(86º) DIARIO DE UN LINFOMA (Échale un ratillo al huerto).

(86º) DIARIO DE UN LINFOMA (Échale un ratillo al huerto).

23 de agosto de 2022.

Restan 2 días hasta la siguiente sesión de quimio. Sigo haciendo mis ejercicios de Mindfulness que consisten en intentar desligar mis pensamientos de lo que soy. Cuando observo calmadamente cómo aparecen, al poco rato, se me empieza a dibujar una suave sonrisa de la que tampoco soy consciente hasta que reparo en ella. Después de unos minutos iniciales que consisten en percibir tu cuerpo, su peso, las sensaciones que notas y tras fijarme en los sonidos, olores y otras percepciones de mis sentidos, me hago la pregunta: ¿a ver qué pensamientos aparecen hoy? Entonces empiezo a observarlos y os aseguro que es absolutamente impredecible lo que surge. Es ciertamente increíble cómo nuestra mente actúa a su antojo produciendo recuerdos, preocupaciones, ideas, cálculos y cualquier otro fruto de su desbocada actividad.

Otro aspecto que maravilla es comprobar que en un milisegundo se produce una cadena de razonamientos. Cuando te paras a analizarlos, entonces sí dedicas un tiempo acorde con la secuencia normal. Es como si los pensamientos se formaran a una velocidad de 10x y cuando los examinas, entonces es cuando lo haces a 1x. Un ejemplo. Cuento uno que surgió espontáneamente, como todos, esta mañana, y puede resultar ilustrativo. Me encontraba cómodamente tendido en la cama con la mirada perdida en el techo (unas veces lo hago con los ojos cerrados y otras abiertos). De repente pasa en esa fracción diminuta de tiempo una imagen de mi Renault Clio rojo que lo he dejado en Jerez para que mi Abi lo utilice cuando Jose, su marido, se lleva el suyo al trabajo. Instantáneamente me acuerdo de que las ruedas delanteras están gastadas. Seguidamente pienso en que suelo cambiárselas en el taller Renault de Ubrique. Me acuerdo de que en el Carrefour hay una empresa que se llama Feuvert o algo así, que se dedica a cambiar baterías y neumáticos. Quizás allí es más barato. Debería sustituir esos neumáticos antes de que empiecen las lluvias, puede que en un frenazo mi hija se lleve un susto si deslizan. De nuevo pondré las traseras delante y las nuevas atrás. 

No hace falta que os lo asegure, porque todos comprobamos cómo esa secuencia de ideas se producen en milisegundos, no creo que toda la sucesión ocupe más de 1 o 2 segundos. Leer lo que yo he puesto por escrito me toma unos 36. Es decir, y son cálculos aproximados y nada científicos, supongo que ya habrán hecho comprobaciones más precisas los neurocientíficos, nuestros pensamientos se producen a una velocidad de 30 o 40 veces más rápida de lo que nosotros tardamos en explicarlos. Esto asusta, la verdad, porque ¿podemos imaginar la basura mental que podemos llegar a producir en una hora comiéndonos el coco? Si encima no son razonamientos inocuos, sino inicuos, en una cadena de despropósitos imaginados, no entiendo cómo no nos volvemos todos tarados con el paso de los años.

La gran ventaja que yo le veo a este ejercicio que me aconsejó Montse es que al diseccionar esas ideas fugaces que se crean en instantes diminutos, como si las tuviéramos en la mesa de un forense, es como si tomásemos una secuencia de una película que hemos visionado a 32x, le diéramos para atrás y ahora la presenciáramos a la velocidad normal. Esa ralentización calma nuestra mente, le corta el rollo a esa desmadrada cadena de montaje de consideraciones a toda máquina y la pausa, le da marcha atrás y ahora la pone a funcionar de una forma mucho más cadenciosa y calmada.

Además, otro beneficio añadido, es que ese análisis saca a la luz lo disparatadas que, a veces, son nuestras conclusiones automáticas. Nos acordamos de un lunar que nos hemos visto en la mejilla en el espejo, nos parece de forma irregular y más oscuro que otros, de repente una palabra que apenas conocemos llamada melanoma aparece por arte de magia en nuestro recuerdo, como termina en “oma” la relacionamos con carcinoma, linfoma, y toda esa sarta de nefastas enfermedades, nos vemos en la consulta del dermatólogo confirmando el funesto diagnóstico, en la camilla del quirófano, la quimio, y así seguimos con el despropósito de ideas suicidas a la que nuestro emancipado cerebro nos arrastra sin que nosotros podamos hacer nada al respecto. ¿Nada? 

Mi huerto no es un modelo, pero procuro tenerlo limpio y bien regado. Este año me está dando unos tomates maravillosos.

Por supuesto que podemos hacer algo, lo primero es percatarnos de que nuestro cerebro no somos nosotros. Esos pensamientos son como los frutos de nuestro huerto mental. Unas veces son tomates, otras pimientos, algunos días aparece algún jugoso pepino, pero también crecen ortigas, y malas hierbas. Nosotros somos el hortelano, podemos desarraigar esas plantas que asfixian a las beneficiosas. Podemos, cada día, darle un repaso a nuestro bancal de árboles y plantas frutales, recolectar los frutos maduros, saborearlos recién cogidos de la rama, pero también arrancar la cizaña, no dejarla crecer indiscriminadamente. No podremos evitar que sigan apareciendo, pero como seamos perezosos y permitamos que sigan medrando, sin hacer nada al respecto, acabaremos teniendo un trozo de tierra cubierto de maleza y ahogando a nuestras pobres plantas comestibles. No dejemos que nuestra mente acabe en esas lamentables condiciones.

Por otra parte, tengo que decir que hoy me he levantado super bien. No era la previsión, porque ayer me puse mi inyección de Filgrastin por la tarde y a la noche estaba de nuevo con dolor de cabeza y sensación de febrícula. Afortunadamente, me tomé un Paracetamol e hizo efecto. He pasado bien la noche y me he levantado como el reloj de Lewandowski. 

Ayer por la mañana estaba bastante preocupado con mi compi Alicia. El domingo, Ángel, su marido, no me había enviado ninguna información y yo sabía por las noticias del sábado, que estaba bastante fastidiada, con vómitos y mucho malestar después de la sesión de quimio del viernes. Temprano, en la mañana de ayer lunes, le había escrito a Ángel preguntándole por ella, pero casi a la hora de comer no me había contestado. Por fin lo hizo justo a las 2 y me dijo que seguía sin querer comer nada y bastante mal. Gracias a Dios, por la noche me volvió a enviar un mensaje más esperanzador, se había levantado y había comido algo, incluso se metió en la cocina para preparar no sé qué. Un rayito de luz que me arrancó una sonrisa tranquilizadora. Espero que la pobre siga mejorando. Nos hemos conjurado en acabar el tratamiento juntos y luchar hombro a hombro. 

Como ayer recibí más recomendaciones musicales, comparto de nuevo la lista completa. En ella incluyo la que es aportación mía, una canción de un italiano que no conocía, Giani Morandi, titulada “Apri tutte le porte”. Participó en el Festival de San Remo de este año como candidata a representar a Italia en Eurovisión, aunque quedó en tercer o cuarto lugar. En su momento leí comentarios diciendo que la mayoría de las canciones interpretadas por veinteañeros en el festival eran deprimentes, casi todas hablaban de desamores o noticias desalentadoras, sus melodías eran melancólicas y oscuras. Morandi, en cambio, con 78 años de edad, presentó una canción positiva, llena de luz y optimismo. Los viejos nos dan lecciones.

Feliz día, que el verano se está acabando y en una semana mis compañeros tendrán que meter el cuello de nuevo. Yo os acompañaré en el sentimiento feliz de la vuelta a la rutina, no os amarguéis, que os cambio el trabajo por un par de sesioncillas de quimio. Besos.

 

Los comentarios están cerrados.