(97º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Papeletas que se siembran!)
3 de septiembre de 2022.
Hoy pretendo ser más breve que de costumbre, me he levantado bastante bien y voy a aprovechar para realizar tareas domésticas: limpiar y cocinar, fundamentalmente. Anoche me tomé un Noctamid y la verdad es que he dormido bastante relajado. Ha contribuido la fresca temperatura de la noche, que se ha mantenido en torno a los 19 grados y me ha permitido dormir con las ventanas casi cerradas y arropado.
Por la tarde, casi al anochecer, salimos a dar un paseo Roberto, Gema, Antonio, Ana y yo. Rubi bajó a ayudar a su padre a acostar a mi querida suegra y, previamente, darle su pastilla y la cena, ya que se convierte en una batalla, para mi pobre suegro, hacerlo por las noches. En su mente enferma por el Alzheimer, no hay quién la convenza de que su marido no quiere envenenarla cuando le pone la comida por delante o le insiste en tomarse un medicamento. Su hija, a la que reconoce todavía, es la buena de la película que no tiene esas pérfidas intenciones.
Otra vez las puestas de sol merecían una foto que inserto aquí. No me digáis que no merece la pena extasiarse contemplando una belleza así.
Uno de los motivos por los que escribo este diario sigue siendo hablar del cáncer que me ha tocado. Sí, porque hay veces que esto es una simple toca. Todos tenemos una serie de papeletas para participar en el funesto juego que consiste en que un día te comuniquen que eres el “afortunado” receptor de un macabro premio. Yo, que nunca he participado en ningún juego de azar, contra mi voluntad, tengo, como todo el mundo, unos décimos guardados que pueden agraciarte con una sorpresa que no espera a la Navidad, Año Nuevo, ni ninguna fecha concreta. Esta es la lotería del Niño, del Adolescente, del Adulto y del Anciano. Esos boletos que todos guardamos en ese cajón que casi nunca abrimos, van creciendo a medida que pasamos hojas en el almanaque. Son como esa bandeja que tengo en la estantería de mi escritorio en la que voy acumulando los papeles que, cuando pasa algún tiempo, archivo en sus correspondientes carpetas.
Un número de esas papeletas tenemos que conservarlas, porque aunque las destruyamos quemándolas, vuelven a aparecer de nuevo en el mismo cajón. Nadie sabe por qué, pero, por arte de magia, las participaciones en la lotería del Cáncer, son inherentes al hecho de estar vivos. Hace un par de semanas, sin embargo, un importante estudio volvía a recordarnos que hay distintas formas de destruir un buen número de esas participaciones y evitar que aparezcan de nuevo. Un oncólogo francés, Thierry Philip, aseguraba que “si los europeos menores de 20 años dejasen mañana de fumar, la mortalidad por cáncer se reduciría a la mitad en 50 años”. ¡Vaya, los adolescentes de hoy pueden acabar, con un solo gesto, de un plumazo, con la mitad de sus papeletas! Pero, ¿cómo consigues que un joven de menos de 20 se ponga a pensar a 30 años vista?
Hace 2.000 años se escribieron estas palabras: “No se engañen: nadie puede burlarse de Dios. Porque lo que uno esté sembrando es lo que cosechará.” (Gálatas 6:7). Para los que creemos en un originador de la vida, también lo vemos como el legislador de las reglas que nos regulan. Una de ellas es esta pertinaz norma de que es imposible cosechar maíz, si lo que siembras es trigo. Como también dijo Jesús: “Nunca se recogen uvas de los espinos ni higos de los cardos, ¿verdad?”. En el estudio que publicó “The Lancet” la prestigiosa revista médica de distribución semanal, aseguraba que “casi la mitad de las muertes por cáncer que se produjeron en el mundo en 2019 (4,45 millones), se deben a factores de riesgo evitables, como el tabaco, el alcohol, la obesidad, la polución, las dietas poco saludables o la exposición laboral a elementos nocivos como el amianto, entre otros.”
Alguien puede pensar, pues tú ya nos has contado que no has fumado nunca, no te has emborrachado, has estado siempre delgado, vives en un entorno sin contaminación, comes de forma sana y tu trabajo no te expone a carcinógenos, aun así ¡estás con cáncer! Que sí, hombre, que eso es cierto, que estamos hablando de eliminar el 50% de las papeletas, pero el otro 50% siguen ahí para todos. A mí me ha caído el gordo de ese montón. Pero ¿te parece poco quitarte de encima la mitad? Aunque me leas y no seas de números, creo que esta simple regla de tres la entiende todo el mundo: si acumulas el 100% de las participaciones y yo me quito de encima la mitad, tú tienes el DOBLE de posibilidades de que el bicho te pique. ¡¿Te parece poco?!
Volvamos a las labores agrícolas de siembra y siega. Yo estoy en la mitad de mi sexta década de vida, mi margen de maniobra, para lo que me resta de vida, está muy limitado, las semillas que esparcí en las 5 anteriores están produciendo la mayor parte de sus frutos ahora, pero los que se encuentran en la primera o la segunda, tienen la extraordinaria oportunidad de decidir qué es lo que quieren que germine en sus campos y las cosechas que están dispuestos a recoger en sus años venideros. Los expertos ya les están diciendo cómo eliminar de sus terrenos esas hierbas que ahogan a las plantas excelentes, cómo evitar muchas de las plagas que pueden arruinar sus cosechas. Los grandes hábitos se adquieren en la juventud y pueden acompañarnos el resto de nuestras vidas.
Tampoco hay que obsesionarse con la salud, toda fijación en objetivos que muchas veces escapan de nuestras manos, no es buena. Simplemente se trata de incorporar rutinas y hábitos que, además de saludables, resultan placenteros cuando se convierten en nuestros compañeros de viaje. El deporte, los alimentos sanos, incluyendo bebidas no alcohólicas, y otras actividades que estimulan nuestro sistema inmunológico y nos ayudan a mantener un estado de ánimo positivo, son placenteras. Las conductas autodestructivas tienen un componente de satisfacción inmediata pero exigen un alto precio que reclaman de tu estado de salud posteriormente.
¿Cómo convencer de esta inmutable regla de siembra-siega a las nuevas generaciones? Difícil tarea, desde luego. Los padres tenemos un papel en la primera línea de batalla, los educadores después, pero todos los que ya hemos comprobado en nuestras carnes la veracidad de ese pauta en nuestras vidas, podemos ayudarles a entender que los jóvenes están jugando un partido crucial en sus primeros años, que determinará muy probablemente, el resultado de las fases finales del campeonato. Solo podemos hacerlo, por otra parte, con nuestro EJEMPLO, y, desde luego, los modelos en los que se están mirando nuestros adolescentes, no son el mejor espejo al que asomarse.
Siento no poder mostrar más optimismo esta mañana, y eso que me he levantado bastante bien, pero, como siempre, parece que este dichoso teclado me lleva a escribir por los senderos que mejores le parecen. Empiezo con una línea de razonamiento y acabo por otra. Me da igual, en realidad, ya sé que los pensamientos son productos de mi caprichoso cerebro, no son mi YO absoluto, y los escritos que produzco tampoco son un reflejo de lo que soy exactamente, solo el resultado de experiencias, conclusiones y reflexiones que simplemente muestran una parte de mi perfil como persona.
Lo positivo de todo lo que expongo, es que creo que todos nos movemos en dos dimensiones bien distintas. En una de ellas casi no tenemos voz ni voto, en otra somos mucho más decisivos e importantes. Es como la macro y la microeconomía. Poco podemos hacer en la primera. Los tipos de interés del dinero los marcan el Banco Europeo o la Reserva Federal, el presupuesto de un país lo calculan los gobiernos, pero mi nómina la empleo yo y, en cómo lo hago, sí tengo el papel protagonista. Trasladado a otros campos, no puedo decidir qué mensajes transmiten las grandes fuentes de información de este mundo, ni las tendencias que se imponen entre los que generan opinión en las masas, pero sí puedo decidir en cuales me nutro y qué educación transmito a mis hijos. En un mundo sobrepoblado, todavía podemos buscar islas o crearlas, donde nuestras semillas crezcan en campos más limpios, más libres de esas conductas y tendencias que acabarán ahogando lo verdaderamente saludable.