¿Me lo creo o no?

27 de julio de 2025.
¡Qué fácil y barato resulta mentir! En las últimas semanas me ha dado por ver vídeos en Facebook como pasatiempo. Es increíble cómo se te puede pasar el tiempo arrastrando el dedo por la pantalla y visualizando vídeos cortos unos detrás de otro. El algoritmo que controla lo que te gusta, aunque yo no le dé a la manita con el pulgar hacia arriba casi nunca, te ofrece más de lo mismo relacionado con lo que observas durante algunos segundos.
El caso es que por mi pasada enfermedad y todavía en periodo de revisión, la plataforma suele ofrecerme vídeos relacionados con el cáncer. Es increíble lo variopintos que son los contenidos: lo mismo te sale un oncólogo hablándote de las bondades de los últimos tratamientos con quimioterapia, como un supuesto médico defendiendo justo lo contrario, que ni se te ocurra ponerte el veneno de la quimioterapia y que acudas a alternativas mucho mejores. Uno de ellos decía que cada cáncer viene detrás de un trauma vivido y lo que hay que hacer es curar ese trauma para que remita igualmente la enfermedad.
En otros campos hay quien te dice que los carbohidratos son un veneno y otro lo contrario, que tienen que seguir formando una parte porcentualmente sustancial de nuestra dieta. En el aspecto del ejercicio, lo mismo, hay que entrenar sobre todo fuerza y otro dice que la resistencia.
En aspectos ideológicos, como feminismo, capitalismo, y otros, ¿qué vamos a contar? Tres cuartos de lo mismo, los polos extremos surgen en las redes con la misma profusión que los hongos con la humedad.
Luego está el abanico de bulos. Por citar uno de los últimos que ha llevado al presidente de Francia a denunciar a una influencer estadounidense por difundir en su canal con millones de seguidores que la esposa del mandatario es, en realidad, un hombre.
Mi pregunta es ¿cómo puede existir tanta impunidad por defender de forma torticera la libertad de expresión? Mentir no debería salir tan barato. ¿Por qué no se condena a pagar 100.000 euros, por poner un ejemplo, al que divulgue una información que se demuestre como falsa? A mí no me resulta tan complicado de aplicar. Que tú te atreves a decir que mi mujer es un hombre. Cuando yo demuestre con informes médicos ante un juez que eso es falso, 100.000 del ala, y si no los tienes, embargos que te crio. Que dices que los ecuatorianos de Sevilla son responsables del 80% de los robos. Cuando el informe de la policía de la ciudad eche por tierra esa afirmación, otros 100.000.
Más difícil resulta demostrar la falsedad de ciertas afirmaciones médicas, y ahí se esconden algunos aprovechados que se atreven a tirar por tierra vacunas, antibióticos, radiografías, quimioterapias y todo tipo de descubrimientos que han contribuido decididamente a que seamos la generación con mayor esperanza de vida que haya existido. Para estos terraplanistas que campan a sus anchas por el ciberespacio no tengo muy claro la solución, pero siempre que haya prueba fehaciente de una falsedad flagrante, les aplicaría el mismo jarabe de los 100.000 euros. Al final, a casi todos, lo que más nos duele es el bolsillo.
Hace poco vi la película “El ministro de propaganda”, que reflejaba el papel de Goebbels en el régimen nazi. El ínclito y perverso gobernante se frotaría hoy las manos con lo que podría obtener de las redes sociales. Fue a base de panfletos, películas, discursos emitidos por radio y documentales que logró satanizar a los judíos y otros grupos, como los testigos de Jehová, para que la población aprobara su masacre. Hoy seguramente hay otros Goebbels detrás de esa caterva de producciones audiovisuales llena de basura, bulos, imprecisiones y datos tergiversados con el fin de dirigir la opinión de los grandes grupos.
¿Y cómo combatir, a título individual esta oleada de desinformación? Pues no tengo desde luego la fórmula, pero sí sé lo que contribuye a crear una opinión formada. Algo importante es crear un pensamiento crítico que cuestione buscando hechos en todo lo que se nos enseña. Pongo un ejemplo personal. Cuando me diagnosticaron el linfoma de Hodgkin, claro que investigué el tratamiento que se me propuso. El consenso médico decía que con quimioterapia combinada existía un 70% de posibilidades de curación. En el estadio avanzado de mi enfermedad tuve claro que no ponerme el tratamiento me habría llevado a criar malvas en pocas semanas o meses.
Que me venga un cantamañanas a decirme que, en lugar de ponerme en manos de oncólogos y hematólogos con amplia experiencia y evidente desempeño desinteresado en curarme, me vaya a un pseudo-coach que me trate un trauma no resuelto, me resulta como poco ofensivo, sobre todo, porque pocas reclamaciones le habría podido poner desde el fondo de un nicho.
¿Quiere decir lo anterior que la quimioterapia no sea un tratamiento agresivo y exento de efectos secundarios? Por supuesto que no, y seguramente será sustituido en un futuro por otros mucho menos lesivos, pero a día de hoy, los datos, hechos e historiales médicos dictan que es imprescindible si los enfermos de muchos tipos de cáncer queremos tener alguna esperanza.
En definitiva, investiguemos, busquemos hechos, datos contrastados, observemos el historial científico y médico que hay detrás de medicamentos, tratamientos y procedimientos. Como entremos en la rueda enloquecida de conspiranoias, bulos y datos excepcionales sacados de contexto, apañados vamos.