LAS HERIDAS DEL AMIGO.

LAS HERIDAS DEL AMIGO.

Autor foto: Chapendra Licencia: CC BY-NC 2.0 Deed

20 de noviembre de 2023.

Desde joven he recibido clases de oratoria en las reuniones que los testigos celebramos semanalmente. En ellas ofrecíamos discursos de 5 minutos sobre un pasaje bíblico o una pregunta o tema sobre el que presentar una información al auditorio que resultara instructiva. Después de cada participación (nosotros le llamamos asignaciones) el conductor de la reunión ofrece algún consejo relacionado con diferentes puntos a tener en cuenta para una buena presentación oral: modulación, gestos o ademanes, contacto visual con los oyentes, uso de bosquejo o guion, etc. 

Cada 3 meses teníamos una asamblea de circuito en la que a algunos nos escogían para presentar esas asignaciones delante de un auditorio más amplio, que podía llegar a unas 2.000 personas. Nunca se me olvidará una de estas, en el pabellón Andrés Estrada de Huelva, en el que después de presentar mi disertación de 5 minutos, el conductor, un experimentado compañero de origen alemán, me corrigió y me puso a trabajar en el punto de la oratoria que había intentado desarrollar sin el suficiente éxito. ¡Esa enmienda me la hizo delante de los casi 2.000 asistentes! En todos aquellos años, muy pocas veces vi que no se considerara bien trabajado un aspecto que previamente el estudiante se había preparado, pero a mí me tocó recibir aquella corrección públicamente.

Esta semana leía un pasaje del libro de Proverbios que siempre me ha gustado, y que trajo a mi memoria lo que acabo de contar. En Proverbios 27:5,6 dice: “Es mejor la corrección expresada que el amor oculto. Las heridas causadas por un amigo son fieles, pero los besos del enemigo son muchos.”

Vivimos en un mundo donde pocos nos dicen la verdad. Somos tendentes a criticar y exponer las debilidades de otros ante terceras personas y pocas veces lo hacemos con el protagonista directamente. Es humano pensar que mientras que un elogio siempre es bien recibido, una corrección no lo es tanto. Evitamos perder amistades, o pensar que lo haremos, siendo francos con nuestros amigos y exponiéndoles sus carencias o aspectos a mejorar, pero si nos armamos de valor y lo hacemos, estaremos aplicando un valioso filtro a nuestras relaciones. Quien de veras nos aprecia, también lo hará con nuestras observaciones, si estas se presentan con educación y tacto. Del mismo modo, quien nos rechaza por este motivo, pone en cuestión si merece la pena seguir con esa amistad.

Acababa de abandonar la adolescencia cuando un buen amigo, unos cuantos años menor que yo, recibió de mi parte un consejo que no sé si atesoró con el tiempo o simplemente lo enojó aunque no me lo expresara. Era una persona de indudables valores espirituales, pero en el plano físico sufría de algo común en los jóvenes varones, las feromonas a flor de piel o lo que diantres fuera, le hacían desprender un olor a sudor bastante desagradable. Todos los amigos comunes lo comentábamos, pero ninguno se atrevía a decírselo. Yo, con el respaldo de la idea proverbial de que “las heridas causadas por un amigo son fieles”, me armé de valor y hablé con él.

Tengo que decir, que el mismo consejo lo había recibido yo de mi Rubi algún tiempo antes. Le dije con todo el tacto que pude que su olor corporal tenía un gran margen de mejora. Él me reconocía que podía aumentar la frecuencia de las duchas, pero yo le alumbré algo que cambió mi fragancia corporal, el uso hasta entonces desconocido de los desodorantes. No sé cómo recibió internamente mi consejo, pero externamente no expresó rechazo. El caso es que me sentí bien por haberle expuesto en privado lo que antes habíamos hecho lejos de sus oídos. Para los curiosos de la historia: mi amigo dejó de resultar pestilente, seguramente descubriría la fidelidad de aquel desodorante que repetía en su publicidad machaconamente: Rexona, no te abandona.

Es mejor la corrección expresada que el amor oculto, así empezaba el proverbio ya citado. El afecto que nunca se expresa tiene el mismo efecto que la anestesia a un cadáver. En contraste, la corrección puede ayudarnos en muchos sentidos. Claro está que mucho dependerá del que la recibe. Otro pasaje bíblico recoge lo que Pablo les dijo a los Gálatas en el capítulo 4, versículo 16: “¿Y ahora soy su enemigo porque les digo la verdad?. En la carta que les escribió tuvo que ser franco y exponer conductas que eran del todo inapropiadas, trató de corregirlas y los animó a actuar conforme a lo que habían aprendido de su maestro, Jesús. Si esas sinceras palabras lo convertían en su enemigo, flaco favor se estaban haciendo a sí mismos. 

Escuchar con mente abierta la sugerencia de un amigo, aunque no nos guste hacerlo, cuando trata de enderezar un comportamiento desacertado por nuestra parte, puede ser la puerta a unas relaciones más sanas, abiertas y sinceras. A mí no es que me hiciera gracia que aquel alemán me corrigiera delante de un auditorio tan amplio. Tengo que decir en su descargo que las instrucciones recogían que el consejo de oratoria se tenía que hacer así, en público, y también que lo hizo con tacto y elogió otros aspectos de mi presentación que fueron acertados. No me quitó el sueño para nada aquel episodio y, de hecho, le agradecí su valor y franqueza.

En definitiva, creo que debemos agradecer contar con esos valientes amigos que en alguna ocasión se atreven a indicarnos cómo podemos mejorar. Cuando lo hacen desde el cariño que nos dispensan, sus consejos deberían ser siempre bien acogidos. El camino más corto entre dos personas debe estar libre de intermediarios.

Hace 3 años me encontré de nuevo al compañero alemán del que he hablado en otra situación de aprendizaje, esta vez en un curso de 5 días en el que él era ponente. El primer día, al terminar la sesión le dije en tono jocoso: “Werner, hace unos 30 años me corregiste en público delante de más de mil personas en una asamblea de circuito. Todavía no te lo he perdonado.” Él me contestó sonriendo: “Vaya, lo siento, pero no me acuerdo de nada”. Evidentemente, ¡cómo se iba a acordar!, pero yo no he olvidado su valiente franqueza y 3 décadas después sigo considerándolo un buen amigo.

 

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