Éfeso-Patmos-Éfeso.

Éfeso-Patmos-Éfeso.

4 de septiembre de 2025.

La isla de Patmos es un bonito enclave del mar Egeo. Su población no llega a 3.000 habitantes y el puerto de Skala, su principal asentamiento, está en un estrechamiento del terreno que, a solo 500 m., ofrece otra orilla al mar en la dirección contraria. Es mucho menos turística que Santorini o Mykonos, pero guarda el encanto de otras ínsulas griegas de casas blancas. 

Vista Patmos desde el Monasterio de San Juan.

Al bajarnos del crucero que nos estaba llevando por distintos puertos del mar Egeo, nos bajamos casi la totalidad de los 1.200 pasajeros. Teníamos solo hasta las 21:30 para regresar al barco y llegamos sobre las 17:00. Al no haber contratado ninguna de las excursiones que ofrecía la empresa del barco, teníamos que buscarnos la vida para encontrar cómo llegar a los sitios de interés para visitar. 

Yo había concertado por Internet en otros puertos la excursión, como ocurrió en la visita a Éfeso, obteniendo unos precios mucho mejores. Ir a esta ciudad antigua con Efe, el guía, nos había costado 22 euros por persona, desplazamiento incluido, lo que es toda una ganga, ya que cualquier free tour por una ciudad conlleva una aportación de 10 o 15 euros, sin desplazamiento alguno. La excursión concertada del crucero cuesta entre 70 y 100 euros por persona. 

Aquí en Patmos teníamos la intención de visitar el Monasterio de San Juan y la Cueva del Apocalipsis. El primero es un precioso monasterio medieval que conserva en su pequeño museo una copia en pergamino del evangelio de Marcos del siglo VI. Está en la cima de la colina más alta de la isla y desde allí se divisa una vista preciosa de toda la isla y su puerto.

Manuscrito de Marcos del siglo VI

Bajamos del crucero y los que no llevábamos la excursión contratada nos movíamos presurosos por las calles del puerto buscando un taxi, autobús o cualquier otro medio de transporte para recorrer los 5 kms. que nos separaban del monasterio. No era demasiado para hacerlo andando, pero al tener que recorrer una pronunciada pendiente y con temperaturas de más de 30 grados, no parecía una empresa apetecible. Preguntamos para alquilar unas motos, pero no lo hacían por horas, así que vimos una parada de autobús y justo en ese momento circulaba uno que pasaba por el monasterio. La conductora me dijo que llegaba hasta él, pero el que cobraba los billetes nos mintió diciéndonos que no. En realidad era para dejar pasar primero a los que iban a hacer un recorrido más largo y luego, si había sitio, dejar pasar a los que iban al reclamo turístico. Conseguimos entrar en el bus, pero tuvimos que hacer los 5 kms. de pie.

Patmos tenía un significado especial para mí y los que me acompañaban ya que el apóstol Juan, sobre el año 96, estuvo exiliado allí, según él mismo indica, “por hablar acerca de Dios y por dar testimonio de Jesús” (Apocalipsis 1:9). Los primeros pasos del cristianismo no resultaron nada fáciles. Como vimos en el caso de Pablo y la tremenda oposición que enfrentó en Éfeso, ahora Juan también resultaba víctima de la persecución a la nueva creencia. 

El monasterio ortodoxo se construyó en el siglo XI para conmemorar la estancia del apóstol, pero lo que más me apetecía era visitar la llamada cueva del Apocalipsis, una gruta que se encuentra a poco más de un kilómetro del monasterio. Según la tradición, fue en ese pequeño sótano rocoso donde Juan recibió de un ángel lo que reflejó por escrito en el último libro de la Biblia, Apocalipsis, un relato mayormente simbólico y profético que contiene enigmas sobre los que se ha investigado durante siglos. Es para los cristianos un libro lleno de esperanza, pues habla del futuro que le espera a la humanidad y poco tiene que ver con la connotación que ha llegado a tener su nombre: destrucción, caos o cataclismo, es más bien una ventana hacia un porvenir brillante.

Cuando Juan estuvo allí preso debía de pasar de los 90 años y, según la tradición, fue liberado por el emperador Nerva. Un par de años más tarde, en torno al 98, escribió su evangelio y parece que murió, ¿adivina dónde?, nada menos que en Éfeso, cuando gobernaba Trajano, el emperador “sevillano” que nació en Itálica y que, por cierto, mandó construir una famosa fuente que lleva su nombre en la ciudad donde murió el apóstol y que inmortalicé en una de mis fotos que adjunto.

Fuente de Trajano.

Sentado en unos bancos que han habilitado en la cueva miré a la ventana que se encontraba a mi izquierda. Como decía mi amiga Ana, si realmente fue allí donde estuvo preso, por lo menos tenía una vista preciosa al mar. Cerré por un momento los ojos y quise creer que por unos minutos estuve en el mismo sitio que habitó otro de los personajes que han influido en mi forma de ver la vida, al haber leído sus escritos y conocer con detalle una parte importante de su historia. Los viajes pueden llegar a ser la culminación física de los lugares a los que te llevó antes la imaginación.

Ventana en la Cueva del Apocalipsis.

Dejar aquella isla y alejarme de su puerto me dejó un regusto agradable y ahora mismo es dulce en mi paladar, pues acabo de comerme un pastelito típico que le compramos a una amable repostera de la isla. La mujer, de algo más de 50 años, había vivido toda su vida allí y me dijo que a ella le gustaba mucho el sitio que le había tocado habitar. Su dulce hecho casi en su totalidad de almendras, con forma de alfajor y recubierto de miel, trae a mi recuerdo esa calmada isla que, aunque se ignore, tiene un pequeño porcentaje que ver con nuestra cultura cristiana de occidente.






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