(V) Diario de un linfoma (menú y amigos)

(V) Diario de un linfoma (menú y amigos)

(V) Diario de un linfoma.

27 de mayo de 2022

Ayer visité el hospital de día de la clínica HLA Puertas del Sur, el lugar que terminará haciéndoseme familiar durante los próximos meses. Jesús, mi hematólogo, todavía no me había confirmado el comienzo de las sesiones de quimio para el martes 31, pero como me venía de Jerez, quise pasarme por allí para confirmar que ese día empiezo. Dos enfermeras muy jóvenes y amables tomaron nota de mi nombre y teléfono y me dijeron que me llamarían el lunes para concretar la hora exacta para empezar, que, según dicen, suele ser a las 10 de la mañana, porque las sesiones son largas.

 

La visita a esa unidad me produjo cierto impacto. Es como me la había imaginado, una sala de unos 100 m2 con sillones a ambos lados donde se suministra la quimioterapia. Hay unos 16 o 18 sillones y esa mañana estaban ocupados por unos 10 pacientes. No había ninguno demasiado joven, prácticamente todos eran de más de 50 años. Las enfermeras tenían puesto un audio de cantos de pájaros que sonaba un tanto artificial, algo muy curioso. No sé si lo tendrán todo el día, espero que lo cambien, porque me parece que puede resultar pesado estar escuchando demasiado tiempo esos sonidos. No eran cuervos, claro está, pero hasta un jilguero cantando durante una hora debe resultar pesado. En fin, Julio, mi compañero me dijo que hasta eso lo tienen estudiado. Los pacientes estaban callados, unos medio dormidos y otros ensimismados en sus móviles. Espero que los vecinos de sillón que me toquen a partir del martes sean más extrovertidos y podamos charlar a ratos, porque si no, las sesiones se van a hacer muy largas.

 

Ayer volví a visitar la tienda de deportes donde compré mis prendas de protección solar y adquirí un sombrero de ala ancha. Era la zona de montaña. Vaya cara de tonto que se me queda con el sombrero. Rectifico, se me queda cara de más tonto. Pero bueno, es lo que hay, más vale tener cara de lelo que dañarme la piel de la cabeza por culpa de la quimio, ya que la tengo un poco estropeada por dentro, vamos a protegerla por fuera.

 

Por la tarde me llegó un email de Jesús, en él me anticipaba el menú del martes 31. Os lo copio:

Como veis empezamos con un entrante de la bahía, la rica Vinblastina, de primer plato consomé de adriamicina, de segundo dacarbacina a la parrila y de postre delicias de bleomicina. Espero que no se me indigeste el combinado.

 

Ahora un poco más en serio, aunque no mucho. Siempre se ha usado como amenaza el dicho: “Como te coja, se te va a caer el pelo”. Parece que los castigos iban acompañados de alopecia. Pues ahora me pregunto por qué todos los tratamientos de QT (son las iniciales que usan los médicos para referirse a la QuimioTerapia) llevan aparejados la pérdida del cabello. ¿Hay que tomarlos como castigo? La bleomicina, la adriamicina y la dacarbacina tienen como efecto secundario la pérdida total del cabello. De poco consuelo resulta que la Vinblastina diga entre sus efectos: “Su cabello puede volverse más fino pero es poco probable perder todo el pelo de su cabeza.” ¡Pero si ya se lo han cargado las otras tres! Tiene guasa que cuando descubrieron los medicamentos que pueden curar el cáncer, estos provocaran la pérdida del pelo. ¿No podía haber ocurrido como con el minoxidil, que se empleaba para controlar la hipertensión y a la vez observaron que hacía crecer el cabello? En fin, menos mal que tengo a mi María del Mar, que con su particular sentido del humor me “consoló” diciendo: “A mí me da igual que se te caiga el pelo, si ya estás medio calvo…”

 

Ahora lo bonito de hoy viernes. Mis compañeros de trabajo del gallinero me habían citado en el instituto a las 10 de la mañana para tomarnos un café. Me los encuentro a casi todos en el departamento con esta sorpresa:



Es una caja llena de frutos secos y otros alimentos ecológicos, acompañada de una preciosa tarjeta con una imagen de todos los miembros del departamento con dedicatoria y firma. Después de dármela, como encima aparezco yo, tuvieron que retocarla para incluir digitalmente a algunos que no aparecían en la foto original. No podían haberme regalado nada mejor, de verdad. Ya me anticiparon que me habían comprado algo y yo me preguntaba. ¿qué me habrán comprado, si tengo de todo? Pues nada, me sorprendieron con algo que es precisamente gran parte de lo que tengo que comer a partir de ahora. Estas “gallinas” están en todo. Los compensaré con un terroncito de azúcar en cuanto me reincorpore. 

 

Lo mejor no ha sido el regalo, sino la hora y media que hemos pasado en el patio charlando mientras tomábamos un buen café de Charo, la compañera del bar del instituto. Tenemos un magnífico patio en el interior del instituto, salpicado de naranjos y otras plantas, fruto de la iniciativa de nuestro recordado Juan Coronel, en el que en estas fechas primaverales da gusto sentarse y disfrutar de la grata compañía de mis colegas. Como siempre, el regalo de nuestro tiempo, aunque solo sean 90 minutos, es mucho más valioso que cualquier obsequio material.



Como podéis comprobar, mi vida está siendo de todo menos insulsa en estas últimas semanas. Claro que no hay que pasar por una enfermedad grave para te lluevan los apoyos y el amor de la gente que se roza contigo, pero si hay que atravesar este tramo de camino pedregoso, bienvenidos son esas demostraciones que te hacen casi levitar a medida que avanzas. 







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