(65º) DIARIO DE UN LINFOMA (¿Sólido, líquido o gaseoso?).

(65º) DIARIO DE UN LINFOMA (¿Sólido, líquido o gaseoso?).

1 de agosto de 2022.

Seguimos en los días malos, ¿para qué vamos a decir otra cosa? Mantengo el ánimo y la positividad, pero hoy me vuelvo a levantar bastante cansado y después de una noche poco reparadora. Cada sesión de quimio guarda una sorpresa posterior. Una vez te asaltan con más fuerza las náuseas, otra el cansancio más acentuado, esta noche tocó un dolor de barriga muy difícil de aguantar. Fue sobre la 1 de la madrugada, y menos mal que duró solo hasta las 2. No sabía cómo ponerme, estaba localizado en la parte izquierda y baja de mi vientre. Fui dos veces al baño a ver si aminoraba el dolor y, finalmente, fue cediendo. Fue una de las horas más largas de mi vida, no recordaba un dolor tan intenso.

Bueno, si estoy escribiendo ahora es porque ya está todo mucho más calmado, así que vamos a olvidarnos de mi amigo Hodgkin un rato y hablemos de asuntos más triviales. Mis historias familiares me van a costar un disgusto con mi mujer y mis hijas. Ayer hablé de las travesuras y cabezonerías de Keila y puede parecer que eso es lo único que recuerdo de ella. Evidentemente eso no es así, lo que ocurre es que esas anécdotas que conté son las más divertidas, por llamarlas de alguna manera, porque cuando las viví fueron agobiantes, pero luego, al recordarlas, lo que te provocan es una sonrisa.

Keila, de pequeña, era bastante obstinada, pero contrarrestaba ese defecto con bonitas virtudes. Siempre fue muy transparente y eso me encanta de ella. No se guarda sus sentimientos, sino que te los expresa abiertamente y eso ayuda a entenderla y llevarse bien con ella. Otra enorme cualidad, aunque a veces le trae más de un quebradero de cabeza, es que es una cuidadora nata. Desde pequeña ha sido la defensora de las causas perdidas. Parecía que buscaba rodearse de los amigos con más problemas personales, siempre con el fin de ayudarlos. Eso tenía un gran mérito, porque generalmente tratamos de huir de las dificultades y apartarnos de aquellos que están rodeados de las mismas, pero Keila nunca hizo eso. Si un amigo tenía impedimentos para relacionarse con otros, ahí estaba ella para ayudarle a formar parte de un grupo. Otra cualidad en la que destaca es en la facilidad que tiene para conectar con personas de cualquier edad. No le importa acercarse a los abuelos, sino que le gusta. Es emprendedora y activa, no le tiene miedo a afrontar nuevos proyectos y es lo suficientemente independiente como para desenvolverse por el mundo con soltura desde que era muy joven. Así que dejando a un lado obsesiones con pirámides y saltos de coches en marcha, actividades de sus años infantiles, ahora es una mujer con la cabeza muy bien amueblada.

De Abi ya he hablado en otras entradas, pero su carácter dócil y dulce son dos de las cosas que más destacan en su personalidad. Es más introvertida que Keila, pero lo único que esconde es un espíritu dispuesto a ayudar a todo el que pueda. Tiene una bonita ingenuidad para lo malo, porque su inclinación natural es moverse para hacer el bien. Solo es un poco dura algunas veces con ella misma, porque castiga su autoestima más de lo que debería. Es una persona humilde y no aspira a grandes cosas, se conforma con su vida sencilla acompañada de su leal Jose. 

Sin duda, nuestras dos hijas resultan un apoyo inmenso en unos momentos dificultosos. Contar con ellas va más allá del soporte físico que puedan proveer. Lo han hecho este año en numerosas ocasiones ofreciéndonos su casa para refugiarnos y alimentarnos, pero mucho más importante es contar con su respaldo emocional. Si el consuelo de los amigos es valiosísimo, ¿cómo tendríamos que valorar el de nuestras niñas?

La bonita y estable relación que mantenemos con ellas, y la que a su vez conservan ellas mismas con sus maridos, son un reflejo de la que nuestros padres han sostenido toda la vida. Viendo el panorama que nos rodea ahora, y la volatilidad que percibo en las relaciones personales de todo tipo, todavía valoro más esa estabilidad. No hace mucho leía un artículo sobre lo que ahora llaman las relaciones líquidas. Nuestra sociedad se encamina cada vez más a la temporalidad en casi todo. El gobierno buscaba con la última reforma laboral recuperar los empleos indefinidos, pero en el ámbito sentimental, no hay leyes escritas o convenios emocionales que obliguen a las partes. Hoy hay muchos factores que limitan la perdurabilidad de las relaciones, pero lo que está claro es que, en ese ámbito, el estado sólido pasa rápidamente a líquido y finalmente se evapora en el gaseoso.

En otro escrito hablé de la insatisfacción, un estado en el que gradualmente más personas caen. Nos sentimos descontentos con el lugar en el que vivimos, el trabajo que tenemos, y lo que considero más dañino, la pareja que nos acompaña y hasta los hijos o padres que forman nuestra familia. En la cultura actual hay dos palabras que parecen destinadas a desaparecer: “Para siempre”. No todo lo que ha cambiado ha sido para mal en el mundo en el que nos movemos. Antes nacías en España y no tenías más alternativa que crecer en la religión estatal, el catolicismo. Hoy tenemos libertad para decidir qué confesión practicar o incluso ninguna, por supuesto también a cambiar sin que suponga una herejía merecedora del máximo castigo. Los matrimonios desdichados, con una pareja maltratadora e irreformable, por ejemplo, no hay por qué conservarlos. No todo tiene que permanecer sin fecha de caducidad.

Dicho lo anterior, considero que hoy hemos pasado al extremo nada deseable de considerarlo todo efímero. El 50% de los matrimonios en España vienen a durar, según las estadísticas, unos 15 años de promedio. En algunos votos matrimoniales se está sustituyendo el “para toda la vida”, por algo similar a “hasta que nos dé la gana”. Hay sociólogos y psicólogos que defienden que una relación sentimental monógama y perdurable es contraria a la naturaleza humana. Las redes sociales y las páginas de citas en concreto, han convertido las aventuras de una noche, una semana o periodos cortos, en algo habitual, con lo que los jóvenes llegan a 30 o 35 años con un historial romántico-sexual nutrido y variado. Cuando llega el momento de plantearse formar una familia y tener descendencia, las dudas alimentan la difícil decisión de decidirse por una pareja estable. 

Todo parecen ventajas cuando la decisión de romper un compromiso más o menos sólido está sobre la mesa. En pro de la libertad individual, se considera beneficioso poder decidir en cualquier momento romper la baraja, pero yo le veo importantes inconvenientes.

Hasta los más liberales en ese campo, parecen admirar a las parejas estables. En más de una ocasión he escuchado a famosos, con un historial repleto de numerosas parejas sentimentales, alabar a sus padres por llevar toda la vida juntos. A veces se refieren a ellos como “rara avis” en peligro de extinción, como un estilo de vida del siglo pasado y condenado a la desaparición. Ahora bien, ¿tiene que ser eso así?

Yo creo en los evidentes beneficios de las relaciones sólidas sobre las líquidas, pero para fomentarlas tenemos que cambiar radicalmente nuestra forma de enfocarlas y trabajar en otros valores muy distintos a los que hoy van ganando terreno. El sentido de compromiso es uno de ellos, que cada vez tiene peor prensa. El compromiso no tiene por qué ser sumisión sin condiciones. Cuando nos casamos, nos unimos a alguien bajo unos principios de respeto, dignidad, amor y solidaridad, entre otros. El lazo sentimental se mantiene sobre esas bases. Si alguna de ellas desaparece, también lo hacen los cimientos sobre los que se sostiene la pareja, pero esos principios que debería haberlos escrito con mayúsculas, nada tienen que ver con las razones por las que muchas relaciones fracasan. No son pocos los amigos que me han querido contar su intimidad y las razones de que las cosas nos les vayan bien en su matrimonio y, en bastantes ocasiones, los motivos que subyacen nada tienen que ver con esos valores indicados. Situaciones mucho más banales como una relación  poco equilibrada con la familia de uno u otro, el destino de las vacaciones, la forma de divertirse con amigos, la manera de dirigirse la palabra, la frecuencia de las relaciones sexuales, el uso del dinero y tantas otras, se presentan como obstáculos insalvables para continuar juntos.

Yo siempre uso el mismo ejemplo: un coche averiado no se tira, se arregla. Hasta averías importantes, como que haya que cambiar el motor, merece la pena afrontarlas si el resto del vehículo se encuentra bien. Pocas son las parejas que se encuentran en un estado de siniestro total, de hecho, para llegar a ese nivel probablemente se ha abandonado la relación durante demasiado tiempo. Claro está, la vocación de reparar el vehículo existirá si uno parte de la premisa que siguen esos forofos de los coches antigüos, que los quieren para toda la vida y por eso los cuidan con mimo. Si el matrimonio se considera como un coche de renting, que lo voy a usar 2 años y luego lo cambio por otro, poca vocación de mantenimiento vamos a tener con ell auto.

¿Qué evidentes ventajas tienen las relaciones sólidas? Para mí son muchas. Seamos realistas, por otra parte, ninguna pareja es perfecta. No nos pongamos puritanos y hagamos creer que la nuestra no pasa por momentos difíciles, que no haya tropiezos importantes en el camino, que hasta nos hayamos cuestionado en algún momento tirar la toalla. Pero, a pesar de todo, algo que yo he aprendido en la vida es que no se puede tener todo. Nadar y guardar la ropa es incompatible. Los que respalden la promiscuidad, que asuman sus consecuencias, no van a tener alguien leal a su lado en los momentos complicados, tendrán muchas papeletas para envejecer bastante solos. La chica cañón o el atractivo galán tienen fecha de caducidad, como la tenemos todos. Cuando la piel pierda tersura, el pelo desaparezca y nuestro esqueleto no mantenga su compostura, nuestro atractivo lo formarán nuestras cualidades y esas serán las que mantengan a otros a nuestro lado.

El compromiso genera lealtad en los que nos rodean. Y ese apego en los momentos complicados de la vida es lo más valioso, nos hace comprender que mereció la pena mantener la relación, que ahora ofrece sus réditos, cuando más se necesita. Todo no nos va a sonreír en la vida. Hasta los más aparentemente afortunados tienen sus momentos duros, que, además, se suelen presentar cuando ya no tenemos tantas fuerzas para afrontarlos. Ahora, en mi caso, y todavía no me considero viejo, estoy percibiendo no solo el cariño de Rubi, de mis hijas y yernos, de mi padre, de mis suegros, de mis amigos de muchos años. ¡Qué triste habría sido encontrarme en esta situación solo, abandonado, quizás hasta despreciado por haber traicionado o desatendido a los que me rodeaban! 

Ojú, ¡qué trascendente me estoy poniendo hoy! Además, no sé si estoy acertando mucho en la forma de expresar lo que pretendo transmitir. Quizás, resumiendo, lo que trato de realzar es el valor del compromiso. Que no miremos lo que eso te hace perder, sino lo que nos hace ganar. Conformarse con lo bueno, a veces es un mayor acierto que perseguir lo que parece mejor. En ocasiones se nos olvida que el día que nos comprometimos veíamos en nuestra pareja las mayores virtudes. Esas siguen estando ahí, pero con el tiempo arrojamos sus defectos encima y acaban ocultándolas. A veces solo se trata de volver a ese momento en que decidimos compartir nuestra vida con ella, recordar por qué lo hicimos y trasladar esas sensaciones a nuestro día. Igual que algunos alimentos solo son apetecibles en formato sólido, las relaciones sentimentales tienen más éxito en ese estado que en el líquido.

 

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