, con estos ejemplos muy generales, vamos minando nuestro aprecio por los que nos rodean. Si en lugar de decirle a nuestro marido: “Nunca me escuchas”, lo sustituyéramos por: “Cuando dejas el móvil y me miras a los ojos cuando te hablo, me haces sentir tan bien…” o, en lugar de decirle a nuestra esposa: “Quilla, cada vez que digo algo delante de los demás, me llevas la contraria”, lo cambiamos por: “Aprecio tanto que me apoyes cuando expreso mis puntos de vista con los amigos o que seas capaz de callarte, en ese momento, cuando no estás de acuerdo”. Esa forma de exponer los desacuerdos es mucho más constructiva. Lo mismo aplica cuando nos gustaría que los que nos rodean hicieran algo de otra forma. En lugar de quejarnos por la forma en que actúan, podemos sugerir la que nos parece más acertada. Podemos decir: “Los días de lluvia, me pones el piso perdido. Te lo he dicho mil veces”, pero es mucho más efectivo: “Te sugiero que dejes los zapatos a la entrada en los días de lluvia, me ahorras tanto trabajo cuando lo haces”. Sé que pueden parecer chorradas cursis, pero os aseguro que en la convivencia, simplemente funcionan. Las imposiciones cansan, las sugerencias motivan.

No quiero ponerme medallitas, pero entre los halagos que el otro día me hizo mi amiga Carmen, cuando trabajábamos juntos en la F.P. a Distancia, estaba lo que ella le decía a la jefa de servicio, Luisa: Manolo no se calla una, siempre participa en los foros y ofrece sugerencias o corrige cosas que no le gustan, pero lo hace de una manera elegante, sin herir a nadie. La verdad es que no sé si siempre lo conseguía, pero me agradó mucho que me reconociera ese esfuerzo por mejorar las cosas, sin que parecieran simples quejas o deseos de querer dejar a alguien en mal lugar. 

Con mi enfermedad sigo en esa línea. La última vez que vi a mi médico Víctor, de medicina interna, que tan eficientemente llevó mi caso desde que ingresé en el hospital, tuve que presentarle dos sugerencias. Le insistí en que no eran quejas, sino solo observaciones para evitar que a alguien le pasara lo mismo que a mí. Cuando empecé con mi fiebre diaria el día 14 de marzo, tuve que esperar 42 días para ingresar en el hospital, y me ví obligado a hacerlo por iniciativa propia, un domingo a las 7 de la tarde. El médico de medicina interna que me había estado tratando el último mes de forma ambulatoria no quiso ingresarme, a pesar de que casi se lo rogué cuando llevaba 37 días con fiebre; él apelaba a sus 35 años de experiencia para decirme que teníamos que seguir investigando en la línea de una posible infección, me prescribió antibióticos y me volvió a mandar para casa. A veces creo que peco de mostrarme tan entero que los médicos no le dan importancia a lo que tengo y por eso descartaba José Enrique, el médico internista que me trataba, lo que en esta ocasión era el origen de mi fiebre, un linfoma. En la primera de las 3 visitas que le hice me mandó una ecografía de abdomen y el radiólogo que me la realizó no tardó más de 2 minutos en revisarme todo el vientre. Ciertamente salí pensando que lo había hecho demasiado deprisa. En el informe que redactó 10 minutos después, no apreciaba adenopatías (ganglios afectados por posible malignidad). 3 semanas más tarde, el TAC que me hicieron descubrió no una, sino muchas adenopatías por distintas partes de mi abdomen, pecho y cuello. Pues bien, le dije a Víctor que quería que supiera que, a mi entender, esos dos médicos no habían estado acertados conmigo. Le insistí en que se lo comunicaba para que en el equipo de medicina interna del hospital lo tuvieran en cuenta para futuros casos similares, que no lo decía en son de queja alguna, sino con afán de mejora. Me lo agradeció y me dijo que lo tendrían en cuenta, que José Enrique era un colaborador externo y no formaba parte de su equipo, pero que ellos tenían otra forma de actuar en estos casos. También me dijo que habían vuelto a revisar las imágenes de mi ecografía y era verdad que no se apreciaban adenopatías en ellas, que a veces, ese tipo de patologías eran difíciles de detectar en ecos y era más fiable el TAC. Yo simplemente le dije que quizás esa podría haber sido la decisión acertada en mi caso, haber realizado dicho TAC unas semanas antes. La conversación fue muy cordial y estoy seguro de que si se diera una situación similar, mi toque de atención habrá servido para algo, al menos, eso quiero creer.

Si tuviera que resumir este largo escrito de hoy, lo haría diciendo que menos quejas y más sugerencias. Así que os SUGIERO que aprovechéis este domingo, que mañana viene otro lunes, pero eso sí, os voy a dar envidia: para mí también será domingo. Besos.





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