Solo cabe esto en mi maleta.

Solo cabe esto en mi maleta.

31 de diciembre de 2023

Termina un año que voló más acelerado que los anteriores. Siempre es la misma sensación a medida que completo giros al sol. El pasado 31 de diciembre le pedí a Dios un semestre de tregua en mis penurias. No obtuve su beneplácito, porque, de hecho, no debí habérselo pedido. Creo que a veces nos escucha, si imaginamos un rostro, con una mueca de sonrisa en los labios recordándonos que no le pidamos mucho más que fuerzas para sobrellevar las dificultades, porque las soluciones definitivas y personalizadas vendrán, pero no ahora.

Empecé 2023 de la peor de las formas, perdiendo temprano en la mañana a mi querido amigo Diego. Durante casi todo este mes me he levantado contando los días que faltaban para tan funesta efeméride. No sé muy bien por qué, pues intento no recrearme en las desgracias. Aún así, creo que no ha habido un solo día de este año que acaba en el que no me haya acordado de él, y lo seguiré haciendo hasta que nos volvamos a encontrar.

Lo que suponemos para los demás queda patente cuando desaparecemos. Todos ocupamos un hueco en ese panel lleno de pequeñas piezas que decora nuestras vidas. Se me viene a la cabeza la fábrica de cerámica que visitamos hace pocos días en Fez. Para mostrarnos la dificultad del trabajo artesano, nos enseñaron a aprendices y maestros trabajando lado a lado en la fabricación de mesas, alicatados y grandes vasijas hechas por miles de piececitas geométricas talladas cada una de ellas a mano. Usaban unos pequeños martillos de punta fina y plana con los que iban golpeando las figuras triangulares, cuadradas, hexagonales, en forma de estrella y muchas más. Unas eran más grandes que otras, pero a todas se las disponía en la superficie a decorar con una especie de jabón, al revés, para luego pegarlas y terminar de cocerlas formando esas piezas tan características de la artesanía árabe.

En un panel formado por cientos o miles de esas piezas, se notaría que una de ellas desapareció… pero no todas son iguales. Algunas figuras estaban rodeadas por piezas más diminutas que las hacían formar como una especie de sol rodeado de pequeños planetas. Diego era el centro de uno de esos sistemas. Su ausencia la notan todos los que estábamos en su cercanía circundándolo.

Este año también supuso la desaparición de mi querido padre. Él era igualmente una bonita piedra esmaltada decorativa que encajaba en el mosaico de mi vida. No dejó en mí la ascendencia cultural o intelectual de Diego, pero con su ejemplo me inculcó otros valores del mismo modo valiosos que me acompañan desde que nací. Su humilde huella en el entorno que le tocó vivir también ocupará el digno lugar que todas las buenas personas merecen. ¡Qué difícil es pasar por la carretera nueva y girar a la izquierda para salir del pueblo sin echar en falta a la derecha su figura, siempre erguido, apoyado en su bastón y mirando pasar a la gente desde su privilegiada terraza!

Después de la trascendencia que tienen dos decesos tan señalados, todo lo demás queda en un segundo plano, pero no han faltado sobresaltos de distinto calibre.

No pretendo abandonar mi postura vital de ver siempre la botella medio llena, por eso este 2023 deja también párrafos a subrayar. Uno nada despreciable es que después de un 2022 de fiebre, dolor, pinchazos, náuseas y quimioterapia, el 2023 solo me ha traído un episodio fugaz de COVID y esta faringitis aguda que parece remitir con los antibióticos. En esas 4 ITV trimestrales que pasé, como llama mi hermana a la visita al oncólogo-hematólogo, tras revisar analíticas y estado físico general, me han dado la pegatina para seguir circulando con normalidad.

He recuperado mi habitual vida laboral, y tanto el trato con mis queridos compañeros como con los nuevos alumnos que me han tocado ha vuelto a ser una experiencia agradable. 

He podido seguir practicando mi deporte favorito: el tenis, además de la natación, baloncesto, futbito. Como me recuerda tan a menudo mi monitor y amigo Jose, parece que lo que me han metido por vena me hace incluso jugar mejor que antes. Gracias a Dios no siento en mi cuerpo los efectos de tanto veneno cuando lo someto a esfuerzos intensos y prolongados.

Y, como siempre, lo que ha demostrado ser el efecto más positivo en lo que llaman felicidad personal, la socialización, rodearnos de personas que compartan objetivos, valores, planes y propósitos, sigue también ocupando un pilar fundamental en mi estructura. Siguen ahí mi querida Rubi, mis hijas, yernos, suegros, hermanas (y sobrina-hermana), y todos los demás en el rango de parentesco. En otro nivel distinto al familiar pero tan importante y cercano, ese amplio ramillete de amigos-hermanos que me acompañan desde hace tanto.

Resumir un año y escoger lo que valió la pena es un ejercicio difícil, porque el valor que damos a las cosas es de lo más subjetivo que existe. Pero ahora que he comprobado, a mi regreso de Marruecos, cómo las compañías aéreas cobran cada vez más por el equipaje que llevas y te limitan dimensiones y pesos, me imagino que el 31 de diciembre apareciésemos por el control de seguridad del aeropuerto con 10 maletas inmensas llenas de todas nuestras vivencias, adquisiciones, recuerdos, trifulcas, viajes, enfermedades, comidas, encuentros, desencuentros, en fin, de todo lo que supuso ese año para nosotros, cada una de estas cosas en forma de baratijas y souvenirs de los que venden en el mercado de una medina marroquí.

Sigamos imaginando ahora que el oficial de turno que nos recibe nos dice que solo nos deja llevarnos lo que quepa en una maleta de 55x40x20 y 10 kilos de peso, de esas que podemos llevar en la cabina de vuelo. Tenemos para elegir prácticamente un puñado de cosas de todas esas 10 maletas. Aparece un precioso reloj de pared que representa el dinero que incrementó nuestra cuenta corriente, pero pesa 5 de los 10 kilos permitidos y ocupa casi toda la maleta. Bah, mejor dejarlo fuera. Una piedra volcánica negra representa esa fea discusión que tuve con un familiar al que dejé de hablarle. Ella sola pesa 15 kg., fuera. Igual de voluminosos son el camello de porcelana que representa el viaje a ese destino idílico, la alfombra de terciopelo que equivale a las cómodas visitas al spa, el jarrón de los planes que se torcieron, el espejo de forja que refleja los paisajes maravillosos que contemplé, el fino pañuelo de seda de 10 m. que los bereberes enrollan en su cabeza simbolizando los sensuales momentos de intimidad.

En otras maletas siguen saliendo una caja de dátiles como resumen de todos los manjares consumidos, unas ornamentadas babuchas marroquís por todos los ratos de deporte, una mesa desmontada con una placa de basalto llena de fósiles simbolizando los espectáculos que presencié, una vasija de barro moldeada a mano por las horas de trabajo, puñales decorados con piedras por las traiciones sufridas, una caja de dulces por los ratos de risas, así seguirían apareciendo utensilios, figuras y recuerdos que simbolizan fracasos, aciertos, amores, desamores, friegas y refriegas, momentos de paz y de incertidumbre, anhelos, logros, sueños cumplidos y sin cumplir, momentos oscuros y otros brillantes. Un año es un compendio de ese arcoiris que abarca todos los colores que percibe nuestra retina.

Al final, el policía no te va a dejar pasar nada más que con 4 o 5 cosas, que son las que caben en la maleta y no superan el peso máximo permitido. ¿Con qué te vas a quedar? Yo quiero continuar en la vida como decía Machado, ligero de equipaje. Echaré un bonito peluche que representa el amor de mi familia, un reloj de arena que mide el tiempo de calidad que dediqué a las personas que aprecio, un pequeño collar con una piedra de lapislázuli que significa el valor que le otorgué a mi dignidad personal, un pequeño metrónomo de madera barnizada que en cada balanceo trae a mi memoria los momentos que viví el presente y una brillante y fina cadena de oro que me recuerda que la relación con mi Creador igual de preciosa, lo es de frágil si la tensiono.

 

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