(181º) DIARIO DE UN LINFOMA (Dichosos “telemalarios”).

(181º) DIARIO DE UN LINFOMA (Dichosos “telemalarios”).

14 de diciembre de 2022.

Acaba de escribirme Alicia y me dice que se encuentra algo mejor, que va poco a poco sintiéndose con más fuerzas. Me ha preguntado por mí y le he dicho que yo también estoy en ese proceso de recuperación. Los dos nos hemos deseado empezar el nuevo año de una manera distinta. 

Aunque me fastidia un poco tener que estar encerrado por el mal tiempo (llevamos casi 2 semanas sin apenas dejar de llover en Benaocaz), me alegra saber que la pertinaz sequía (siempre aparecían unidos ese adjetivo y el sustantivo), va dando paso a un tiempo más húmedo. Creo que todos deberíamos estar felices por la cantidad de litros que están cayendo, pero parece que no es así en los informativos. 

“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé”, cantaba Santos Discépolo en ese tango que ya compartí. No hace falta incidir más en el cambio climático, el esfuerzo armamentístico, el aumento de las enfermedades mentales, de las de transmisión sexual, la baja fertilidad de los hombres, la contaminación de los mares y una larga lista de malas noticias que nos circundan. Ahora bien, ¿por qué somos tan masoquistas que hasta las buenas las convertimos en malas?

Los telediarios deberían llamarse “telemalarios” porque apenas recogen noticias esperanzadoras. Me ha resultado machacante que, desde la primavera, la cantinela de la sequía haya copado gran parte de las noticias en los distintos medios. Nos han ido informando todo el verano del estado de los pantanos y su progresivo vaciado con inquietantes porcentajes en las distintas cuencas hidrográficas. Pero ¿desde cuándo en verano llueve en España, sobre todo en el sur, y aumenta el caudal de los embalses? No siendo suficiente el cargo de conciencia que nos han creado cada vez que abríamos el grifo en la época estival, la cosa se ha agravado en el otoño.

Es verdad que en septiembre, octubre y noviembre apenas ha llovido, pero es que a falta de otros malos augurios, los noticiarios seguían dale que te pego: “El otoño más seco de no sé cuantos años, las reservas en los niveles más bajos desde no sé qué década. El invierno se prevé con escasas lluvias y más caliente de lo normal”. ¡Madre mía! Si yo ya estaba pensando en darme duchas bimensuales. Estuve a punto de lavar mi coche con un pulverizador, por temor a que los vecinos me vieran derramar agua calle abajo.

Ahora llueve a mares, se están batiendo récords de precipitaciones donde más falta hacía, los ríos comienzan a descargar metros cúbicos en los pantanos y ¿cómo abren los informativos? “Inundaciones en Extremadura. Coches arrastrados por el agua. Tornados.” Dios mío, ahora nos angustian porque llueve. Esto no hay quien lo entienda. Vamos a ver, después de tanto martilleo con la sequía, ahora deberían compensarnos con los datos esperanzadores que ofrece el tiempo lluvioso. Deberían venir días y semanas con noticias alentadoras sobre el aumento del agua embalsada, la vida recobrada en las marismas, las setas que vuelven a sembrar los bosques, los ríos corriendo y los arroyos haciendo lo propio. Luego, si quieren, que nos digan que en algunos sitios también se han producido daños por las abundantes lluvias, puesto que el dicho “nunca llueve a gusto de todos” tiene que cumplirse, pero que no hagan justo lo contrario: 10 minutos de imágenes de coches arrastrados y aguas saliendo por las casas y 30 segundos para recordarnos que los pantanos suben sus niveles.

Ya digo, el mundo está hecho unos zorros, eso no se puede negar, pero esta tendencia a regodearnos en las malas noticias creo que tiene un efecto perverso y bumerán. Me intento explicar. ¿Conocéis el cuento del lobo? Bueno, no sé si hoy se les sigue contando a los niños, porque como el de Caperucita, los 3 cerditos y tantos otros, algunos los consideran sexistas y otros tremendistas, igual los niños no se los saben, pero como mis lectores son algo más maduritos, creo que todo el mundo sabe de lo que hablo. De tanto anticipar la llegada del lobo, al final nadie le hacía caso en el pueblo a Pedro, el pastor burlón, hasta que llegó de verdad el felino y se despachó a unas cuantas ovejas sin que nadie lo auxiliara.

Hoy día estamos tan inundados de verdaderas malas noticias que deberían dosificar las que no lo son tanto mucho más, a mi modo de ver. Hablar de 40 grados de calor en Córdoba en verano, no es novedad. Recordar que en el sur de España no llueve en casi 6 meses no debería asustarnos a ninguno de los que habitamos en estas latitudes. Que caiga una nevada en enero o febrero tampoco escandaliza a la mitad norte de la península. Que los mariscos se pongan por las nubes en diciembre o el paro aumente en septiembre deberían eliminarse de los informativos, porque todos los años es exactamente lo mismo, no es noticia, palabra que tiene su equivalente en “nueva”, porque se refiere a novedades y estas no lo son. 

Si oscurecemos las verdaderas malas noticias con un cúmulo de falsas pésimas novedades, al final las primeras pasan desapercibidas y no se les da la auténtica importancia que tienen, porque nos inmunizamos con las segundas. La gente ya no sabe qué creer, no es capaz de determinar si “Pedro” el de las noticias (no me refiero a Piqueras, sino al pastor) está de broma o realmente quiere alarmarnos por una amenaza cierta. 

Yo propongo que las cadenas de televisión o los canales de Internet, así como otros medios  informativos creen lo “telebuenarios” y uno se alegre un poquito la vida escuchando que han dado un gran paso en una futura energía limpia basada en la fusión, que se modera la inflación por debajo del 7%, que los embalses se llenan, que se recicla más, que las terapias contra el cáncer encuentran nuevos caminos, que se encuentra el posible origen y con ello está más cerca la cura de la esclerosis múltiple y así muchas buenas noticias que se están también produciendo cada día.

Luego, en informes serios y contrastados, en forma de documentales o noticiarios, también en reportajes escritos, que nos alerten con seriedad de esos otros males que afronta la humanidad y no son triviales, todos aquellos con los que abría esta entrada. Ahora que cada uno actúe en consecuencia, unos intentarán poner su granito de arena en tratar de contribuir a su resolución, otros apoyarán a organizaciones que traten de paliarlos, algunos otros mirarán a los políticos y los votarán o no, otros se acordarán del que está arriba y esperarán en él, muchos pasarán de puntillas sobre estas informaciones, bastantes no querrán oírlas y la mayoría haremos todas estas cosas según el día y como nos pille el cuerpo, pero, seguramente, saber que estamos escuchando un “telebuenario” o un “telemalario” nos ayudará a discernir si la alarma está justificada o no, seremos más capaces de distinguir el trigo de la paja.

La niebla invade Benaocaz y las gotas siguen cayendo. 14 grados en el termómetro de la calle y yo escribo con una manta sobre las piernas. Nada de esto es atípico para mí en diciembre, pero da gusto compartirlo porque me parece una buena información, aunque no sea noticia.

 

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