(59) DIARIO DE UN LINFOMA (Tiramisú, anda, aléjate un poco).
25 de julio de 2022.
Nuestra gata Tiramisú, deseando un buen rascado en la barriga.
Ya estoy en Jerez velando armas. Mañana otra vez la prueba de fuego de la analítica para comprobar que no estoy bajo mínimos y, si todo sale bien, la 4ª sesión de quimio. Espero que mi inyección de Filgrastin del viernes haya producido los efectos deseados y mis neutrófilos se hayan reproducido lo suficiente. No me gustaría tener que volver a suspender sesión, porque sería la tercera. Esta incertidumbre sí me genera inquietud y cierto nerviosismo, pero bueno, voy a pensar que todo va a salir según lo previsto.
Hoy me encuentro bastante bien, solo una poca de tos, muy de tarde en tarde, puede considerarse algo fuera de lo estrictamente normal, pero tampoco es muy repetitiva. Sí me molesta el antebrazo, porque la flebitis de la vena en la que me insertaron la vía las 3 sesiones de quimio anteriores sigue manteniéndome inflamada esa parte y me molesta al estirar el brazo. Las fuerzas están bien y esta noche tengo programado un rato de tenis con mi yerno Wijan, para despedir el último día de la semana buena. También voy a disfrutar a tope hoy de la comida, que el menú ABVD de mañana me va a estropear el paladar, por lo menos, 7 días. Tengo un arroz con salmón para este mediodía que he comprado en el Mercadona que acompañaré con una cerveza sin alcohol fría y un picadillo de tomate. Me relameré con cada bocado.
Aquí en Jerez se presenta un día de casi 45 grados. Este verano está transcurriendo bien calentito, pero parece que mañana ya bajan algo las temperaturas y nos darán un alivio.
Hoy estoy solo porque Mar y Keila se han ido a pasar un día de relax a Tarifa hasta mañana. La pobre Rubi lleva todo el verano cuidando enfermos, y se le van a pasar estos dos meses de verano sin unas horas de descanso de esa rutina que se vuelve muy estresante en el aspecto emocional. Les reservé un hotel donde a ellas les pareció bien, no demasiado lejos, para que no se les fuera todo el día en el viaje. Tienen esta mañana una reserva para un paseo en barco y ver delfines. Espero que lo disfruten, se lo tienen bien merecido.
Las excursiones de Rubi y de mis hijas, si incluyen algo relacionado con animales, son mucho más redondas. Las tres tienen una tendencia afectiva natural hacia ellos. Yo he experimentado un viaje de acercamiento a estas criaturas que, ahora, me resultan muy llamativas. En casa de Rubi siempre tuvieron gatos, pero en la mía no había animales de compañía. Mis padres se criaron en casas de campo, y mi madre guardaba cabras desde muy pequeña. Mi padre montaba a caballo en los cortijos donde trabajaba y tenían perros, gallinas y algún otro ganado, pero cuando se mudaron a Ubrique yo solo tenía 4 años, y mi madre nunca quiso meter animales en el piso. Cuando te crías lejos de ellos, no los entiendes, y muchas veces los temes, como me pasaba a mí con los perros.
Rabito, uno de los gatos de nuestro jardín.
Rubi siempre tuvo una debilidad por los gatos. Aunque solo tuvimos uno cuando nos establecimos en Benaocaz, hace 21 años, anteriormente ella “adoptaba” a cualquiera que veía cerca de casa. Le resulta casi imposible ver un gato y no agacharse a acariciarlo. Ahora tenemos a nuestra Tiramisú dentro de casa, que es una preciosa british, con 15 años de edad, y otros dos en nuestro jardín, que se muestran conmigo muy ariscos, solo se me acercan cuando les echo de comer, pero a Rubi la dejan que los acaricie y los coja en brazos.
Desde que tengo gata en casa me siento mucho más atraído por los animales. La comparación puede resultar un tanto desequilibrada, pero me ha pasado igual con los niños. Ser padre te cambia la percepción sobre los críos. No siempre me han generado tanta ternura y alegría a la vez los pequeños, como ahora. Antes los veía mucho más distantes, me gustaban pero no me atraían, pero ahora, veo un bebé o un chiquillo de pocos años y me encanta tenerlos cerca. Yo creo que el cambio se produce porque los entiendes mucho mejor, también porque te pones en el lugar de los padres más fácilmente. Ves en los ojos de otros niños los que tenían los tuyos cuando eran de la misma edad.
Goose, el gato de Keila, invadiendo mi escritorio una semana que pasó con nosotros en casa.
Con los animales he comprobado algo que antes desconocía, y es que existe una relación especial entre ellos y los humanos. De verdad que el que no lo haya experimentado, es posible que no lo entienda, a mí me pasaba, pero cuando estableces una relación con ellos, te das cuenta de que producen algo especial dentro de nosotros. Mi gata, por ejemplo, es muy noble. Si no sabes tocarla, como le pasa a cualquier felino, cree que estás jugando con ella y trata de morderte, pero no aprieta. Pero si sabes acariciarla donde a ella le gusta, ronronea a las primeras de cambio y se le nota la cara de placer que pone. Este año ella y yo hemos pasado muchos días solos cuando Mar recibía su tratamiento, y por las noches se venía a acompañarme en el sofá y se acostaba a mi lado. Mis hijas dicen que ella detectaba que yo estaba ya enfermo, por lo que explico un poco más adelante.
Yo le he dedicado mucho menos tiempo a Tiramisú que Rubi. Ella siempre era la que le echaba de comer y la acariciaba mucho más que yo, la cogía en brazos y la besaba. A mí se acercaba mucho menos que a ella, pero desde hace unos meses eso cambió. Cuando nos sentamos los dos en el sofá, se viene casi siempre a mi lado y deja que le pegue pellizcos en su cuello y le haga cosquillas en la barriga. Antes, eso nunca lo hacía. Hay quién dice que los animales tienen un sexto sentido para acudir a las personas enfermas.
Hay un documental de National Geographic que habla de Scamp, un perro que tenían en una residencia de ancianos de Estados Unidos, llamada Pines. En 6 años el perro había anticipado la muerte de más de 40 residentes, la mitad de las que se produjeron en ese tiempo. Unos días antes de producirse el deceso, el perro se ponía nervioso y entraba en la habitación de la persona y se quedaba allí con ella. Cuando llegaban los familiares, entonces salía. Pienso que tenía que ser un poco inquietante, como residente, ver que el perro pasaba demasiado tiempo en tu habitación, la verdad.
Scamp, el perro de la residencia Pines (un poquito de yuyu da el perrillo, todo sea dicho).
Al parecer, cuando algunos órganos dejan de funcionar en el cuerpo, generan unas hormonas, feromonas o necromonas particulares que el olfato humano no es capaz de detectar, pero sí el de los perros. Hay que tener en cuenta que el ser humano tiene 5 millones de células olfativas, pero un perro 250.
Si a partir de ahora, mi gata se vuelve a alejar de mí, igual es buena señal y es más precisa que el PET-TAC, significaría que mis órganos vuelven a funcionar a pleno rendimiento.
En definitiva, no sé si es del todo buena señal ese acercamiento tan acusado que ha tenido Tiramisú a mí en los últimos meses, pero lo cierto es que ahora tenemos una relación mucho más íntima, se lo noto en los ojos, ha surgido el amor entre nosotros, tiene una mirada tontorrona cuando la dirige hacia mí.
Pasad un buen día, y si puede ser remojado en el mar o la piscina, mejor, que la hornada, perdón, la jornada no está para otra cosa. Ah, y si mañana no escribo, ya sabéis, será buena señal. Besos.