(166º) DIARIO DE UN LINFOMA (La vida bajo tus propios términos).

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21 de noviembre de 2022.

Ayer domingo fue un día precioso, el frío de anteayer dio paso a uno un poco más cálido. Por la mañana pude dar un paseo por mi calle aprovechando que tampoco hacía viento. El sábado por la tarde, en cambio, fue para borrarla de los recuerdos. Menos mal que cuando me acosté pude descansar bien y pasar página. 

Me siento ahora como un barco varado después de una intensa tormenta. Tengo la sensación de haber atravesado por el ojo de un huracán y encontrarme con el amanecer de un día, por fin, sin viento. Como contaba en entradas pasadas, empieza una tendencia a rememorar instantáneas de estos últimos meses. Esta retrospectiva tiene sus momentos difíciles pero también algunos animadores. Intento quedarme con estos últimos pero, hay que ser realista, han sido más los desagradables los que se vienen a la mente. De todas formas, una vez superadas 12 sesiones de quimioterapia (todavía estoy haciéndolo con la última), puedo afirmar que estamos preparados para afrontar casi cualquier cosa. 

Mi querida amiga Alicia acaba de volver a ingresar en el hospital. Su marido me lo comunicó hace un rato. De nuevo sus pulmones le están impidiendo respirar con normalidad, a pesar de haber recuperado sus niveles sanguíneos. La dichosa Bleomicina, que sirve para curarnos, también produce ese penoso efecto que en ella ha desembocado en una fibrosis. Ojalá en el hospital puedan ayudarla a recuperar una respiración que le permita moverse, hablar y disfrutar de su mejoría oncológica. La tengo muy presente cada día. 

Siempre me ha llamado la atención la capacidad de superación de algunas personas que afrontaron pérdidas o reveses en la vida que podrían haberlos hundido en la miseria. Recuerdo una entrevista, creo que en el programa de Andreu Buenafuente, a Enhamed Enhamed, un español nacido en Las Palmas de Gran Canaria cuya familia es de origen saharaui. Con 8 años tuvo un desprendimiento de retina que le provocó la pérdida total de la visión. En aquella entrevista decía que había ganado la ceguera. Me llamó la atención esa expresión que, lógicamente, pidió aclarar el entrevistador. Él decía que, en realidad, empezó a “ver” cuando se quedó ciego, a valorar cosas que permanecen ocultas cuando solo aprecias lo que te rodea por la información que te ofrecen tus ojos.

Enhamed empezó a entrenarse en natación y se puso la meta de participar en unos juegos olímpicos del deporte adaptado, y lo hizo nada menos que en 3 ocasiones: Atenas (2004), Pekín (2008) y Londres (2012) consiguiendo 9 medallas, 4 de oro. Después, el siguiente paso fue prepararse un Iron Man y participó en el de Lanzarote. En esta prueba se nadan 4 kilómetros, 180  en bicicleta y finalmente una maratón corriendo (42 kms.). Después de la primera entrevista, lo vi en alguna más y siempre refleja la misma actitud positiva sobre su vida y sus “limitaciones”. En su página web (https://enhamed.com), que he consultado para escribir estas líneas, se ofrece como coach y orador motivacional, y estoy seguro de que le va muy bien con sus conferencias y talleres, porque es un ejemplo de superación al que imitar. 

Una de las frases que más me gusta de las que aparecen en su web es la que reza: “El éxito es vivir tu vida bajo tus propios términos.” Debería ser él el que la explicara, pero mi interpretación es que cada uno establece las condiciones bajo las que quiere vivir y atenerse a ellas ya es un sonoro éxito. Nadie debería imponernos, contra nuestra voluntad, los términos bajo los que queremos vivir y, hasta nosotros mismos, podemos llegar a establecer unos límites que son demasiado restrictivos. Seguramente cuando Enhamed se quedó ciego, amigos y familiares bienintencionados le dirían que no hiciera muchas de las cosas que más tarde fue capaz de lograr. Es fácil decirle continuamente a un niño ciego que no salga a la calle solo, que no practique deporte, que evite muchas de las actividades que él demostró que podía hacer sin poner en excesivo riesgo su integridad.

Antes de afrontar mis 8 sesiones de quimioterapia iniciales, me preguntaba si sería capaz de soportarlas con dignidad. Es inevitable escuchar las experiencias de otros y sacar tus propias conclusiones previas. Después de experimentar los efectos de la primera que, en mi caso, fueron bastante desagradables, me volvía a cuestionar si llegaría a las 8. Bueno, finalmente no han sido 8 sino 12, y aquí estoy todavía manteniendo la compostura. Sí, me he derrumbado un poco en alguna ocasión, pero han sido momentos puntuales que no definen mi estado general. 

Hoy vivimos en un entorno de sobreprotección que daña nuestra resistencia. Por supuesto que prefiero vivir donde lo hago y con los servicios y prestaciones que me ofrece el primer mundo, pero creo que debemos ser conscientes de que crearnos una falsa sensación de que todo nos debe ir bien y no podemos enfermar, arruinarnos o morir, nos lleva a un estado de temor excesivo a sufrir algunos de esos imponderables que, tarde o temprano, vamos a encontrarnos en nuestro camino. El último de ellos, la muerte, está ahí escrita en nuestro ADN desde que nacemos. Igual que creo firmemente en que nuestro futuro eterno está en manos de alguien superior a nosotros y que puede desbaratar ese destino que parece insalvable, también soy consciente de que mientras eso no ocurra, todos vamos a pasar inexorablemente por el sueño eterno… y no pasa nada.

Pero además de estar conscientes de esa realidad a la que te despierta a bofetadas un cáncer, el desempeño más sabio que podemos hacer todos, los sanos también, es establecer y actuar según los términos en los que queremos vivir nuestra vida, como decía Enhamed. Afortunadamente, en nuestra sociedad hemos conseguido poder expresarnos con libertad, al menos sobre el papel, por eso no deberíamos avergonzarnos de creer en lo que nos dé la gana, dedicarnos a lo que nos llena, escoger y ser amigos de las personas que nos aporten, independientemente de sus antecedentes. Hoy la autocensura, a diferencia de épocas pasadas, encuentra más hueco en las posturas tradicionales que en las vanguardistas. Si de estas últimas hay que sentirse orgullosos, no debe serlo menos el que se aferra a otras más clásicas en uso de su libertad de elección. Los términos los ponemos nosotros, recordemos esa premisa. La libertad es el bien más preciado y que mejor nos define como seres inteligentes, en ausencia completa o parcial de ella nos convertimos en subhumanos.

Hoy, el desapacible día no permitirá disfrutar de las puestas de sol acostumbradas, pero ahí van las dos últimas. El cielo también parece usar su libre albedrío para colorearse a su antojo.

 




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