(155º) DIARIO DE UN LINFOMA (¿En los mundos de Yupi?) .
7 de noviembre de 2022.
Atardecer de ayer.
10 días para mi última sesión de quimio. Quiero mirarlo de este modo para motivarme, porque esta undécima está teniendo efectos bastante desagradables. No me esperaba que ayer, después del Black Saturday, también apareciera un Black Sunday. Estuve todo el día con fuertes náuseas y por la tarde-noche me encontraba con mucho malestar. El termómetro me sacó de dudas, otra vez apareció la febrícula de 37,4.
Cené lo que pude y me tomé un Paracetamol y Noctamid para descansar lo mejor posible. He sudado bastante y me he levantado un par de veces, pero he aguantado en la cama hasta las 8:30 y no ha estado del todo mal la noche. Me he levantado bastante apaleado, pero espero que, conforme avance el día, me vaya sintiendo mejor.
Es una caja de sorpresas lo que le pasa a mi cuerpo después de cada envenenamiento. La pasada sesión la superé sin fiebre, salvo los días en que me puse las inyecciones de Filgrastin, y me encontré relativamente fuerte a partir del tercer día, pero hoy vamos por el cuarto y tengo muy pocas fuerzas. Bien es cierto que mi hemoglobina va bajando lentamente, y cada vez se encuentra más en unos niveles que pueden ser el origen de mi cansancio. En fin, como empezaba este escrito, en 10 días será mi última sesión y hay que acabar estas penosas semanas lo mejor posible.
Ayer por la tarde eché un breve paseo con mis amigos Diego, Pili, Antonio, Cristina, Juan Luis y Ainhoa por mi calle. Más tarde me visitaron mis amigas Toñi y María José y mantuvimos una buena conversación que, al menos, me distrajo de mis incomodidades físicas.
Por la mañana habíamos visto el programa de la asamblea “Amigos de la paz” y estuvimos comentando algunos de los discursos. En el último de ellos, un compañero llamado Andrés, presentó una explicación detallada del significado del capítulo 12 de la carta a los Romanos. Tiene un don natural para hablar en público, lo hace con una naturalidad, afecto y cercanía que te llega directamente al corazón. Vive en Madrid, en nuestra sucursal, y he coincidido con él en un par de ocasiones, una de ellas compartiendo mesa en el comedor de la sucursal en una de mis visitas. Es un hombre de unos 60 y tantos años, soltero, de trato muy humilde y afable. Tiene una amplia experiencia, pero cuando hablas con él te hace sentir a su altura, y su sonrisa contribuye a la cómoda conversación.
Si alguien no tiene ni idea de lo que implica el cristianismo o quiere acercarse a la esencia de este, lo animo a leer el capítulo 12 de Romanos. Son 21 versículos que resumen lo que Jesús quiso transmitir a sus seguidores, a través de su ejemplo y palabras, y que Pablo destaca aquí, en su carta, con frases cortas pero cargadas de un imponente significado. Me gustaría resaltar algunas de ellas. Más allá de toda connotación religiosa, me gustaría que se juzgasen de forma objetiva, porque pienso que son algunas de las claves que permiten una convivencia pacífica y armoniosa con nuestros congéneres, y facilitan la relación con nuestro Creador para los que creemos en él.
Versículo 3: “Le digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense de un modo que demuestre buen juicio”. ¿Quién puede negar que vivimos en una época en la que prima el individualismo? No sé si es lo que fomenta el consumismo, con aquello de “satisface tus deseos”, o el origen es multifactorial y se escapa a mi discernimiento, pero yo observo que caemos en el error de pensar demasiado en nosotros mismos, más de lo debido, muy a menudo. Eso nos lleva a ofendernos rápidamente cuando nos consideramos ninguneados o a pensar solo en nuestros derechos, dejando a un lado las obligaciones comunitarias que también tenemos. Pablo pone a continuación el ejemplo del cuerpo humano, donde todos los miembros tienen una función importante que, siendo distinta, contribuye al buen funcionamiento de todo el organismo. Aunque él lo aplica a la organización cristiana, en cualquier otra, una actitud de búsqueda del bien común suele producir mejores efectos que el “ombliguismo” en el que muchas veces caemos.
Versículo 9: “Que su amor no sea hipócrita”. ¡Vaya frase! Corta, pero contundente. En el griego común (en este idioma fue escrito el Nuevo Testamento) existían 4 vocablos para amor: eros, storgé, phileo y agape. En pocas palabras, el primero se refiere al amor romántico, el segundo al afecto por consanguineidad, el tercero al afecto y cariño por amistad y el último, agape, es la forma más sublime, la que se basa en principios elevados y que el propio Pablo define muy bien en el pasaje de 1 Corintios 13: 4-7 que a menudo se lee en algunas bodas:
“El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso. No presume, no es arrogante, no se porta de forma indecente, no busca sus propios intereses, no se irrita con facilidad. No lleva cuenta del daño. No se alegra por la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta”.
Pues bien, en cualquiera de sus formas, la hipocresía acaba matando el amor. Creo que poco repele más que descubrir que nuestro “amigo, pareja, familiar” nos ha mostrado un afecto que no era sincero.
Versículo 11: “Sean trabajadores, no holgazanes.”. Sí, el consejo de Pablo abarca hasta un aspecto tan práctico como la actitud hacia el trabajo. Alguien puede pensar que el cristianismo aboga por un modo de vida contemplativo y alejado de la realidad que exige un arduo esfuerzo para ganarse la vida. En absoluto es así, de hecho, en otro pasaje, Pablo fue todavía más categórico: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10).
Versículo 15: “Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran.” El espíritu de este consejo vuelve a entroncar con la esencia de las enseñanzas de Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Compartir con sinceridad las alegrías de nuestros amigos, sin permitir que la envidia nos corroa y solidarizarnos con sus penas, es una forma de estrechar los lazos que nos unen.
Versículo 17, 21: “ No devuelvan mal por mal a nadie”. “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien”. Aunque alguien pueda pensar que este principio se puede poner en práctica solo en los “mundos de Yupi” (perdón por la referencia a un programa infantil de los años 80, pero los de mi quinta entienden la expresión), nada más lejos de la realidad. El principio contrario se llama venganza, y aunque la llamen dulce, tiene mucho más que ver con amargura. Es verdad que, a veces, esa respuesta bondadosa no tiene efectos positivos visibles, pero aunque no lo obtengan de nuestro prójimo, repercute en nuestro bienestar interior.
Solo he resaltado algunas frases de este capítulo tan interesante. Andrés, en su discurso, aludió a otras, pero valgan las esbozadas para subrayar su valor en una sociedad cada vez más alejada de estos valores. Se compartan o no estas ideas, por mi parte voy a seguir intentando aplicarlas en mi vida. Con errores manifiestos cuando las quiero llevar a la práctica, faltaría más, pero es bueno saber donde está la diana a la que apuntar, aunque no aciertes siempre en el centro.