(54º) DIARIO DE UN LINFOMA (aprender, aprender, aprender)

(54º) DIARIO DE UN LINFOMA (aprender, aprender, aprender)

20 de julio de 2022.

Esta mañana me encuentro con fuerzas. Parece que las náuseas siguen aplacadas. Le he echado valor y me he puesto a cortar el seto de mi jardín, que ya lo necesitaba, porque si no, se pone demasiado alto y casi no llego con las escaleras.

Seguimos teniendo calor por Benaocaz, pero estos dos días, al menos por la noche, hemos podido dormir. 

¿Se me nota en la cara de esta foto que he dormido mejor? Por cierto, no seáis canallas y vayáis a hacer comparaciones con las de más abajo, ¡que son 30 años antes!

Esta mañana estaban trabajando en la calle unas operarias del ayuntamiento, entre ellas una amiga. Me dijo que el marido de una de sus compañeras también había tenido un linfoma de Hodgkin. Se acercó a hablar conmigo y resulta que conozco a su esposo, es tocayo mío y tenía un taller en el pueblo. Me contó que estuvo 8 meses liado entre quimio y radioterapia, pero que desde hace 8 años está limpio. Casualmente, hace un par de meses me lo encontré paseando su perro por mi calle y estuvimos hablando, pero yo no sabía nada entonces de lo suyo. Su mujer me dijo que él lo pilló también avanzado, porque cuando empezó con un bulto en el costado, le hicieron una resonancia y se perdió. Estuvo 8 meses esperando a que lo llamaran y, en ese tiempo, lo que era un ganglio afectado, le creció muchísimo. Finalmente una biopsia reveló el cáncer y empezó el tratamiento. Dice que él le puso muchas ganas (bueno, empleó otro término, pero como mi diario siempre se redacta en horario infantil, me lo ahorro), y que no me acobarde, que tenga mucho ánimo. De esto último no anda mal la cosa por ahora, y trataremos de seguir por ese camino, ya que no tiene mucho sentido hacerlo apagado y desmotivado. De esa forma, estoy seguro de que mis defensas también se vendrían mucho más abajo.

Jesús, mi hematólogo, me acaba de responder a un nuevo correo en el que le preguntaba si recibió mi analítica. Dice que sí, y que parece que mis defensas se bajan más tarde, por lo que en breve me enviará la programación del nuevo ciclo y el momento en que me debo poner la inyección de Filgrastin. Anda que no se está haciendo esperar el pinchazo. Ya dije que, cada vez que abro la nevera, veo los viales y me entran ganas de agarrarlos y ponerme los tres que me quedan de una vez. Mis pobres neutrófilos están más desesperados por recibir el refuerzo medicamentoso que los ucranianos por las armas de largo alcance que le prometen los países occidentales.

Siento de nuevo la macabra comparación que acabo de hacer, pero me cuesta evadirme de esa parte de humor negro que siempre acaba apareciendo, no obstante, aprovecho para anticipar un tema que trataré en una entrada dedicada solo a él, lo absurdo de las guerras y el odio. Sí, algo que la mayoría detestamos, ha sido la tónica de la humanidad a lo largo de su historia. Si hiciéramos una encuesta a la población mundial con la pregunta de si está a favor o en contra de la guerra, ¿qué saldría de esa indagación? Pues evidentemente que la inmensa mayoría de los seres humanos estamos en contra de esa aberración que significa masacrar a una población inocente con misiles teledirigidos. Pero se sigue produciendo y, con la debida propaganda, recibe el respaldo de amplios sectores de la población. Anoche estuve viendo en ruso, con subtítulos en inglés, una entrevista de casi una hora a dos tenistas de esa nacionalidad, Rublev y Kasatkina. Ambos se entrenan en Barcelona y se han mostrado contrarios a la guerra que ha iniciado su país. En el transcurso del vídeo, pasean por la ciudad y se paran con ellos viandantes que los reconocen para hacerse el típico selfie, hasta lo hicieron unas ucranianas que admiraban a Kasatkina y también se fotografiaron con ilusión junto a ella. La mayor de las ucranianas dijo: me gustaría darte mi opinión sobre lo que está pasando en mi país, pero ya sé que no debo.

¡Qué pena que personas que han convivido pacíficamente durante tanto tiempo, que encima mantienen relaciones familiares y hasta comparten, muchos de ellos, idioma, se estén matando! Los dos tenistas se mostraban abatidos por la situación y, al finalizar el vídeo, cuando el entrevistador le preguntaba si ella era consciente de que quizás nunca pueda volver a pisar su país, se rompe y no puede evitar acabar la entrevista llorando en su hombro.

Un día quiero dar mi opinión sobre este tema y sobre una historia que pocos conocen sobre lo que significa la verdadera valentía, la que no se produce en un terreno de combate, sino lejos de él, entre posturas que envuelven lo más sagrado que deberíamos conservar, nuestra conciencia en paz.

Precisamente, volviendo al año 1993, en ese verano, además de pasarlo con la familia de Diego y Pili en su casa, programamos un viaje a Alemania, para volver a visitar en mi caso Hannover, la ciudad que pisé por primera vez en 1.984. En ese viaje, precisamente, también visitamos el campo de concentración de Bergen Belsen, del que hablaré en ese futuro post que he indicado. 

Nos quedamos en casa de Thomas y Angela (italiana). Thomas fue mi amigo del que hablé en una anterior entrada. Él se casó con Angela un poco antes que nosotros y ya tenían una niña, Gina, y ahora esperaban a su segundo bebé, Enissa. Ahí van algunas fotos de esa estancia. Aunque Keila no lo sabe, fue concebida en ese viaje, tan solo tiene que echar cuentas. Hubo tiempo para todo. También para percatarme que mi contacto tan mantenido con la cultura germana tenía que dar otro fruto. De aquel viaje salí con la firme determinación de aprender alemán. 

La foto de abajo es en un parque de atracciones. ¡Qué cara de susto de Abi!

Siempre me han gustado los idiomas y no se me han dado mal. Recuerdo al primer maestro en 6º de E.G.B. que me enseñó inglés. En la primera clase me dijo que pronunciara la palabra “short”. Según él la pronuncié tan bien que me puso un 10 en su cuadernillo. Yo no le vi el mérito, porque la “sh” en inglés nos es muy familiar a los gaditanos, ya que palabras como muchacho, siempre han sido para nosotros “mushasho”. En Madrid, tenía unos amigos que se partían de risa cada vez que les decía: “Estoy hesho porvo”. Pero se ve que a los finos castellanos de “ches” menos sonoras, les cuesta pronunciar ese fonema, así que saqué ventaja de mi andaluz de la sierra. Después noté que, no solo la pronunciación, sino la gramática en general y la memorización de términos, los adquiría sin demasiado esfuerzo. En 1º de B.U.P. mi profe Brenda, la que me abroncó por cambiarme a F.P., nos hablaba siempre en inglés en clase, de hecho era su idioma natal, yo lo disfrutaba y en un año aprendí muchísimo. Los tiempos verbales en inglés me parecían chupados, en comparación con los castellanos. Tiene guasa que haya tantos que  a uno de ellos tuvieran que llamarlo pluscuamperfecto. ¿A quién se le ocurriría el palabro? 

Los siguientes 4 años que transité por F.P. supusieron muchas horas libres, todas las de inglés. El nivel no tenía nada que ver con el que recibí con Brenda, así que llegué a un pacto tácito de no agresión con mi profe de inglés, él me permitía que no asistiera a sus clases y se ahorraba mis bostezos, y yo me presentaba a sus exámenes, que pocas veces superaban la dificultad del presente simple.

Que no asistiera a las clases de inglés no quería decir que no siguiera aprendiendo del idioma. Una de mis características ha sido que siempre me ha encantado ser autodidacta, algo a lo que animo a todo el mundo, y más hoy que tenemos esta maravilla llamada Internet que, como herramienta de aprendizaje, no tiene precio. Si en mis años mozos hubiera dispuesto de ella, seguro que sabría el doble de muchas materias. Me cuesta trabajo entender que se pierda tanto tiempo con los videojuegos y otras cosas que enriquecen, a mi juicio, poco el intelecto, y no se aprovechen las bondades de esta red repleta de conocimiento y métodos para adquirirlo.

En mi juventud traducía canciones en inglés y aprovechaba toda oportunidad para hablar en ese idioma con quien se pusiera por delante. No hay que tener miedo ni sentido del ridículo por hacerlo. Creo que este último es demasiado acusado entre los españoles y es uno de los motivos que nos impide destacar en el uso de idiomas. Luego no nos llama la atención que alguien, como Michael Robinson, estuviera 20 años presentando programas deportivos hablando español, con un acento inglés, que muchas veces no era para nada inteligible. Nadie se ríe porque un extranjero nos hable nuestro idioma con su peculiar entonación o fonética, pues lo mismo les pasa a los foráneos con nosotros cuando lo hacemos en el suyo. Hay que lanzarse y, pegándole patadas al diccionario, es como mejor se aprende. Un buen instructor me animó a equivocarme como el mejor medio de retención. Me dijo: “Si aciertas en algo, se te olvidará pronto, pero si te equivocas y te corrigen, eso no suele olvidarse”. Yo lo aplico con mis alumnos, los provoco para que me den una respuesta errónea en clase, de hecho pido muchas respuestas a una pregunta, y después de un poco, ofrezco la correcta. He comprobado que los que se equivocan, ya sea por el pequeño disgusto de haberlo hecho, o por la reacción de amor propio que les provoca su error, fijan ese concepto más rápidamente.

En mi juventud conocí a un inglés que trabajaba en Gibraltar, se llamaba Clive. Lo invitamos varias veces a nuestra casa, y como no hablaba nada de español, para mí era una de mis mayores fuentes de aprendizaje. Perdí el contacto con él, y hace 30 años que no lo he recuperado. Se ve que no es muy forofo de Internet, porque lo he buscado y no he encontrado nada. Era de una población llamada Crawley, y pocos datos más tengo, así que no tengo ni idea de por dónde andará. Aquí estuvimos buscándole novia en aquellos años, y estuvo a punto de un repique dos veces, pero algo le asustaba del matrimonio, porque en 2 ocasiones, dejó a la candidata a las puertas de la firma, una de ellas con trajes de novios comprados. 

El alemán lo aprendí con un curso de Planeta-Agostini de 6 volúmenes, con cintas de cassette. Sí, anda que hoy, con lo que circula por YouTube, me iba yo a gastar lo que me costó aquel material. Una vez adquirí un nivel básico, años más tarde, gracias a mis queridos Gema, Heidi y Hermann, los dos últimos un matrimonio alemán que vivió en Tavizna durante algunos años, organizamos una de nuestras reuniones de congregación en mi casa en alemán. Estudiábamos un libro en ese idioma y comentábamos párrafo a párrafo. Eso me permitió perfeccionarlo un poco y actualmente puedo mantener una conversación de no demasiada profundidad en ese idioma. Es, por otra parte, una de las cosas que más me satisface, poder comunicarme con otras personas de culturas diferentes en su lengua natal.

He aprendido bastante informática por mi cuenta, inglés, alemán, horticultura, arreglos domésticos, historia, y algunas otras materias. Por favor, aprended, aprended, aprended. Cuando se descubre el placer de ser capaz de adquirir conocimiento y ver cómo nuestro cerebro se adapta a ese caudal de datos, procedimientos, ideas o reflexiones, es muy motivador. Yo soy muy pragmático en la adquisición de destrezas, no busco saber por saber, sino cómo aplicarlo, pero incluso hacerlo solo por hacer trabajar a nuestra mente, merece la pena. Estoy convencido de que Dios nos hizo con esa facultad casi ilimitada de usar nuestra capacidad de pensar al máximo posible. La vida actual es demasiado corta para que nos dé tiempo a ser capaces de tocar instrumentos musicales, pintar con diversas técnicas, entender a la naturaleza que nos rodea, y tantísimas otras cosas que podríamos aprender disponiendo del tiempo necesario. Anhelo el día en que no tengamos que decir, ya soy demasiado viejo para eso. Ese día… llegará.

 

Los comentarios están cerrados.