(75º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Mira que anticipar las náuseas!).

(75º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Mira que anticipar las náuseas!).

12 de agosto de 2022.

Náuseas anticipatorias, así se llama ahora mi problema. Ayer fue un mal día de quimio, el peor hasta ahora. ¡Qué largas se hicieron las 5 horas de tratamiento! Las últimas 3 veces había notado que tan solo al entrar en el hospital se me despertaban las náuseas, también me pasaba cuando me acordaba de la primera bandeja de comida que me pusieron el primer día. Yo sabía que algún componente psicológico había en que se me despertaran esas molestas emesis (así es como le dicen los médicos a los vómitos o ganas de hacerlo). La penúltima sesión fue más llevadera, pero esta última fue un auténtico calvario.

La pobre Paula, la enfermera, no sabía ya qué ponerme para que me encontrara mejor. Inicialmente, en la premedicación, me infundieron Ondansetrón y Metilprednisolona, que ambos ayudan en el control de esos molestos efectos, pero rápidamente me puso también una bolsa de Primperán y al rato repitió con más Ondansetrón, porque decía que así estaba pautado, que podía hacerse si no remitían. Al rato llamé a Rubi para que me acercara mis pastillas de Bianacid y unas gominolas de jengibre. Agua de nuevo. No acertaba. Abi acompañó a Rubi a verme y los tres coincidíamos en que tenía que haber un componente psicológico en mis fatigas, porque se desencadenaron antes de empezar siquiera el tratamiento. 

Le había pedido a Claudia, la auxiliar de enfermería que hiciera el favor de tomarme la tensión y el azúcar. Todo estaba bien, la primera en 11/7 y la segunda en 124 (un poco alto pero me acababan de poner corticoides que suele subirla). Las pulsaciones en 61. El caso es que yo me encontraba absolutamente tranquilo, no sentía ningún acelero interior pero, ese automatismo que se me produce cuando entro en el hospital de día, debía originarse por algún mecanismo psicológico desconocido. Rubi me insistió en que me tomara un Alprazolam (un ansiolítico) y Paula lo autorizó, así que eso hice, pero aparte de producirme mucho sueño, las náuseas no bajaron. Paula me preguntó varias veces si interrumpíamos el tratamiento, pero le dije que no, que aguantaría como fuera hasta terminar cuanto antes. La última bolsa tardó sus 2 acostumbradas horas, pero a las 15:00 horas había acabado. Claudia me puso una pequeña bolsa de suero que le llaman el “lavadito” y ni la dejó terminar, me quitó la vía, recogí mis cosas y me fui con Rubi para el piso a descansar.

En casa, lo primero que hice fue prepararme un baño de agua caliente con 2 kilos de sal. Ya lo he hecho en las anteriores ocasiones y me relaja bastante, tanto fue así que me quedé dormido en la bañera. Luego me metí en el dormitorio, lo cerré todo y eché otro sueño de dos horas. Ya, por fin, me levanté mejor y viajamos a Benaocaz.

Al llegar estuve leyendo sobre este molesto efecto y descubrí que le ocurre, aproximadamente, al 25% de los que se someten a la quimioterapia. Me sentía un poco mal viendo que en la sala, que estaba nuevamente llena, nadie padecía lo que me ocurría a mí, y Paula me decía que no era frecuente. Vaya, pensaba para mí, con lo tranquilo y positivo que yo soy, ¿cómo me juega mi mente esta mala pasada? Aquí está todo el mundo más apagado que un cacharro de feria en invierno y yo, que lo que pretendo es transmitir alegría, me encuentro con la cabeza entre mis manos y mirando al suelo, que era la postura que mejor me permitía controlar el vómito.

En mi investigación repasé hasta una tesis doctoral de una chica que trataba precisamente de las Náuseas Anticipatorias en Pacientes de Quimioterapia. El trastorno se presenta de la siguiente manera: se produce cuando desde la primera sesión, el enfermo desarrolla náuseas, como fue mi caso. En todas las sesiones mi principal efecto ha sido ese, además del cansancio, los retortijones, etc., pero el más inmediato siempre ha sido el mismo, por eso mi cerebro asocia la sala de quimio con esa consecuencia. 

La terapia en estos casos se aborda desde un aspecto psicológico y otro farmacológico. En el primero se usan técnicas conductuales: relajación y desensibilización sistemática (DS). He leído que hay ejercicios de respiración y distensión muscular que se pueden hacer previamente y el proceso de DS es bien conocido por los psicólogos, pues se aplica frente a fobias de todo tipo. Consiste en aprender a afrontar las situaciones ansiógenas en lugar de evitarlas. La exposición se hace siguiendo unas pautas de jerarquía en las situaciones que desencadenan la ansiedad, desde la que lo hacen en menor medida hasta la mayor. En fin, esa es la teoría que yo he leído, pero esta tarde, mi amiga Montse se ha ofrecido a darme una sesión. Le escribí anoche un email y me contestó inmediatamente. Como siempre, con la humildad que la caracteriza, me dijo que no había tratado las náuseas anticipatorias, e incluso me ofreció la ayuda de otra compañera que quizás sí lo había hecho, pero me comentó que como estas se producen por un condicionamiento clásico, ampliamente tratado en su consulta, sin duda, podía ayudarme, así que esta tarde a las 19:00 hemos quedado por Zoom para intentarlo y poder practicar en los próximos 13 días que tenemos por delante hasta la siguiente sesión de quimio.

En el aspecto farmacológico, se han mostrado eficaces el Alprazolam, la noche antes del tratamiento, y el Lorazepam, la noche previa y el día del tratamiento. Vamos a poner todo de nuestra parte por llegar al siguiente envenenamiento con el cerebro “desenvenenado”. 

Este episodio me enseña también valiosas lecciones. Uno puede ser la persona más positiva del mundo, el más reflexivo, calmado y con el máximo autocontrol, pero, aun así, tu cerebro genera automatismos que escapan a tu dominio. Yo me considero bastante afortunado en esas cualidades que acabo de mencionar, pero soy vulnerable, como cualquiera, a que mis neuronas creen recorridos autónomos de pensamiento. Ser consciente de esto, por otra parte, tiene la parte positiva de que me hace entender y empatizar con los que sufren ese tipo de traiciones mentales en otros campos. Mi experiencia traumática que ha generado esas náuseas automáticas han sido esas 5 o 6 horas de quimioterapia. Otros tienen que lidiar con un abuso en el colegio, en su casa, un accidente automovilístico, un ambiente familiar hostil, otro tipo de enfermedad, una pareja maltratadora, y tantas otras cosas que pueden generar en nosotros un rechazo que se manifiesta de múltiples formas y fobias de diversa índole.

Estoy contando aquí cómo voy a intentar luchar contra algo tan desagradable y que hasta ahora se escapa de mis manos. No sé si voy a ser capaz de superarlo, pero mi diario servirá para que lo descubráis. Si no lo consigo, de todas formas, estoy totalmente decidido a seguir con las 3 sesiones que me quedan. Jesús me dijo que podíamos plantearnos parar en la 6ª, que sería la próxima, pero yo no voy a hacerlo, me quiero asegurar de matar bien todos esos bichitos tumorales que recorren mi sistema linfático. Si con las medidas psicológicas y farmacológicas no consigo aminorar esas desagradables náuseas, aguantaré las 15 horas de sufrimiento que me quedan por delante aunque me cuesten sangre, sudor y lágrimas. Mientras uno sea capaz de algo, sabiendo que el beneficio de lo que se consigue, supera con creces el sacrificio, hay que hacerlo. La evitación en estos casos, que sería el camino fácil, solo empeora las cosas en el medio y largo plazo, así que el toro hay que cogerlo por los cuernos cuando no te queda otra.

Una cosa también es bueno tener clara en situaciones como estas. A veces las medidas que podemos tomar no van a producir TODOS los resultados que esperamos. He notado muchas veces una creencia irracional que se repite en muchas personas con ansiedad. Tengo que hacerlo todo bien, si no, mejor no hacer nada. Yo lo llamo el “error del todo o nada”. Les ocurre mucho a los perfeccionistas. Se sienten absolutamente fracasados si le ponen todo su empeño a algo y no les sale perfecto. Eso es una insensatez, porque de seres humanos imperfectos es imposible que todo lo que hagan les salga inmaculado. Podremos conseguir hacer perfectamente algunas cosas, pero no todo.

En mi caso, desde esta tarde mismo gracias a la consulta con mi psicóloga, Montse, voy a hacer todo lo que esté en mi mano para acabar con esas náuseas anticipatorias, pero puede que no consiga erradicarlas. Si el día 25 de agosto, mi próxima quimio, entro por la puerta del hospital y no siento ese molesto efecto, habré triunfado, pero si lo siento solo al 50% también lo habré hecho, algo habré conseguido, habrá merecido la pena el esfuerzo. Si no lo consigo, tampoco me voy a martirizar, habré hecho lo que estuvo en mi mano y no me cabe duda de que seguiré intentándolo de cara a la siguiente. Estoy casi seguro de que algún efecto tendrá, pero hasta poniéndome en lo peor, siempre merece la pena intentarlo y aceptar que las cosas no van a salir continuamente como uno quiere, pero algo está clarísimo: lo que no intentes, eso sí que acabará indefectiblemente en NADA.

Vaya entrada más nauseabunda que he escrito hoy. Perdonadme, pero es lo que da vueltas en mi cabeza, lo siento. Para desintoxicaros un poco os comparto una canción llena de vida y positividad. Cuando se hizo popular se publicaron muchos vídeos de distintos sitios con ella de fondo. Este lo hicieron para dar a conocer la población de Chipiona, donde he veraneado la mayoría de mis vacaciones. Feliz día.

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