(XII) DIARIO DE UN LINFOMA (soledades y compañías).

(XII) DIARIO DE UN LINFOMA (soledades y compañías).

6 de junio de 2022

 

Un poco mejor. ¡Qué bien sienta decir eso! Seguramente alguien que se encuentra perfectamente, si se sintiera como yo ahora mismo, diría que está chungo, pero bajar un peldaño en la escalera del malestar te hace percibir las cosas de una forma mucho más positiva. Las fatigas (náuseas) están, pero muy residuales, el cansancio sigue, pero las piernas pesaban un poco menos al levantarme hoy de la cama. El resto de síntomas siguen sonando, pero es como si al botón de su volumen le hubieran bajado un par de puntos de intensidad.

 

Ayer domingo fue un día de visitas. Es verdad que el aislamiento total puede ser la opción más sensata. Mi sistema inmunológico probablemente esté esta semana bajo mínimos, mis glóbulos blancos, linfocitos y demás líneas de defensa habrán sufrido muchas bajas y ahora están recomponiendo sus diezmados ejércitos. Puede que no me venga bien, desde el punto de vista físico, rozarme con nadie, pero el ser humano no lo forman solo los billones de células que pueblan nuestro cuerpo, somos personas, con el sentido más amplio que tiene esa palabra. Nuestros cuerpos, a veces, requieren una cosa y nuestro ser al completo, otra. Con las precauciones que la sensatez debe imponer ante posibles contagios: mascarillas, ventilación y todo lo que tristemente hemos aprendido a llevar a cabo en estos años de pandemia, tener cierto contacto social es tan curativo como tomarte la pastilla adecuada.

 

Por la mañana me senté en la terraza con mi hermana Tere y sus hijas Maite y Luzma. Disfrutamos del frescor de Benaocaz y su limpio aire. Pudimos conversar agradablemente y recordar con alegría la superación del cáncer de mi hermana. Como ya expliqué anteriormente, su caso presentaba un pronóstico mucho peor que el mío y casi 7 años después, aquí está curada y haciendo vida totalmente normal, disfrutando de sus nietos y haciendo lo que siempre le ha gustado, cocinar algunos días para sus hijos, hacer sus tareas y tomarse su café con las amigas, entre otras cosas.

 

Por la tarde me visitó mi hermana Mari y su marido Pepe cuando venían de vuelta de la costa de Málaga. Habían ido a despedir a su hija Ana, Mario, su marido y Enzo, su hijo, que regresaban a Bélgica después de pasar una semana en Ubrique. También pudimos charlar apaciblemente durante un buen rato. 

 

Más tarde, sobre las 8, se acercaron hasta mi jardín 9 amigos que, previamente, habían salido a hacer una pequeña ruta de senderismo. Me invitaron a acompañarlos, pero ayer mis piernas no daban para eso, así que quedaron en pasar por mi casa de regreso y entretenerme un rato con su compañía. Los 10 nos tendimos en el césped artificial de mi jardín, bajo mi hermoso almendro. Como el sol ya se ponía, la temperatura se hizo todavía más agradable, y al cobijo de la sombra de mi seto y del árbol, estuvimos una hora y media recordando anécdotas, riéndonos y contando chilindrinas. 

El día de relaciones sociales me recordó la importancia que tienen estas. El psiquiatra Robert Waldinger es el 4º director del estudio más largo que se ha hecho nunca sobre felicidad y salud. En los años 30 del siglo pasado empezaron a estudiar las vidas de más de 700 hombres en Estados Unidos. Muchos procedían de Harvard, pero otra porción importante de los barrios más desfavorecidos de Boston. Estos estudios, como él explica, suelen acabar en menos de una década debido a la falta de financiación, pérdida de interés de los promotores, abandono de los sujetos objeto de investigación, etc. Este, sin embargo, ha sobrevivido 8 décadas y sigue en curso. He leído varias entrevistas al actual director sobre la investigación, y en alguna de ellas amplía sus conclusiones. Tienen muy claros los factores que influyen en la salud y felicidad de las personas mirando en restrospectiva. El resultado de la indagación es riguroso y detallado, contiene miles de páginas, y no solo fruto de entrevistas en papel, sino la mayoría hechas en persona, informes médicos exhaustivos y muchos otros datos objetivos. En dichas entrevistas habla sobre aspectos que inciden directamente en el bienestar de las personas, como sus hábitos alimenticios, ejercicio físico, religión y valores morales y muchos otros factores, pero en la charla TED que enlazo al final de mi entrada se centra en lo que han llegado a la conclusión como lo más decisivo.

 

Un proverbio de la Biblia reza de la siguiente manera: “El que se aísla persigue sus deseos egoístas; rechaza toda sabiduría práctica.” (Proverbios 18:1). Precisamente el aislamiento social es lo que Waldinger resalta como lo más nocivo para la salud humana en todos los planos, no solo el mental. En las conclusiones de la investigación tienen claro que mata más que el tabaco, el alcoholismo, el colesterol, el sedentarismo y cualquier otra causa conocida de evidente mortalidad. Si queremos tener una vejez digna, con relativa salud y bienestar, tenemos que esforzarnos por forjar a lo largo de nuestra vida relaciones humanas satisfactorias. Estas incluyen las familiares, de amistad y de comunidad. Desgraciadamente creo que nadamos contra la corriente de lo que nos beneficia. La sociedad occidental a la que pertenecemos persigue valores que nos ciegan y adopta costumbres que rompen lo que deberían ser interacciones saludables con nuestros congéneres. Como Waldinger expresa en su charla, a veces se trata solo de cambiar pantallas por rostros físicos, por resaltar una sencilla idea.

 

No quiero ser ejemplo de nada, maestro de poco y espejo de nadie, pero si algo está brillando a mi alrededor y también lo hace en mi interior en estos días oscuros que estoy pasando, es el cariño y afecto que me estoy encontrando cada día de este abrupto camino. Ayer fue un botón de muestra de mi círculo de relaciones sociales, que abarca a mi querida familia y mis hermanos espirituales, pero lo mismo puedo decir de mis compañeros de trabajo, a los que considero amigos, más que colegas. Cuando no es un correo electrónico, es una llamada telefónica o un mensaje de Whatsapp. Ayer fueron visitas presenciales. ¿He hecho yo algo para sentirme de todo menos aislado? Hay quien me dice que sí, que estoy recibiendo parte de lo que he sembrado. Ya digo, no me gusta la falsa modestia, pero creo que recibo más de lo que di. Ahora bien, también reconozco que durante toda mi vida, que se alarga por 55 años, he intentado poner de mi parte para forjar buenas relaciones. ¿Por qué lo he hecho? Pues, probablemente, por egoísmo, siempre que le busquemos alguna connotación positiva a esta cualidad que apenas posee. Quiero decir que me he sentido bien estando con otros, ayudando a otros, escuchando sus tribulaciones, poniendo mi mano en sus hombros, riéndome con ellos, pero también llorando. Todo eso ha repercutido en MI bienestar y, como así lo he sentido, así lo he hecho… pensando en mí.

 

Dos sencillos principios han inspirado mi manera de actuar con relación a otros: “Hay más felicidad en dar que en recibir” y “”Hagan por los demás todo lo que les gustaría que hicieran por ustedes.” Sí, no hagas cábalas, claro que son palabras de Jesús, ¿de quién si no? Algunos distorsionan la segunda confundiéndola con la de Confucio (no estoy haciendo una redundancia fácil): “No hagan a otros lo que no quieres que te hagan a ti”. Este principio, siendo bueno, está muy descafeinado con relación al de Jesús, porque promueve una actitud pasiva, cuando el primero hace todo lo contrario, nos anima a actuar a favor de los demás, como nos gustaría que hicieran con nosotros. El de Jesús gana por goleada como promotor de buenas relaciones.

 

¿He cumplido a la perfección con lo que me he propuesto a lo largo de mi vida para forjar esas relaciones sanas? Pues claro que no, ¿quién lo hace? Igual que he ganado amigos, los he perdido, muy probablemente por mis torpezas. Mi relación de pareja, aunque tiene la solidez que le dan treinta y muchos años, también tuvo sus horas bajas. El tiempo, las ocupaciones, los momentos desaprovechados me han impedido pasar el tiempo que me hubiera gustado con mis hijas, amigos y hermanos, pero como los árboles no nos deben nunca impedir ver el bosque, en líneas generales, no lo he hecho tan mal y lo segundo más valioso que tengo hoy y de lo que me precio es de haberme rodeado de un número considerable de personas que suman tanto en mi vida, que preferiría perder cualquier otra cosa, antes que su compañía.

 

Este tema tiene tantos matices y conseguir buenas relaciones se está volviendo tan complejo en estos tiempos (la prueba está en que cada vez hay más personas objetivamente solas, de hecho, en algunos países, como el Reino Unido, se ha creado un Ministerio de la Soledad, para tratar de atender a los más de 9 millones de británicos que la sufren), que probablemente lo aborde en futuras entregas. Pero quedémonos siempre con la idea motivadora. ¿Qué he hecho yo para merecer un linfoma? Probablemente nada, como me dijo mi doctor Víctor, simplemente te ha tocado. Es un cáncer que ataca tanto a personas con una vida sana como las que no. Pero no actuemos de la misma forma respecto a la forma en que nos relacionamos. El aislamiento no tiene por qué atacarnos como un linfoma, podemos hacer mucho para evitarlo, pero no podemos esperar a tener 80 años para movernos. Si eres joven, empieza a forjarte un buen círculo, arropa a tus padres, sé un buen amigo, si eres creyente, acércate a tu Creador. Si estás en la edad de vivir en pareja, no descuides a tu compañero/a, dedícale el tiempo que se merece, sé desprendido con él, dile cada día cuánto lo quieres. Y si tienes la suerte de circular por las últimas décadas de la vida, consolida esas amistades que te han acompañado a lo largo de ella, sal de tu casa si tus circunstancias te lo permiten, realiza actividades junto a otras personas, haz algo por los demás, te sentirás bien. Cuidemos lo más valioso para nuestra salud y rechacemos el pernicioso aislamiento.






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