(VIII) DIARIO DE UN LINFOMA (Remedios y monedas).

(VIII) DIARIO DE UN LINFOMA (Remedios y monedas).

 

1 de junio de 2022.

Siento estar incumpliendo mi propósito inicial de un diario-semanario, estos días está siendo un diario-diario, pero me sirve de desahogo y lo aprovecho, que además hoy una psicóloga amiga, Montse, de la que os hablaré más tarde, me ha dicho que es una excelente terapia eso de poner por escrito los sentimientos y emociones. Los que me leáis, hacedlo cuando os apetezca, por supuesto. Si fuerais mis alumnos, igual os decía que era obligatorio porque entra en el examen, algo muy típico de los profes, pero en vuestro caso es todo un privilegio que simplemente le echéis un vistazo a alguno de mis escritos y que encima muchos, me enviéis mensajes de apoyo. Cuando termine toda esta aventura, y siempre que sea para bien, claro, buscaremos una manera de celebrarlo (ahora que lo pienso mejor, esto solo puede terminar bien, tanto de una manera como de otra. Dejadme que cuele algún enigma de vez en cuando, ¿no?).

Ya han pasado 24 horas desde que acabé mi primera sesión de quimioterapia. Anoche estaba un poco eufórico con mi ausencia casi total de síntomas desagradables, pero al rato me dí de bruces con la realidad que viven casi todos los que pasan por estos tratamientos. He pasado media noche despierto, tranquilo pero sin poder pegar ojo. Se lo atribuyo a los corticoides, aunque también alguno de los componentes del ABVD producen ese trastorno. A las 6 de la mañana empecé con náuseas y no me han abandonado hasta ahora, aunque no son demasiado intensas, ojalá se queden ahí.

Es reseñable también lo que me pasó durante la quimio. Me llevé litro y medio de una infusión de jengibre que me habían recomendado. Casualmente mientras estaba allí, mi hija Keila me manda un artículo de Internet de la Clínica Mayo que también recomendaba el uso de este contra las náuseas por quimioterapia, pero hacía una excepción, si te estaban poniendo Emend (aprepitant) podía producir interacciones no deseadas. Esto resalta algo a tener en cuenta con los productos naturales, y no me cansaré de decirlo. Yo creo en los remedios naturales y convencionales (por algo trabajo en el instituto Los Remedios), no soy de los excluyentes en ese campo. No entiendo cómo se puede ser tan categórico defendiendo unos a fuerza de echar por tierra otros. Creo que pueden complementarse perfectamente, pero usando el sentido común y teniendo en cuenta el conocimiento científico al respecto. Pero observo entre algunos de los defensores a ultranza de los naturales un pensamiento peligroso, opinan que una pastilla, infusión o cápsula, si es de plantas, no puede hacerte daño. Eso, sencillamente no es así. Actualmente los prospectos de los medicamentos convencionales hacen muchas veces alusión a interacciones y efectos secundarios que pueden tener con otros medicamentos o plantas; y se encuentran en antidepresivos y otros, como por ejemplo, advertencias sobre el uso de la hierba de San Juan (hipérico) junto con estos. En mi caso, la interacción era entre el jengibre y aprepitant, aunque sin simultanearlos pueden ser efectivos para las náuseas, juntos pueden resultar dañinos. Yo cada vez más, aprendo que tenemos que comunicarle a nuestros médicos todo lo que estemos tomando, puesto que, en general, cada vez me encuentro con más médicos razonables que admiten combinaciones de distintas terapias.

Hoy también ha sido un día de noticias alegres, mi querida hermana Tere (la de carne y sangre) ha ido a recoger los resultados de su enésima prueba radiológica. Hace unos 6 años sufrió un cáncer de ovarios en estadio IV. El primer contacto con los médicos fue desolador, porque en una primera intervención tuvieron que cerrar sin tocar nada, ya que existía tanta metástasis que no podían extirpar parte alguna sin dañar órganos vitales. La única solución posible pasaba por unos ciclos de quimio agresiva, y si el cáncer había remitido lo suficiente, someterse a una operación especial (esta sí de verdad, no la de Putin. Por favor, a los que no le guste, perdonadme mis ramalazos de humor negro) en el hospital Reina Sofía de Córdoba, que consistía en eliminar todos los tejidos afectados con una tecnología nueva y recibir una quimio local al final de la misma intervención. 6 años después mi hermana me vuelve a dar la noticia de que sigue limpia. Ole mi hermana y ole el Reina Sofía (que igual le cambian el nombre como descubran algo oscuro a la consorte del emérito)

El ginécologo que la intervino la primera vez me dijo en una inolvidable, o más bien olvidable, conversación telefónica, que las posibilidades de supervivencia de mi hermana a los 5 años eran de un 15%, es decir, que si le daban una moneda y la lanzaba al aire 10 veces, solo 1 o 2 saldrían cara. A mí, en un primer diagnóstico, el internista decía que mi linfoma le olía a un No Hodgkin en el que la moneda saldría cara solo 5 de las 10 veces y finalmente, con el diagnóstico definitivo, al ser un Hodgkin clásico, la moneda tiene papeletas para salir globalmente cara en 7 u 8 de las 10 veces. ¿Con qué me quedo yo, siguiendo la filosofía de la botella medio vacía o medio llena? Pues como siempre procuro hacer en la vida, SIEMPRE medio llena. Si mi hermana se ha recuperado de un pronóstico tan desfavorable y luchó por esa única moneda que le podía sonreír, ¿cómo no voy a hacerlo yo por mis 7 u 8?

Esta tarde también he tenido una agradable charla con mi psicóloga-amiga Montse. Ha sido la única psicóloga que tuve que visitar en un momento de mi vida en el que pasé una pequeña crisis de ansiedad, coincidiendo con los meses previos a la muerte de mi madre. Fue una única visita, porque con esa ayuda, que se prolongó con sus inestimables correos respondiendo todas mis dudas, y la de un ansiolítico que tomé unos 3 meses, pasó ese periodo difícil y recuperé mi estado natural de tranquilidad. Pero nuestra amistad continuó y en este mes hemos tenido dos charlas por videoconferencia simplemente para saber de nosotros, bueno, ella quería saber más de mí, cuando se enteró de mi enfermedad. Montse siempre transmite positividad y buen humor a sus reflexiones, y precisamente hablando del humor, le dije que me había comprado el otro día un gorro para evitar la exposición al sol a causa de la quimio y que ya había contado en el diario que me veía más tonto de lo que habitualmente puedo aparentar. Hablábamos de lo saludable que es para el bienestar emocional la capacidad de reírnos de nosotros mismos, como hace con enorme destreza mi amigo Juan Luis del que os hablé en otra entrada del diario. Ella me dijo, pues si tienes por ahí cerca un parque bonito, vete y hazte una foto con el gorro y la pones en el diario. Como me hizo prometérselo y suelo cumplir lo que digo, terminaré el mensaje con la prescindible foto. Por cierto, como en el paseo me acompañaba mi hija Abigaíl, tratad de mirad solo al personaje de la derecha, por favor. Seguro que no la miraréis como la miro yo, puesto que siempre ha sido mi nenita (ella entiende el guiño).

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