(94º) DIARIO DE UN LINFOMA (Un trocito de Canadá en la meseta).
31 de agosto de 2022.
Tampoco fue una buena tarde-noche ayer, pero, al menos, no tuve más de 37 de fiebre, solo sufrí el malestar de estos días, pero no se incrementó con ese otro efecto que lo multiplica. Esta mañana me encuentro un poco mejor y ya empezamos a remontar para mi semana buena. Menos mal que tengo mi arsenal de medicinas de emergencia. Yo, que siempre he evitado tomar pastillas innecesarias, mirad el botiquín que me acompaña a todos lados:
Retomo mis recuerdos de hace algo más de 20 años de nuevo. De mi paso por Valverde quedaron grandes amistades y ejemplos a seguir de algunas de las personas con las que compartí convivencia más o menos cercana. Hoy voy a hablar de José Tomás, un joven, por aquel entonces, unos años menor que yo. Es una de las personas más positivas y alegres que conozco, con una energía desbordante. Pertenecía a la congregación de Valverde y durante los años que Rosana y Mari Carmen permanecieron en la localidad se mostraba inseparable de ellas, las acompañaba a casi todos lados. José Tomás no destacaba por su oratoria o preparación académica, aunque nunca la descuidó, y cursó los estudios suficientes para trabajar hoy día como enfermero en un hospital de Madrid, pero en lo que se mostraba un fenómeno era en disfrutar de la vida en cualquier circunstancia en la que se encontraba.
Siempre tenía una sonrisa en la cara y todo se lo tomaba con buen humor. Yo podría haber pensado que era fruto de la jovialidad propia de la juventud, que se le pasaría con el tiempo, pero casi 30 años después, sigue igual. Era precursor regular y eso implicaba dedicar 90 horas, en aquel tiempo, a predicar las buenas noticias del Reino con los vecinos todos los meses, pero también trabajaba, a la vez, en cualquier puesto que le surgía. Cuando nosotros llegamos, lo hacía recogiendo fresas en Almonte o Moguer, si mal no recuerdo. No se perdía una feria de los alrededores y siempre tenía planes con amigos de todos lados. Era un extraordinario relaciones públicas. A mí me maravillaba que fuera capaz de venir de trabajar de recoger fresas desde bien temprano en la madrugada y luego tuviera fuerzas, por la tarde, para irse con los amigos a una feria cercana. Al día siguiente se presentaba en nuestra reunión para salir a predicar como si tal cosa. Yo era incapaz de imitar ese ritmo, y no era mucho mayor que él; siempre fui un “viejoven”.
Cuando le tocó hacer el servicio militar, ya existía el social sustitutorio y lo realizó en el hogar del jubilado. Era la alegría de los ancianos. Yo me partía de risa cuando me contaba las carreras que hacía con las sillas de ruedas o las ocurrencias que inventaba para distraer a los mayores que allí acudían. También recuerdo que trabajó en el Ayuntamiento algunos meses en las calles. Me lo encontraba subido a un dumper trasladando materiales y te saludaba desde el vehículo como si condujera un Rolls Royce y fuera el rey de España. Admiraba de él que se sentía a gusto realizando cualquier trabajo. Desde hace muchos años vive en Madrid y trabaja, como ya he dicho, en un hospital. Durante un tiempo estuvo en la zona geriátrica y, de nuevo, me contaba cómo sacaba chistes y chascarrillos de situaciones que, en principio, pueden parecer muy penosas. Yo no sabía si ese trato que le daba a algunos enfermos en cuidados paliativos era una falta de respeto o, más bien, todo lo contrario, una forma de hacerles más llevadera y alegre los últimos momentos de su vida.
A mitad de los noventa, se mudó a Valverde Kim, una joven canadiense, para trabajar en una academia de inglés que regentaba otra compatriota suya que ya llevaba afincada en España bastantes años, Marilyn. Kim era también testigo de Jehová y no hablaba nada de español. También tiene un carácter admirable, pocas personas he conocido más adaptables que ella. Venía de una zona rural de Canadá, en la provincia de Alberta, cuya población importante más cercana, Calgary, se encontraba a 200 kms. La casa en la que se había criado era una especie de rancho con amplias zonas de terreno boscoso y paisajes espectaculares. Todo eso lo dejó para mudarse a un pueblo de la provincia de Huelva totalmente distinto en clima, flora, costumbres, idioma, gastronomía y todo lo que se nos pueda ocurrir que tanto difiere de aquel país norteamericano.
José Tomás enseguida la acogió en el grupo y le ofreció una agenda cultural y fiestera que ella no podía imaginar. No tardaron mucho en enamorarse, algo sobre lo que todos nos habíamos preguntado cuándo ocurriría, cuándo le llegaría su media naranja a aquel relaciones públicas, que todavía no las había conseguido sentimentales. Yo, desde luego, lo que no imaginaba es que una persona procedente de la otra parte del mundo y tan distinta a él, fuera a encajar con su carácter tan andaluz e hiperactivo. Kim hablaba mucho conmigo porque era con el único que podía comunicarse en inglés. Como es lógico le tomó su tiempo desenvolverse en nuestro idioma, tanto más cuando pasaba, gran parte del día, haciéndolo en el suyo debido al trabajo en la academia.
Al poco tiempo de iniciar su relación con José Tomás, cuando todavía no era demasiado pública, nos visitaron los padres de Kim en Valverde. El padre andaba un tanto preocupado porque su hija le había comunicado que pretendía ennoviarse con un español del que él apenas tenía referencias. Fue esa la información que quería obtener de mí. No se me olvida la conversación que tuvimos en la calle donde se encontraba nuestro salón del Reino, después de una de nuestras reuniones. En inglés tuve que hablarle bien de José Tomás, no podía hacerlo de otra manera, pero, lógicamente, con la cautela de no adivinar si aquella relación un tanto dispar iba a funcionar. José Tomás era un excelente chaval, trabajador, se tomaba en serio las responsabilidades que le encargábamos en la congregación y tenía un carácter humilde, abierto y noble. Pero claro, le insistí al padre de Kim que eran ellos los que tenían que conocerse a fondo y lograr salvar el obstáculo del idioma para hacerlo, y así descubrir si podrían encajar para un futuro matrimonio.
Estamos hablando de hace casi 30 años y ya deben llevar casados bastante más de dos décadas. Tienen dos hijos adolescentes: Oliver y Daphne, y da gusto estar con los 4 cada vez que los vemos en Coslada, la población de Madrid donde ahora viven en un piso en propiedad.
Para José Tomás todo son ventajas en Coslada, en su trabajo y en la congregación de habla inglesa a la que asisten. Es difícil que lo encuentres haciendo comentarios negativos sobre cualquier circunstancia que lo rodee. Kim es, como ya he dicho, una de las mujeres más adaptables que conozco. Ella añora la vida en el campo, en contacto con la naturaleza, pero en absoluto se encuentra amargada por hacerlo en un entorno tan alejado de lo que le gusta.
Nuestras visitas a Madrid, casi siempre tienen una parada obligatoria en su casa. En una ocasión fue totalmente fortuita. Rubi y yo acudimos a ver el musical “Mamma Mia” en la Gran Vía y ¡nos encontramos en la misma función a José Tomás y sus suegros! Otras veces el encuentro ha sido programado y aseguro que no puedes tener a otro guía más competente que él para que te enseñe Madrid. Es una de las personas más desacomplejadas que conozco y no se corta un pelo en entrar en cualquier sitio que encuentre interesante. A nosotros nos hizo pasar al Hotel Palace y nos enseñó unas zonas comunes con cafeterías llenas de historia y fotos que la atestiguan. Entramos un poco recelosos, al no ser clientes del establecimiento, pero él siempre dice que si a algún sitio no se puede pasar, ya habrá alguien que te lo indique, pero que suele ser mejor pedir perdón que permiso. Conoce buenos restaurantes de precio razonable en los que comer, los mejores lugares para encontrar aparcamiento en pleno centro y las atracciones turísticas más asequibles para el bolsillo. Parece un libro-guía cultural , pero con patas.
Puede aparentar que personas así no tienen sus momentos bajos, y no es cierto. Unos años vivieron en Canadá y allí la adaptación no le fue fácil, de hecho, consideraron que era mejor regresar a España. José Tomás recuperó rápidamente su energía y Kim, como lo ha hecho siempre, volvió a encajar sin muchos obstáculos en su nueva realidad retomada.
Con el paso de los años, muchas personas suman en nuestra vida, tan solo hay que participar también en las suyas aportando lo que uno pueda. No se trata de un simple cambalache o trueque, sino la forma natural en la que se forjan las verdaderas amistades.
Hoy voy a terminar insertando la última canción que he añadido a la Playlist, a sugerencia de mi amiga Silvia, de Sevilla. Para ella tiene un significado especial porque se la dedicó a su pequeño Manu, pero, con su permiso, yo también me la apropio porque me veo reflejado en la letra y soy tocayo de su hijo. Es de un grupo andaluz llamado “El Puchero del Hortelano” y titulada “Manuel”. Os deseo el mejor día, ¡el último de agosto! Aprovechadlo.