(XLIII) DIARIO DE UN LINFOMA (¿Ashleigh Barty o Rafa Nadal?).

(XLIII) DIARIO DE UN LINFOMA (¿Ashleigh Barty o Rafa Nadal?).

8 de julio de 2022.

Me sigo levantando bien, prácticamente normal. Ya hace 17 días de la última quimio y he recuperado el tono habitual de mi cuerpo: sabor, fuerzas, digestiones, etc. ¡Qué traicionera es la mente, no obstante! Ahora que no tengo síntomas mayores, uno empieza a fijarse en los menores. De vez en cuando toso, pero no muy de continuo; me palpo el cuello y cualquier molestia, cualquier pequeña protuberancia, me hace pensar en un ganglio afectado. Está claro que la enfermedad sigue, y siempre te queda la incógnita de si está retrocediendo o, pasado los efectos de la última sesión de quimio, vuelve a ganar terreno. Tengo que controlar ese tipo de pensamientos, porque, sin darte cuenta, te bajan la moral. Hacerlo es inevitable, contra eso no se puede luchar, lo he dicho muchas veces y así lo repiten los psicólogos, uno no puede impedir la aparición de los pensamientos negativos, son rapidísimos, pero con calma y constancia, debemos desmontarlos, no podemos permitir que se adueñen de los racionales. Esta mañana me he vuelto a decir que mi estado general es mejor que el que tenía cuando ingresé en el hospital, que no puedo determinar el grado de avance de mi enfermedad, ya que para eso necesitaría pruebas diagnósticas como un PET-TAC, y que de nada sirve ponerse en lo malo, que el martes volvemos enviarle una andanada de veneno a mis células tumorales y seguiremos diezmándolas. Todo va por el buen camino. En poco tiempo, las emociones que empezaban a hervir vuelven a bajar de temperatura y recuperar el reposo.

Ayer paseé de nuevo con Rubi y un par de amigos, Antonio y Ana. También me llevé el disgusto de que Rafa Nadal abandonara Wimbledon, su pequeña rotura abdominal de 7 mm. aconseja que no fuerce en las semifinales, pues puede empeorar y privarle de la temporada de pista dura que tiene por delante en los próximos 2 meses, con un nuevo Grand Slam a la vista, como es el US Open. Ana me decía que no entiende a este chaval, que para qué tensa tanto su cuerpo con todo lo que ha ganado ya, que por qué no se retira y disfruta de todo lo que ha conseguido gracias al tenis. 

Autor foto: Global Panorama. Creative Commons.

La verdad es que está claro que no continúa jugando por dinero, porque con lo que ha ganado tiene para 1000 vidas de una persona normal. Yo creo que ahora sí, quiere conseguir quedar en los registros como el mejor de la historia. En estos momentos, por la forma que tienen de medirse los logros en este deporte, lo es, puesto que ha ganado 22 veces los torneos a los que acuden todos los mejores tenistas (Grand Slams). Ya parecía difícil superar la extraordinaria cifra de 14 que alcanzó Pete Sampras, pero 3 fenómenos que han coincidido en el tiempo: Roger Federer, Novak Djokovic y Rafael Nadal, lo han superado con 20, 20 y 22, respectivamente. Djokovic es mi gran favorito para apuntarse el 21º en este Wimbledon, sobre todo en ausencia de Nadal. Para llegar a esas cifras, los 3 han tenido que hacer enormes sacrificios durante 30 años de su vida.

Hace un par de días, hablaba Alex Corretja de ese esfuerzo que había realizado él a lo largo de su carrera. Decía que a los 10 años entrenaba 4 horas al día. ¡A los 10 años! Y que con 16 lo hacía durante 8 horas. El añadió: «El peaje que yo he pagado tenía un coste y no todo el mundo lo ha sabido pagar ni lo ha querido pagar. Yo sí, yo lo acepté. ¿Cuánto es el peaje? Miles de horas entrenando. Dejar mi familia atrás, estar en miles de hoteles, estar en aeropuertos, pensar que el avión se va a ir a tomar por saco y se va a estrellar, yo lo pago». ¿Merece la pena semejante esfuerzo? De eso hablábamos Antonio, Ana, Rubi y yo en el paseo. Esos 30 años de esfuerzo tienen muchos momentos felices, los de los triunfos y los reconocimientos, pero también muchísimas frustraciones. Una vez Nadal decía que un tenista tenía que acostumbrarse a perder, porque a fin de cuentas, de los 100 o 200 que comienzan cada torneo, todos pierden, menos uno. Y tan solo para llegar a participar en esos campeonatos, hay que dedicar infinidad de horas de entrenamiento duro, superar lesiones, dolores articulares, infecciones, resfriados y malestar físico como nos aquejan a cualquiera de nosotros. Los viajes no son de placer, porque apenas pueden salir del hotel y las pistas de entrenamiento. He escuchado a tenistas decir que querían hacer turismo cuando se retiraran, porque habiendo viajado por todo el mundo, no conocían la mayoría de los países.

Un caso distinto fue el que protagonizó Ashleigh Barty hace unos 4 meses. Con 25 años anunció su retirada. Acababa de ganar el Open de Australia, después de que durante 44 años no lo había conseguido nadie de su país. Acumula 3 Grand Slams y 15 títulos individuales. Para mí es una de las tenistas más talentosas de los últimos 10 o 20 años. No es la típica pegadora que tiene un tenis plano, sino que varía muchísimo sus golpes y posee una prodigiosa muñeca. Ella decía que ya no tenía fuerzas para seguir haciendo el sacrificio que le exige su deporte al máximo nivel y que su vida tiene otros alicientes a los que quiere ahora dedicar su tiempo.

Autor foto: Chinyen Lu. Creative Commons.

Si pudieras elegir, ¿qué ejemplo seguirías, el del Big Three (Nadal, Djokovic y Federer) o el de Ashleigh Barty? Yo lo tengo claro, el de la australiana. Como les decía a mis acompañantes del paseo, yo, para nada, quiero que esos tres “extraterrestres” dejen de jugar al tenis, pero lo digo desde el ángulo egoísta del aficionado que se emociona tanto con sus gestas. Me encanta disfrutar de esos partidos tan abiertos en los que los nervios están a flor de piel desde el principio. Ver realizar esos esfuerzos sobrehumanos y acabar puntos que escapan de la lógica, me inspira y me tienen pegado al sillón con los nervios de punta. Pero en el plano humano, si fuera uno de ellos, con mi mentalidad claro, haría mucho tiempo que habría imitado a Ashleigh. Ni siquiera habría esperado a los 25 años, porque Nadal, por ejemplo, con 20 ya había ganado torneos y dinero como para no tener que trabajar el resto de su vida. 

En un horizonte de vida de 80 años, que es el que tenemos ahora mismo, sacrificar 30 de la manera que reconocía Corretja, me parece un desperdicio. Es evidente que tienes que tener otros objetivos en la vida y otras actividades que te llenen, porque si lo único que te motiva es el propio tenis y rellenar con trofeos tus estanterías, está claro que abandonarlo debe crear un vacío difícilmente sustituible. Pero si yo hubiera dispuesto de todo mi tiempo con 20 años, y no hubiera tenido necesidad de dedicar la infinidad de horas que tenemos que emplear en nuestros trabajos para ganarnos la vida, visualizo multitud de actividades alternativas a las que sacarles partido con mi tiempo. ¿Para qué voy a esperar a tener cerca de 40 años para tener mi primer hijo, como tienen que hacer, sobre todo, las tenistas profesionales? ¿Cómo me voy a perder tantísimo tiempo fuera de mi tierra, de mi casa, de mi familia para dormir en los impersonales hoteles, por muy de lujo que sean? Con lo bonito que es el deporte cuando lo juegas con amigos, sin la necesidad imperiosa de ganar a toda costa, ¿por qué me voy a privar en la plenitud física de mi vida de ese placer? Me gusta estar con mi familia y ver crecer a mis hijos, viajar por placer, mis actividades espirituales, vivir sin presión, más allá de las dificultades propias que todos sufrimos en la vida, tener un horario flexible. Hay tantas ventajas en la alternativa que tomó Ashleigh Barty, que no entiendo cómo no optan por imitarla más deportistas profesionales. 

Hoy me estoy volviendo a ir por las ramas, con un tema que solo iba a tocar de refilón, pero me da pie a terminar con otro que mantenía en el tintero para abordarlo en uno de mis post, las prioridades en la vida. Observo que la alteración en el orden de estas, es uno de los orígenes de mayores conflictos en la salud emocional de las personas. Hoy percibo que las verdaderas cosas importantes de la vida, tienen un orden trastocado en muchísimas personas. No todos podemos establecer el mismo, porque cada persona es un mundo y temas de suma importancia para unos, no aparecen siquiera en el listado de otros. La relación con Dios, que para mí ocupa el primer lugar, no la contemplan entre sus objetivos millones de personas. Lo mismo ocurre con la familia, muchos individuos optan por no formarla, convencidos de que viven mejor solos. Pero, de vez en cuando, creo que hacemos bien en establecer un orden numérico para nuestros aspectos relevantes de la existencia.

  • Familia.
  • Trabajo.
  • Dinero.
  • Ocio.
  • Amigos.
  • Religión.
  • Contacto con la naturaleza.
  • Descanso.
  • Dormir lo suficiente..
  • Comer sano.
  • Deporte.
  • Cultura.
  • Viajar.
  • Apariencia física.

Este listado no tiene por qué contener todo lo que alguien puede considerar importante, pero da una idea de lo que muchos entendemos como parte de nuestra existencia cotidiana. Pero si difícil puede resultar encontrar tiempo para cada una de esas actividades, más complicado aún es establecer las prioridades, porque trastocar el orden natural que deberían tener algunas de ellas, solo produce efectos perjudiciales. Por ejemplo, por todo lo que he leído y los últimos estudios que se han hecho al respecto, la falta de sueño es lo más determinante en muchas enfermedades mentales. La OMS relaciona esta carencia con ictus, Parkinson o Alzheimer. Sin embargo, no son pocos los que dicen que dormir es como estar muerto, que esas horas las restamos a las que disfrutamos, que ya tendremos tiempo de dormir cuando nos muramos. ¡Qué equivocación! Dormir nos ayuda a vivir con calidad y disfrutar más de las horas de vigilia. Anteponer en la lista el ocio o el trabajo, sacrificando el descanso, solo puede producir a medio o largo plazo un menoscabo de nuestras facultades físicas y mentales.

Lo mismo ocurre en millones de personas cuando anteponen el trabajo a la familia. No hace mucho veía en El Hormiguero a Carlos Sainz padre e hijo. Motos le preguntaba al primero si se arrepentía de algo y decía que no había pasado el tiempo suficiente con sus hijos. Cuando corría en los rallies por todo el mundo, apenas tenía contacto con su familia y no los vio crecer, ni podía acompañarlos en las actividades cotidianas como llevarlos al colegio, al parque a jugar o acostarlos por las noches. Esos momentos no tienen vuelta atrás, ya no se pueden recuperar. Me parece tan triste perderse esos años mágicos de la vida de nuestros hijos, que no hay trofeo, dinero ni prestigio que pueda sustituir a la sonrisa diaria de tus niños.

Algunos matrimonios o parejas, cometen otro error importante en la propias prioridades familiares, a mi entender. Si en el párrafo anterior le daba la importancia que se merece a la crianza de nuestros pequeños, nuestra relación con la pareja no lo es menos, sino, en mi juicio, más aún. Algunos padres o madres se vuelcan con los niños y dejan a un lado los momentos íntimos con sus amado/as. A veces “aparcan” la relación durante muchos años, mientras los hijos crecen. Más tarde o más temprano, estos abandonan la casa, o se esconden en el caparazón de la adolescencia y restringen la relación con sus padres. Cuando eso se produce, a veces, la relación de los padres se ha deteriorado tanto que son casi unos extraños bajo el mismo techo y ahora, una vez que el joven hace su vida, les resulta difícil retomar una convivencia en la que desaparecieron las noches románticas, los viajes ilusionantes, las charlas significativas, los paseos de la mano, y tantas otras actividades que fortalecen la relación. Es verdad que, especialmente,  los 2 primeros años de la vida de un bebé son tan absorbentes, que ese 7×24 que demandan atención es complejo combinarlo con encontrar tiempo para la vida conyugal, pero a toda costa hay que hacerlo, aunque sea esporádicamente y reiniciarla de forma más intensa en cuanto sea posible.

No voy yo a establecer aquí cual sería el orden que ocuparían en mi listado esas prioridades que mencionaba, porque de poco le servirían a otras personas que mantengan otros valores o tengan otras apetencias, pero es bueno que todos afinemos nuestras brújulas para que sigan apuntando con fiabilidad al norte, que no sacrifiquemos lo importante por los peregrino, que si hay que tachar algo de nuestro día, no sean aquellas cosas de las que tengamos que arrepentirnos a medio plazo. Los arrepentimientos pueden acallar conciencias, pero no arreglan errores pasados.



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