(XLI) DIARIO DE UN LINFOMA (VENTAJAS E INCONVENIENTES).

(XLI) DIARIO DE UN LINFOMA (VENTAJAS E INCONVENIENTES).

6 de julio de 2022.

Esta noche he descansado mejor y más tranquilo. Aunque soy bastante calmado, la noche antes de la quimio estoy inquieto por esa incertidumbre que genera no saber si te la van a poner o no. Hoy ya se me ha pasado la desilusión de ayer. Siento algún dolor de cabeza, que creo que tiene relación con la inyección de Filgrastin, un cierto malestar, pero también lo sentí la otra vez que me pincharon el medicamento, así que supongo que mañana ya se me habrá pasado.

¡Cuántas muestras de afecto y apoyo tuve ayer! Así como para no recuperar el ánimo. Fueron decenas de mensajes diciéndome que tirara para adelante, que la semana que viene ya estarían mis neutrófilos a punto, que así tenía una semana más de fuerzas y libre de los penosos efectos de la quimio. Cada una de esas comunicaciones supone un empujón que no tengo nada más que agradecer en estos momentos. Esta es otra lección que trataré de poner en práctica en mi vida todavía con más ahínco. Intentaré estar al tanto de las dificultades de mis amigos y les mostraré mi apoyo con generosidad. A veces, sin percatarte, se posa en tu cabeza un pensamiento persistente de negatividad, y en poco tiempo, empieza a anidar. En ese instante, unas palabras animadoras de alguien, sirven para espantarlo. 

Los psicólogos insisten en la importancia de poner por escrito nuestras resoluciones, vivencias y otras cosas que deban dejar huella en nuestros recuerdos, porque refuerzan el impacto que dichas vicisitudes deben tener en nuestro ánimo. Hoy he decidido hacer un pequeño listado de las ventajas e inconvenientes que para mí tiene mi enfermedad. Quizás alguien piense que todo son perjuicios cuando hablamos de una enfermedad grave, pero no, ya veréis como la situación queda bastante equilibrada entre las dos caras de la moneda, sobre todo, si como voy a intentar, hacemos un esfuerzo por extraer aspectos positivos de las peores contingencias. Empecemos por lo menos bueno y así el regusto que nos quede será menos amargo.


INCONVENIENTES:

  • Pasé 52 días con fiebre y malestar antes de descubrir lo que tenía.
  • He recibido más pinchazos en mi cuerpo que la rueda de un ciclista de montaña.
  • He generado gran preocupación en mi familia y amigos.
  • La quimio me produce mucho malestar durante algo más de una semana.
  • He tenido que reducir el tiempo que dedico al deporte y dejar alguno de ellos, como la natación.
  • No puedo asistir a la mayoría de las reuniones presenciales.
  • No me puede dar el sol, sobre todo en las horas centrales del día.
  • He dejado de trabajar en el instituto y, por ello, también de relacionarme con mis compañeros y alumnos.
  • No puedo participar en cuidar a mi padre en persona.
  • Se me está cayendo el poco pelo que me quedaba.


VENTAJAS:

  • Tengo mucho más tiempo libre.
  • Puedo escribir este diario que colma una de mis aficiones favoritas.
  • Cada día recibo varios mensajes y llamadas de ánimo.
  • Muchas personas me dicen que las estoy animando con mi actitud y mis escritos.
  • Los días buenos entre quimios los disfruto todavía más que antes.
  • Paso más tiempo en Jerez y puedo ver más a mis hijas y yernos.
  • He recuperado el contacto con amigos que hacía mucho que no lo tenía.
  • He descubierto nuevas amistades a través de mi diario.
  • Rubi y yo pasamos más tiempo juntos y podemos hablar más relajadamente.
  • Estoy pudiendo ver más partidos de tenis en la tele que nunca.
  • Tengo mi WhatsApp lleno de corazones, besos y te quieros.
  • Las mismas cosas que decía antes, ahora parece que tienen más peso y los demás me escuchan con más atención.
  • Puedo meter la pata y parece que casi todo se le perdona a un enfermo de cáncer.
  • Tengo todo un listado de amigos que se ofrecen para ser mi chófer, traerme mandados, pasear conmigo, cuidarme el jardín y no me atrevo a pedir nada más, vaya a ser que me lo concedan.
  • Me da igual el día de la semana que sea y no tengo horarios.
  • Mi relación con Dios es más intensa e íntima.
  • Mi aprecio por la vida se ha incrementado.
  • Ahora soy mucho más capaz de ponerme en la piel de los que sufren enfermedades graves.
  • He dejado totalmente el alcohol. Vaya, ¡qué mal suena esto!
  • Mi alimentación es todavía más sana que antes.

Este ejercicio de autoanálisis es muy revelador. Lo aconsejo en todo caso, y sobre todo, ponerlo por escrito, puesto que afianza nuestras fortalezas. A veces nos decimos alguna de estas cosas en nuestro interior, pero rápidamente se disuelven entre otros pensamientos más corrosivos que acaban imponiéndose, sin embargo, cuando los plasmamos en un papel y tenemos, más tarde, ocasión de repasarlos, van tomando cuerpo y se consolidan en nuestra mente.

Poner por escrito lo que voy a hacer a continuación, a modo de ejemplo, va a fijar en mi recuerdo, todavía más, lo que explicaba ayer sobre mi percepción negativa de la mudanza a Huelva, que más tarde se convirtió en una de las etapas más satisfactorias de la vida de mi familia. 

A finales de agosto de 1992, hicimos la mudanza. Previamente, en otro de los viajes preparatorios a Calañas, habíamos alquilado una casa adosada en las afueras del pueblo, creo que era la antepenúltima de la carretera que salía hacia la dirección contraria a Valverde del Camino. Nos hablaron de un tal Fernando que tenía el bar que se conocía como del Casino. Lo encontramos detrás de la barra, era un hombre de corta estatura, con un gran bigote negro y jorobado. Al parecer, regentaba aquel establecimiento desde hacía muchos años y había acumulado algunas propiedades en el pueblo. A nosotros nos alquiló una casa que íbamos a estrenar. Más allá de la primera impresión un tanto tétrica que nos dio en aquel bar, anclado en el pasado, que necesitaba una remodelación urgente y su particular apariencia, Fernando se portó bien con nosotros y fue amable durante los dos años que ocupamos su vivienda.

Casa de Calañas. Google Maps.

Estas primeras tomas de contacto con el pueblo no fueron muy alentadoras. Que me perdonen los calañeses, pero en aquel entonces, aquella población de poco más de 2000 habitantes, en pleno verano, con apenas personas por la calle durante el día, parecía un tanto fantasmal. Se notaba que había sido señorial, pero estaba muy venida a menos. De la industria minera de los alrededores, solo quedaba una planta industrial que emitía humo continuamente por su chimenea, de la empresa Almagrera. Las generalizaciones son injustas, pero también es verdad que los pueblos con historia centenaria, como aquel, desarrollan en sus habitantes un carácter particular y el de los calañeses era uno introvertido y desconfiado hacia los foráneos. Valverde, por el contrario, era una amalgama de gente venida de diversos puntos de la provincia, que acudieron a trabajar a su industria del calzado y en el que nadie se sentía extraño, porque todos, en cierto modo, lo eran.

Calañas. Foto: Web Ayuntamiento de Calañas.

El día que llegamos con la furgoneta de la mudanza nos recibieron los hermanos de la congregación de Valverde del Camino. Me parece recordar que habían ido a predicar a los pueblos que estaban más allá de la ruta de Calañas y de regreso se pasaron a saludarnos. Nos ayudaron con los muebles y el montaje de estos. Al día siguiente, Luisa y José, un matrimonio de Valverde, nos invitaron a almorzar en su casa, porque todavía no teníamos la cocina montada del todo. Esa hospitalidad que aquel grupo nos ofreció no la podemos olvidar nunca. Ese mismo fin de semana acudimos a la reunión en Valverde y en los siguientes días no nos dejaron en ningún momento. En Calañas vivía un matrimonio, Manuel y Lucía, que estaban estudiando la Biblia, pero todavía no se habían bautizado como testigos de Jehová. Tenían una hija un poco mayor que nuestra Abigaíl, que se llamaba Ángela. Ellos también nos ayudaron a sentirnos más acompañados. De hecho, Mar y yo continuamos enseñándoles a los dos de la Biblia, a partir de aquel momento, cada semana, hasta que un par de años después, se bautizaron como testigos de Jehová.

Mirando de nuevo hacia atrás, para aprender del pasado, no para resaltar los aspectos mejorables, sino los que son inspiradores, creo que resulta del todo enriquecedor vivir algún tiempo fuera del entorno en el que te has criado. Es verdad que soy un enamorado de mi tierra, pero residir 8 años fuera de ella me enseñó otras formas de sentir, de conducirse, de vivir, en definitiva. Aquella comunidad de los pueblos del Andévalo de Huelva no es que fuera muy diferente de los de la Sierra de Cádiz, compartimos idioma, región y muchas costumbres, pero tenían otros tiempos, otra forma de hacer las cosas, de preparar las comidas, otro humor. Vivirlo in situ, durante años, te ayuda a entender que lo diferente no es ni mejor ni peor, es eso, distinto. Recibir el cariño de personas que hasta entonces no te habían conocido y convertirlas en ocupantes de los vagones del tren en el que te desplazas a lo largo de tu existencia, solo te hace más rico, más pleno. No quiero pensar lo que supone la misma experiencia en otro país, con otra lengua, otras costumbres todavía más alejadas. Al final, te das cuenta de que lo más importante lo compartimos, todos somos humanos y buscamos atajos para ser felices, empleando las herramientas que están a nuestro alcance y adaptándonos al terreno, el clima y las costumbres de nuestros ancestros. 

El año 1992, el de las Olimpiadas de Barcelona, de la Exposición Universal de Sevilla, fue el de nuestra entrada en Calañas y en la vida de nuestros hermanos de la congregación de Valverde, un giro, de nuevo, inesperado en la vida de mi Rubi, de nuestra pequeña Abi y de la mía, pero el comienzo de una etapa feliz y que nos permitió descubrir a personas maravillosas que todavía tienen un hueco importante en nuestro corazón. 




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