(56º) DIARIO DE UN LINFOMA (¿toros y motos o bomberos y médicos?)

(56º) DIARIO DE UN LINFOMA (¿toros y motos o bomberos y médicos?)

22 de julio de 2022.

Pixabay. Creative Commons.

Por fin me contestó Jesús dándome una pauta clara sobre el Filgrastin. Dice que, en vista de que mi bajada de defensas se produce más tarde, que me inyecte el medicamento el sábado o el domingo antes de la quimio del martes, así que mañana, pinchazo. Espero que cunda el júbilo entre mis neutrófilos y el martes lleguen pletóricos. También me ha dado el volante para el PET-TAC y me lo indica para una semana después de la 4º sesión, es decir, para la primera semana de agosto. Esta prueba es importante, porque determinará si el venenillo que ha pasado por mis venas está produciendo algún efecto y los ganglios afectados remiten. Bueno, en un par de semanas saldremos de dudas.

Hay que ver los esfuerzos que hacemos por mantenernos con vida, los recursos tan enormes que se emplean, las horas de investigación en nuevas terapias para combatir enfermedades, la entrega tan tremenda de los profesionales médicos, y todo lo que se dedica en nuestra sociedad para proteger lo más valioso que tenemos, la vida y, sin embargo, llevo todo el mes de julio escuchando noticias en los informativos que me rebelan. Por un lado potenciamos el respeto a la vida como un objetivo primordial y a la vez publicitamos una serie de conductas que atentan directamente contra ese fin.

A principios de julio, en un mismo telediario, volvía a hablarse de la guerra de Ucrania, otra vez esas horrorosas imágenes de personas inocentes fallecidas por un bombardeo a una estación de tren, un centro comercial o una zona residencial. Todos nos preguntamos cómo puede seguir amparándose este tipo de barbarie. Momentos después, se dedican importantes minutos, incluso lo hacían antes en la portada del informativo, a los encierros de San Fermín. Este año creo que no ha fallecido nadie, pero informaban de los numerosos heridos, algunos de gravedad. Se presenta la fiesta con todo tipo de detalles, se la califica como la mejor del mundo, se le abren los micrófonos a corredores que vienen desde las partes más remotas de la tierra a subir su adrenalina sorteando las astas de los toros. Todo el mundo aplaude lo bien organizadas que están, todo el mundo lo disfruta y no escucho un solo medio que discuta lo que para mí es otra barbarie. No de la magnitud de la guerra de Ucrania, no, comparar cosas no quiere decir que se les otorgue la misma importancia, pero sirve para reflejar las incongruencias de una sociedad que dice proteger la vida como fin sagrado. Si hablamos del maltrato animal, mejor dejarlo, porque daría para otra reflexión mucho más larga.

Hace dos días, en 24 horas, fallecen 3 personas en distintas celebraciones de “bous al carrer” (otras que involucran a los toros) en la comunidad valenciana. Muchas de estas fiestas, si no todas, están financiadas por entidades públicas, sobre todo ayuntamientos, pero también diputaciones y hasta comunidades autónomas, es decir, con el dinero de todos financian el divertimento de algunos; la mayoría, por cierto, terminan en bastantes ocasiones con la pérdida de vidas o lesiones graves. Yo no cuestiono el destino de mis impuestos, los pago convencido de que es uno de los mejores medios para disfrutar de una sociedad avanzada y con servicios públicos. Es verdad que no me gustaría que se emplearan en determinados fines que están muy alejados de mis convicciones, pero asumo que en una comunidad diversa no se distribuyen los recursos a gusto de todos, pero cuando hablamos de actividades que atentan directamente contra lo más importante, nuestra existencia, aunque sea individual, por lo menos me permito hacer reflexionar sobre la sensatez de hacerlo.

Buscad en Google “fallecidos en carreras de motos”. En Wikipedia hay un listado que sobrecoge por su longitud. El 7 de junio, en las noticias decían que, tan solo en la competición de la isla de Man, 3 participantes morían en 5 días. En el historial de esta carrera han perdido la vida 260 participantes. Pues bien, las carreteras donde circulaban los motoristas estaban llenas de espectadores y estoy seguro de que los medios informativos de la zona cubrían el evento con todo tipo de despliegue y detalles. Pero es que, para colmo de la insensatez, en el último año recuerdo, al menos, 3 muertes de niños de 14 años o poco más en circuitos de velocidad. Sus padres los llevan a entrenarse con 7 u 8 años, las televisiones los empiezan a entrevistar cuando despuntan en algunas competiciones y mucha gente aplaude al chiquillo y a sus progenitores. 

Vamos a ver, ¿nadie se detiene a pensar en algunas cuestiones morales que surgen de estas situaciones? Creo en la absoluta libertad que cada persona tiene para hacer con su vida lo que quiera. Dejando a un lado consideraciones religiosas, como las que afectan a mi forma de actuar (como he explicado en otros escritos, yo creo que la vida es un regalo de Dios y, por lo tanto, tenemos la responsabilidad de cuidarla), el que no crea en ese tipo de planteamientos, que actúe como le plazca. Me puede parecer una locura lo que hace, por ejemplo, Alex Honnold, que escala sin cuerdas las paredes más difíciles del mundo, como hizo con el Gran Capitán, pero el día que se caiga, se matará y habrá hecho con su vida lo que le ha parecido. Desde luego, lo que yo no haría es realizar un documental y publicitarlo en distintos medios, como sí se ha hecho. Creo que una conducta tan arriesgada, simplemente por el placer de poner tu vida en juego, no merece ser emulada por nadie, y dándola a conocer como si fuera un héroe, puede llevar a eso. Otra consideración tienen los que han realizado heroicidades en pro del avance de la ciencia o la investigación.

Lo que se publicita y propaga ejerce una tremenda influencia en lo que pensamos y en cómo valoramos dichas actividades. Echo de menos voces discordantes en los medios cuando de situaciones que ponen en riesgo la vida de las personas hablamos, sobre todo aquellas que se hacen por diversión. Que pongan estos días en riesgo su vida los bomberos que tratan de sofocar incendios, los rescatadores que buscan a desaparecidos en la alta montaña o en grutas bajo tierra, o policías que detienen a delincuentes peligrosos, o volviendo a la sanidad, los miles de trabajadores de la salud que arriesgaron sus vidas al comienzo de la pandemia sin medidas de protección adecuadas, merecen toda la difusión posible, son ejemplos dignos de imitar, pero esos otros que he mencionado, por mí no recibirían la más mínima publicidad. Muestran desprecio a algo tan valioso, que yo no les daría ni un euro de fondos públicos, ni repercusión alguna en las noticias. Lo siento, sé que no voy a conseguir una sociedad sin esas contradicciones, pero ahí va lo que pienso, para eso es mi diario. 

Vaya, un montón de párrafos sin una pizca de humor. ¡Qué serio me he puesto! Voy terminando y desdramatizo. Mi hija Keila se partía ayer de risa conmigo y con su madre. Hablando los tres por teléfono, Rubi me volvía a reñir por algunos detalles íntimos que cuento en este diario y que la implican a ella. Keila me disculpaba un poco, pero mi rubia no tanto. Tengo una censora que me pide supervisar todo lo que tenga que ver con ella, así que tendré que seguir ejerciendo cuidado con mis excesos de transparencia. Espero no dar un nuevo traspiés en el mismo sentido, pero los que somos, más de lo que queremos, un poco bocazas, es difícil que no tropecemos de nuevo en la misma piedra. Lo que sí recibió su total beneplácito fue que contara su lucha contra la depresión, y eso sí que muestra de qué pasta está hecha. Es una valiente y quiere ayudar a otros a que no se avergüencen de sus enfermedades mentales. Cada vez son más, por otro lado, las caras conocidas que reconocen su lucha contra sus problemas emocionales. Uno de los que lo ha hecho en diversas entrevistas ha sido Fito Cabrales, que incluso compuso una preciosa canción sobre su depresión. Merece que os detengáis en la letra y, seguramente, los que hayáis pasado o estéis pasando por un estado parecido os sentiréis muy identificados, pero una cosa debe prevalecer en vuestras cabezas: se puede superar. Todos podemos llegar a ser más fuertes que nuestro propio pensamiento, todos podemos darle vida a esos pájaros que sobrevuelan en nuestra mente y que, de vez en cuando, como en la canción de Fito, parecen disecados.






Los comentarios están cerrados.