(159º) DIARIO DE UN LINFOMA (Tic-tac).

(159º) DIARIO DE UN LINFOMA (Tic-tac).

11 de noviembre de 2022.

¡6 días para mi última quimio! Esta noche no he dormido tan bien como la anterior pero no ha estado mal. Anoche sentía un nerviosismo interior desagradable y nada justificado, porque con la vida pausada que ahora llevo no tiene sentido. Bien es cierto que he comprobado que los componentes de la quimio producen un desajuste nervioso, bueno, no sé si serán concretamente los corticoides, pero 7 días después me sorprendió ese desasosiego interior con el que me acosté. Después creo que el Noctamid cumplió su función y me dejó descansar ya tranquilo.

Ayer tarde el cielo volvió a deslumbrar, ahí va la prueba.

Esta mañana mi café y molleta sabían casi igual que siempre. Sigo teniendo ese pequeño regustillo que no es del todo agradable, pero ya mis papilas vuelven a funcionar casi con normalidad. Junto a la barra de mi cocina, en la que desayuno, cuelga un pequeño reloj que sigue haciendo el característico tic-tac de siempre. Cuando me paro a escucharlo, no sé por qué, algo en mi interior me dice que ese pequeño martilleo constante me recuerda que la vida está compuesta de tiempo y este va desapareciendo gota a gota con cada uno de los pequeños saltos que va dando el segundero. 

José Mújica, el mítico expresidente de Uruguay, ha repetido muchas veces en sus entrevistas lo que le escuché en una de ellas. El fue socialista y anticapitalista en sus primeras etapas, pero cuando llegó a la presidencia se volvió más pragmático y practicó una política que no ahuyentara las inversiones extranjeras de su país. Una vez retirado, él sigue una vida rutinaria y tranquila en su pequeña hacienda en una zona rural. El hombre tiene algunas reflexiones que merece la pena escuchar. A la que me refiero es a la que mencionaba cuando le preguntaban por qué no había cambiado su afeitadora por una más moderna (creo recordar que eso fue lo que le llevó a su reflexión). Dijo que para qué, si la que tenía hacía su función, gastar dinero en una nueva era caer en el error garrafal en el que caemos la mayoría de los que vivimos en una sociedad consumista. Creemos que pagamos con plata, como decía él pero, en realidad, lo hacemos con tiempo, el que empleamos de nuestra vida para conseguir esa plata. En este vídeo que se volvió viral lo explica muy bien en 47 segundos:

Como me gustan ciertos cálculos matemáticos, me gustaría compartir uno de ellos. Si vivimos 80 años, eso suponen 29.200 días. En mi situación, yo firmo ahora mismo esos 80 años, por tanto me quedarían unos 9.000 días por vivir. Me ha dado por mirar cuánto cuesta el último Iphone, creo que es el 14. Si me diera por la chaladura de comprarme uno de ellos (perdón, no quiero que se ofendan los “chalados” que se lo van a comprar), he visto en Google que ronda los 1.500 euros dependiendo de su configuración, algunos modelos un poco más. El salario neto mensual en Andalucía está en unos 1.300-1400 euros, es decir, que por tener el cacharrito en mis manos, de mis 9000 días, habría usado unos 30 enteramente para disponer de él. En Internet dice que, bien conservado, puede durar 5 o 6 años, es decir, que si lo cambio a los 5 años, tendré que hacerlo unas 5 veces en lo que me resta de vida, por lo que habría empleado 150 días en total por presumir de la maravilla tecnológica. 

150 días de mi vida entregados solo para tener un pequeño dispositivo en mis manos del que podría perfectamente prescindir o, en todo caso, sustituir por otro mucho más barato. Claro, si 150 días se lo lleva el cacharrito, un coche de 30.000 euros, supondrían unos 3000 días, si también lo cambio cada 5 años. De mis 9.000 días de vida que me quedan, 3.150 los habría empleado para disponer de un buen coche y un excelente móvil. ¡Un tercio de la vida que me queda! Vale, se pueden poner en entredicho mis cálculos, y difícilmente, con el sueldo medio andaluz, podría cambiar de coche y móvil cada 5 años, pero lo que quiero resaltar es que esos 3.150 supuestos días dedicados a dos maravillas tecnológicas podrían emplearse en otras actividades mucho más enriquecedoras.

Si alguien nos dijera, ¿qué prefieres hacer en los próximos 8 años y medio (es lo que suponen 3150 días), tener un buen coche y un móvil de última generación, pero no poder hacer nada más, o usar esos años para estar con tu familia, pasear, escribir, leer buenos libros, practicar tu deporte o afición preferida, mirar las musarañas del techo, contemplar sin prisas los atardeceres de Benaocaz, conversar con buenos amigos, respirar el aire puro en plena naturaleza, descansar sesteando en tu sofá, aprender a pintar con acuarelas, tocar un instrumento musical, emocionarte viendo los partidos de fútbol de tu equipo, y tantas otras actividades en las que emplear el tiempo?

Está claro que toda comparación tiene sus fisuras y lo que planteo no es exactamente tal cual lo presento, pero el tic-tac de mi reloj de cocina lo que me comunica cada día es lo siguiente: la vida fluye siempre en un continuo discurrir del tiempo, este se va escapando de las manos como un puñado de arena seca de la playa que desaparece entre los dedos. Mientras no se agote ese tiempo, ¿en qué lo vas a emplear? No es sano tampoco angustiarse por la forma en que lo vas a hacer, porque eso genera anticipación y angustia, pero sí que merece la pena valorar a lo que le damos importancia en la vida y ponemos en primer lugar en nuestras prioridades a las que dedicar ese precioso regalo de 24 horas que nos dan cada mañana al levantarnos. 

El dinero, como ya expliqué en otra entrada, es un magnífico invento para poder adquirir multitud de cosas con él, sin tener que recurrir al complicado trueque, como se hacía antes de su invención, pero recordemos que compramos plata (dinero) con tiempo, y este es finito, es de lo que está compuesto la vida, si lo empleamos en algo, no podemos hacerlo simultáneamente en otra cosa. Cada día es bueno que reflexionemos un poquito en qué estamos dispuestos a gastarlo, si en artículos superfluos que poco aportan a una vida verdaderamente significativa, o en actividades que elevan nuestro espíritu y también el de los que nos rodean. El tic-tac de mi reloj, es un sonido parecido al que emite un metrónomo en el que su aguja oscila de izquierda a derecha y viceversa como preguntándote: ¿Aprecias la vida o eres tonto de capirote?





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