¿Tenemos arreglo?

¿Tenemos arreglo?

8 de noviembre de 2023

Hace casi 3 semanas que no escribo y no ha sido por falta de noticias que comentar, lamentablemente, casi ninguna buena. El mundo sigue agitado por múltiples frentes altamente preocupantes. En la llamada Tierra Santa, nada parece hacer méritos para esa denominación. La palabra santo, en hebreo, significaba, entre otras cosas, limpio, y la simbolizaba el color blanco. Hoy esta tierra sigue manchada por la sangre de miles de inocentes.

En nuestro país, los políticos siguen tirándose los trastos a la cabeza. Ahora es una amnistía y las concesiones a los partidos que tienen que apoyar la investidura de Sánchez lo que lleva a maltraer a unos contra otros. El fango de la mentira y los intereses partidistas desacreditan las posiciones de la mayoría, porque todo vuelve a ser un simple juego de estrategia para no perder posiciones.

Respecto a la sociedad en general, una encuesta publicada en El País hace 3 días sobre las principales preocupaciones de los encuestados arrojaba el siguiente resultado: 1) las crisis de inflación que encarecen el coste de la vida, 2) los conflictos bélicos (Israel/Hamás, Ucrania…), 3) el cambio climático y los desastres naturales, 4) el terrorismo internacional, 5) las crisis energéticas y de recursos, 6) el aumento de los populismos en el mundo, 7) los flujos migratorios, 8) las pandemias y 9) los ciberataques a sistemas claves, por ese orden, eran los asuntos que más ansiedad generaban en ellos.

No me sorprende que entre ansiedad, desánimo o pesimismo, se lleguen a cotas del 80% en el ánimo de las personas por los problemas citados. Ciertamente vivimos en un mundo bastante agitado.

Permítanme que en medio de esta situación, aborde el panorama desde mi óptica de creyente cristiano. En España todavía es mayoritario, aunque solo rozando poco más del 50%, el porcentaje que se declara como tal. Aunque el resto no se autodenomine así, sin duda está influenciado por una cultura católica de siglos, que aunque sea por la tradición y las costumbres, sigue afectando a la forma en que nos comportamos.

El cristianismo surgió en una época de bastante desesperación también. Ya expliqué en otro de mis posts que Judea era un hervidero de luchas intestinas entre las facciones judías y ocupación despiadada por parte del imperio romano, cuando Jesús predicó en la primera mitad del siglo I durante 3 años y medio. Su mensaje transmitía esperanza: el reino de Dios traería algún día la paz a la Tierra, se haría su voluntad como en el cielo. Puede parecer que esas palabras quedan tremendamente lejanas.

Después de que se formaron las comunidades cristianas, décadas después de la muerte de su fundador, el cristianismo quedó en manos de numerosos dirigentes que acabaron apartándose del espíritu del evangelio. Con el tiempo, surgió el Islam que decía hundir también sus raíces en los valores bíblicos. Siglos de guerras “santas” por parte de todos los bandos que decían recibir el respaldo divino acabaron con la vida de millones de personas y, casi lo que es peor, con la fe de muchos más. 

Esta semana pasada, el informe del defensor del pueblo, amparado por los votos mayoritarios de los partidos políticos (esta vez sí se pusieron de acuerdo los dos principales) presentaba un resultado desolador. Si se extrapolan los porcentajes de los 8.000 encuestados a la población en general, más de 400.000 españoles sufrieron abusos sexuales dentro de las instituciones católicas. Sin duda, los llamados admiradores de Cristo (los musulmanes también lo consideran un gran profeta), con su comportamiento alejan a Dios de sus feligreses. ¡Qué bien lo expuso Jesús cuando les dijo a sus oyentes sobre los fariseos (líderes religiosos de su época): “Ustedes deben hacer todo lo que ellos digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque enseñan una cosa y hacen otra.” (Mateo 23:3).

Pero, a pesar de este enorme paréntesis de casi 2.000 años, ese reino del que habló Jesús, sigue despertando la esperanza de muchos que, como yo, creemos que será la única solución a este caótico mundo. ¿Ilusos, ingenuos, anacrónicos, alienados? Táchennos como quieran, pero para los que nos resulta tan evidente la existencia de un originador de la vida, nos negamos a pensar que no pueda enderezar el rumbo de este mundo a la deriva. Anteayer me decía un compañero de trabajo: pues que sea pronto. La verdad es que “pronto” es una palabra que tiene distintos significados para seres que vivimos tan relativamente poco, en un universo de millones y millones de años, pero aunque no podamos cuantificar en meses, años o décadas ese “pronto”, desde luego no le estamos dando mucha oportunidad a Dios para que se tarde, si lo hiciera, “pronto” ya no estaremos para que nos arreglen. 

 

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