(IV) Diario de un linfoma (dudas)

(IV) Diario de un linfoma (dudas)

(IV) DIARIO DE UN LINFOMA (dudas).

25 de mayo de 2022

Anoche me replanteaba lo de escribir este diario. Anteanoche me hice el valiente y dejé de tomarme el naproxeno. Llevo 3 semanas tan bien que decidí prescindir del antiinflamatorio para ver si mi mejoría ya ni siquiera dependía de él. El caso es que ayer por la tarde volví a sentirme un poco peor, tuve una ligera febrícula, dolor de cabeza y ese malestar indefinido que difícilmente se puede explicar. Recibí una pequeña cura de realidad: no tengo un simple resfriado y el daño en mi sistema linfático sigue latente y agazapado para manifestarse en cuanto le dé la más pequeña oportunidad.

 

Una amiga, Cristina, me decía anoche que si mi diario recogía no solo los momentos de positividad y energía, sino también los malos, no pasaba nada, que de todo se aprende, y compartirlo podría también ayudar a otros. Me acosté dándole vueltas a esa idea. Con estos escritos personales estoy haciendo un desnudo emocional y cuando lo que enseñas es la parte más favorecida de ti, no suele importar, pero cuando tienes que mostrar las cicatrices, cuesta más trabajo. Sé que si sigo contando lo que me ocurra en los próximos días, semanas y meses, tendré que compartir también momentos malos. Ayer escuchaba parte de la conversación que Julia Otero, la locutora de radio, tuvo hace algunas semanas con Jordi Évole. En esa charla fue muy clara y didáctica sobre episodios de su periodo de quimioterapia (ella ha sufrido un cáncer de colon). Dijo algo que me llamó la atención: el buen oncólogo es el que pone a su paciente al límite. La dosis de quimioterapia tiene que ser todo lo fuerte que el enfermo pueda soportar, porque se trata de matar al mayor número de células tumorales. Ella dijo que todos los que pasan por este tratamiento tienen momentos muy duros.

 

Todo lo que Julia decía me hizo darme cuenta de que lo que llevo pasado puede que sea muy poco en comparación con lo que se avecina. No soy de anticipar, de hecho, recomiendo encarecidamente que no lo hagáis. Siempre recuerdo la frase que se atribuye al filósofo francés Michel de Montaigne: “Mi vida ha estado llena de las peores desgracias, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron”. Puede que mis temores no se cumplan, por eso no quiero darle demasiadas vueltas a la cabeza a lo que me queda por pasar (mi mujer, Mª del Mar, lo llama centrifugar y creo que define muy bien lo que pasa por nuestra mente cuando somos incapaces de dejar de darle vueltas a los pensamientos negativos). Dicho lo anterior, también hay que ser realista y no se puede pensar que un tratamiento tan agresivo como la quimio vaya a dejarme pasar por él de rositas. Van a venir momentos complicados con toda seguridad. Y ahí es donde surge mi duda. Quiero que mis escritos sean inspiradores, positivos, motivadores, pero si tengo bajones, no quiero mantener una máscara, como aquellas de los teatros romanos que simulaban una risa perpetua. Esto tiene un ligero inconveniente. No va a resultar agradable para los que me quieren, sobre todo mi familia, leer de mis penurias (si es que no las edulcoro, claro). Bueno, como digo, no anticipemos y vayamos día a día. Tampoco siento ninguna obligación de escribir sobre mí, mientras me resulte terapéutico lo haré, cuando tenga más contras que pros, dejaré de hacerlo.

 

En otro orden de cosas, ayer me compré en una tienda deportiva unos pantalones y 3 blusas que certifican un 50 de protección contra los rayos UVA. Algo común en todas las quimios es que no puede darte el sol. Eso me va a costar y más con los meses de verano por delante. Uno de mis placeres veraniegos es la playa y, sobre todo, nadar en el mar. Descubrí ese placer hace unos 12 años. Empecé a nadar en la piscina cubierta de Ubrique y como me pasa con todos los deportes, me obsesioné (bueno, la palabra es un poco gruesa, diría mejor que me interesé bastante) por mejorar la técnica y hacerlo con la mayor eficiencia en cada brazada. La natación, cuando la disfrutas, produce una sensación única y diferente a otros deportes. Todo el que comienza a nadar sufre, sufre mucho. Al principio cuesta sincronizar la respiración y las brazadas, además de intercambiar la inspiración de la nariz a la boca y la espiración al contrario, por eso, los primeros largos en la piscina resultan extenuantes. Pero una vez que aprendes la técnica de deslizar suavemente por el agua y respirar armoniosamente, nadar se convierte en un verdadero placer, si encima lo puedes hacer en el mar por las mañanas, cuando suele estar más calmado, dicho placer se dispara. El agua salada es mucho más saludable que la clorada y las aguas de las playas de Cádiz, en verano, mantienen una agradable temperatura de 25 o 26 grados. Yo uso una boya inflable que me ato a la cintura, porque como me adentro a unos 200 metros de la orilla, me da miedo que alguna embarcación no me vea, especialmente las motos de agua, y me golpee. También sirve para que si me da un calambre, tenga un flotador al que sujetarme. Todo el que nada en mar abierto debería usar estas boyas. Pues bien, cuando aprendes a respirar y nadar deslizando y con largas brazadas, puedes estar horas haciéndolo, créeme. Si quieres hacer tiempos, lógicamente, te cansarás mucho antes, pero si solo quieres nadar a buen ritmo, pero sin llegar al 100% de esfuerzo, nadar 2 kilómetros en el agua cada día es bastante asequible. Puede llevarte entre 40 minutos y una hora, dependiendo de tu nivel, pero te aseguro que cuando salgas del agua te sentirás tonificado, refrescado; algo cansado claro, pero no tiene nada que ver con, por ejemplo, correr durante el mismo tiempo. No has machacado las articulaciones, el sudor se ha disuelto en el agua y la falta de impacto hace que, en general, sea tu musculatura la que ha trabajado, no tanto tus tendones ni cartílagos. 

 

Acabo de hacer una videoconferencia con Lorena, mi sustituta en el instituto. Llevamos un par de semanas usando Zoom para asesorarla sobre mis clases y mis responsabilidades como coordinador de la F.P. a Distancia, labores en las que ha tomado mi relevo. Ya se lo he dicho a ella, pero no me canso de repetirlo. ¡Qué suerte he tenido con ella! Es muy despierta y pilla al vuelo todo lo que le explico. Mis funciones docentes son un poco particulares porque imparto y coordino la F.P. a Distancia y somos pocos los que nos dedicamos a esto en Andalucía, por lo que temía que la persona que me sustituyera no tuviera mucha destreza con las herramientas informáticas y le costara adaptarse en tan poco tiempo y en unas fechas tan críticas, como son las de final de curso. Ella lo ha hecho de matrícula de honor. Me ha descargado de preocupación y no sabe cuánto se lo agradezco. 

 

Por otra parte, durante la videoconferencia he podido ver un rinconcito de mi puesto de trabajo y a 5 o 6 de mis compañeros de instituto asomarse a la cámara para mandarme besos con una amplia sonrisa. Tardaré meses, en el mejor de los casos, en volver a sentarme en la “pecera” (le llaman así a nuestro despacho porque tiene un cristal amplio que lo separa del “gallinero”, que es como le llamamos a la parte más amplia de nuestro departamento). Llevo 30 años en el mundo docente y 22 en el I.E.S. Los Remedios. En los últimos 14 impartiendo F.P. a Distancia y rodeado de unos 15 compañeros que forman un clima de trabajo de lo más inspirador. Cada mañana de esos 22 años ha sido un placer aparecer por el instituto y particularmente en esos últimos 14 hacerlo en el departamento de Administración. Un día haré un breve esbozo de cada uno de los que lo componen actualmente, pero si algo destaca en conjunto es el buen humor y el ambiente de colaboración entre todos. Nos reímos muchísimo y la complicidad entre nosotros es evidente. Si me leen algunos de mis compañeros, ya sabéis, que no baje el listón en mi ausencia, el gallinero tiene que seguir siendo la islita feliz del instituto.

 

Gracias si has llegado hasta aquí, hoy me he explayado un poco más. En este día fresco de mayo, un poco antes del mediodía, mis planes son comer con mi hija Abigaíl y su esposo Jose, echar una siestecilla corta, porque vienen a instalarme un aire acondicionado en el dormitorio del piso a las 4:15 y probablemente dar un paseo más tarde por un lago que hay cercano a nuestro piso de Jerez. La vida siempre esconde un planazo, aunque sea tan sencillo como este.





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