(188º) DIARIO DE UN LINFOMA (Gatos, poetas y tesoros en forma de amigos).

(188º) DIARIO DE UN LINFOMA (Gatos, poetas y tesoros en forma de amigos).

29 de diciembre de 2022.

Se va terminando el 2022 como se va apagando una vela que se queda sin cera, suavemente, con parsimonia. Hablo, por supuesto, desde mi punto de vista, puesto que, después de estos sobresaltados meses, los últimos días de diciembre están siendo los de mi reencuentro con la suave normalidad. No tengo penosos obstáculos pendientes por delante, más allá de la prueba que me hago mañana temprano en Sevilla, mi último PET-TAC. Su resultado determinará en gran manera el devenir de los próximos meses, incluso años, así que la semana que viene saldré de dudas y podré mirar a mi futuro inmediato de una u otra manera.

No estoy especialmente preocupado por las noticias a las que dé lugar, pero sí que surge la siempre incómoda incertidumbre. Mis sensaciones corporales no pueden ser mejores, después de tanto tiempo sintiéndome realmente mal. Nunca se da uno cuenta del grado de malestar hasta que lo compara con la maravillosa normalidad. Esta es levantarse sin náuseas, sin dolores extraños de cabeza, sin sensación de febrícula, sin cansancio extremo, sin que el día que se te presenta por delante te invite a volver cuanto antes a la cama y reencontrarte con los sueños que te evaden de la triste realidad.

Estos últimos 4 días los hemos pasado Rubi y yo en Torremolinos, viviendo el tiempo sin ningún tipo de premura ni obligación, más allá de respetar los horarios de apertura y cierre del restaurante buffet del hotel. Hemos paseado por la playa, en un precioso paseo marítimo con colonia de gatos incluida, que, como no podía ser de otra manera, era parada obligatoria para Mar. Las fotos artísticas de los felinos y las caricias, algunas veces acompañadas de arañazos, eran momentos repetidos cada día. La colonia gatuna tenía además una coincidencia curiosa justo en el mismo sitio, unas estatuas metálicas que reproducían a Dalí, Lorca, Gala y Prados, representantes de una generación que, en su parte literaria, ha inspirado el libro “La ilusión de ser poeta con luz propia” de mi Rubia. Que gatos y poetas coincidieran en el mismo entorno lanzaba un guiño cómplice a dos de las mayores aficiones de mi querida acompañante.

Desde la habitación del hotel teníamos estas vistas.
Rubi se empeñaba en intentar hacer fotos artísticas, bueno, no sé si lo habremos conseguido, pero los protagonistas sí que estábamos hechos unos “artistas”.

El centro de Málaga estaba muy concurrido. El encendido de las luces de Navidad saturado de gente. 

El domingo antes de viajar a Málaga visitamos a mi añorada suegra en Zahara. Esta vez llevaba preparado mi espíritu para lo que se volverá corriente en las próximas fechas. El primer impacto que me produjo verla en aquel entorno tan extraño para mí y en unas condiciones mentales tan precarias, ya pasó, al menos en parte. Esta visita volvió a darme de bruces con la triste realidad de una Hilaria que ya no es ella, pero que sigue conociéndome y, esta vez, llamándome correctamente como siempre lo hizo, Manolo. 

El paseo por los alrededores de la residencia con vistas al pantano volvía a ser agradable por las templadas temperaturas y visualmente impactante por la hermosa visión del embalse un poco menos vacío, vino además con sorpresa. Nos encontramos por la misma ruta con Antonio, un antiguo alumno de María del Mar que también visitaba a su padre junto con dos de sus hermanos. Este se encontraba todavía peor que mi apreciada suegra, puesto que sus limitaciones mentales iban acompañadas de una discapacidad física para andar y moverse; estaba confinado a una silla de ruedas y sujeto con unos cinturones a ella.

Nos dio mucha alegría encontrarnos con Antonio y merece la pena que  dedique unas líneas a su historia en común con nosotros, principalmente con Rubi. Cuando tenía unos 14 o 15 años fue alumno de Mar en el curso de diversificación curricular, por las supuestas limitaciones de aprendizaje que tenía, pero ella descubrió que no eran tales. Se crio en una familia con algunos de sus miembros con discapacidad intelectual y unos padres también sencillos y aparentemente limitados, pero llenos de bondad. Él parecía haber asumido cierta incapacidad adquirida por el entorno, pero en modo alguno era así. Era un chaval despierto, responsable y capacitado para sacar adelante sus estudios sin mayor dificultad que cualquier otro joven de su edad. Pero tenía un gran obstáculo por delante.

Antonio sufrió un acoso escolar (bullying) de libro, y a un grado tremendo, cuando todavía no se le daba tanta importancia como ahora. Un chaval mayor que él lo extorsionaba a diario y lo tenía amenazado si no le daba dinero, el bocadillo o cualquier otra cosa que le demandara. El caso es que Antonio, ya por aquel entonces, tenía un corpachón que debería haberle dado más confianza en su poderío físico, hoy debe andar por encima del 1,90, pero era noble como pocos y muy pacífico, por lo que permitía el abuso de su desalmado compañero de instituto. Rubi, como siempre hace con las injusticias, no quería dejar pasar el asunto cuando lo descubrió. Ella puede ser muy dura consigo y permitirse sufrir más de lo que debería cuando no la tratan de la mejor manera, pero suele ser inflexible cuando el abuso lo percibe en otros. Ella era su tutora y consiguió descubrir aquel entramado que atrapaba a Antonio en una situación que lo atenazaba y no le dejaba sacar su potencial. 

Llamó a sus padres y les expuso la situación. Su madre, la pobre, lloraba por unas circunstancias que desconocía. Su Antonio era el niño mimado de la familia, el que despuntaba entre ellos y allí se encontraba afligido y en un callejón sin salida. Habló también con el director, Juan, y llamó a los padres del acosador, que procedía de una acomodada familia y mostraron su perplejidad e incluso incredulidad sobre la veracidad de las acusaciones sobre su hijo. No se quedó ahí por supuesto y le puso sus correspondientes partes para que recibiera la disciplina que se merecía. No fue fácil para ella lidiar con la situación y conseguir que acabara la extorsión, pero fue un antes y un después para Antonio. 

Contra todo pronóstico Antonio se matriculó en Bachillerato, lo terminó meritoriamente y luego cursó la carrera de Empresariales y la culminó también con éxito. Ha estado trabajando algunos años en Londres y la última vez que coincidí con él, en Benaocaz, estaba preparándose unas oposiciones para la Agencia Tributaria. El domingo en Zahara nos confirmó que las había aprobado y le habían dado plaza en una administración de Barcelona. Ahora seguía estudiando para promocionar y pretendía, algún día, venirse más cerca de su tierra. Durante un tiempo Antonio también frecuentó nuestras reuniones cristianas y, aunque nunca llegó a ser testigo de Jehová, estoy seguro de que guarda un grato recuerdo del trato que le dispensamos aquellos años de su adolescencia en los que era marginado sin ninguna razón, más allá de su origen tan humilde. El suyo es un ejemplo de superación que ojalá imitaran otros jóvenes que viven circunstancias parecidas.

Estos días en Málaga, además de los gratos paseos con una temperatura envidiable, nos permitieron encontrarnos con nuestros queridos amigos Rafael y Lucía. El encuentro no pudo ser el de otras ocasiones. Casi todos los años por nuestro aniversario, a finales de febrero, solemos ir unos días a Málaga buscando un clima más benigno que el de la sierra de Cádiz y quedamos con ellos para comer juntos y echar un buen rato. Esta vez se dio la incómoda casualidad de que los dos estaban con una especie de faringitis y no parecía sensato, en vista de mi estado más bien delicado, que nos encontráramos en un lugar cerrado y sin mascarillas, así que anoche, a las 7:30 fue el único momento que hallamos coincidente para vernos. Echamos un paseo de algo más de una hora con nuestras mascarillas, guardando cierta distancia y caminando por los aledaños de una de las playas de Málaga. 

Rafael y Lucía tienen mucho en común con nosotros. Además de que nuestra edad es similar, también tienen dos hijos de edades parecidas a las de las nuestras. Sin conocerme de nada, me alojaron en su casa hace más de 10 años para una escuela a la que asistí de una semana de duración. Era una formación que nos dan cada cierto tiempo a los ancianos de congregación. Yo no podía asistir a la que me correspondía en Cádiz y fui a Málaga. Ellos ofrecieron su casa para los que nos desplazábamos de otras provincias y tuve la suerte de conocerlos. Desde el principio hicimos buenas migas, son de esas personas con las que encajas rápidamente. Nuestras aficiones, puntos de vista y manera de afrontar la vida eran tan similares que la amistad se forjó de inmediato y perdura a lo largo de los años. 

Desgraciadamente hay personas con las que te gustaría coincidir más frecuentemente, pero la distancia geográfica lo impide, no obstante, cada vez que nos vemos, aunque sea una vez al año, es para nosotros una celebración. Son personas sencillas, generosas como pocas, y, como decía Machado, en el buen sentido de la palabra, buenos. Poco tuve que explicarles de mi periplo por hospitales y médicos porque Lucía me ha estado leyendo todo este tiempo y lo compartía con Rafael, y también lo hemos hecho por teléfono en algunas ocasiones. Tanto Rubi como yo los tenemos a los dos muy presentes, aunque nos veamos cara a cara en contadas ocasiones. El dicho “quién tiene un amigo, tiene un tesoro” cobra significado con personas como ellos, su amistad está por encima de cualquier valoración.

Esta noche tendré que acostarme temprano, mañana toca madrugar a las 6 de la mañana, puesto que a las 9 tendré que estar en el Centro de Diagnóstico por TAC en pleno centro de Sevilla, con la dificultad de encontrar aparcamiento allí y estar a tiempo para la cita. Tengo que llegar en ayunas y beberme un litro de agua en la hora previa a mi paso por la máquina. 

El año toca a su fin, y con él mi última y concluyente prueba médica. Con el resultado de la misma diré hasta luego a mi diario. No será un adiós, porque nunca me han gustado las despedidas y adiós es una palabra que suena a una demasiado definitiva. El mundo sigue girando a pesar de nuestros avatares. Nosotros podemos desaparecer, pero hay ciclos que no lo harán por muchos millones de años, no somos por tanto tan importantes como muchas veces creemos. Ni nuestra llegada al mundo lo cambió, ni cuando lo dejemos habremos dejado apenas huella en el curso constante de la vida, pero igual que no pudimos hacer nada para aparecer, tampoco tenemos la más remota idea de cuando nos iremos, así que dejemos los adioses para que los pronuncien otros, cuando la puerta se cierre definitivamente, mientras tanto un hasta luego deja más accesos abiertos a nuevas ilusiones, perspectivas y encuentros. 





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