(152º) DIARIO DE UN LINFOMA (De atardeceres y ocasos).

(152º) DIARIO DE UN LINFOMA (De atardeceres y ocasos).

4 de noviembre de 2022.

No nos faltaban catástrofes bélicas y medioambientales para que hoy nos despertemos con la posibilidad de que los restos de un cohete chino de 20 toneladas puedan caer en la península y haya que cerrar el espacio aéreo del levante español. Ya que tiene que caer, a ver si hay suerte, se va un poco más lejos y lo hace en la cabeza de alguno de los descerebrados que lleva el mundo a maltraer.

Vuelvo a lo mío, que no me quiero meter en camisa de once varas. ¡Ayer superé mi undécima sesión de quimio! Fueron menos de 4 horas y libres de fatigas. Mis queridas Paula y Eli siguen dándole caña a los de farmacia y todas mis bolsitas estaban preparadas para ser infundidas en mis venas una detrás de otra. Nada más llegar a casa, baño con 2 kilos de sal y tarde tranquila. La noche inquieta, como siempre; el Noctamid ayuda, pero el chute de corticoides produce un nerviosismo difícil de contrarrestar.

Penúltima pulsera de todo incluido en el hospital de día.

Como ayer no escribí, no pude dar la buena noticia del miércoles, así que con bombo y platillo la comparto ahora. Estaba entrando en Jerez cuando recibí un whatsapp de Ángel, el marido de Alicia. Al verlo le dije a Rubi que me lo leyera, porque yo iba conduciendo. Recibieron el resultado del PET-TAC y todas sus adenopatías habían desaparecido, el linfoma está actualmente superado. Le envié un entusiasta audio alegrándome muchísimo. Desde luego, fue la noticia que me arregló el día. Después de dejar a Rubi con su psicóloga, me fui para el hospital y les di la sorpresa a Ángel y Alicia. La pobre estaba con el oxígeno puesto y todavía sufre los estragos de la fibrosis, pero su cara parecía otra, estaba superfeliz. Esto le da fuerzas para seguir adelante. Jesús, el hematólogo, le ha dicho posteriormente que le van a poner dos sesiones más de quimio, pero Víctor, el internista, dice que tendrá que esperar, por lo menos, un mes para empezarlas. Ayer mismo le dieron el alta y se fue para su casa. Como le dije, ahora en su vivienda de Chipiona, con sus sesenta y tantos naranjos, dando vueltas por su huerto, seguro que se recupera mucho antes. ¡Qué subidón me dio su excelente noticia! Me dijo antes de irme de su habitación: “Ahora te toca a ti, tienes que recuperarte totalmente tú también”.

Estas dos noches ha vuelto a quedarse con nosotros Gema en el piso. A Roberto siguen haciéndole pruebas para descubrir el origen de la hepatitis. Ayer estaban un poco nerviosos porque los médicos les dijeron que una posibilidad que no había que descartar, aunque todavía remota, es que si no se llega a la causa y los síntomas empeoraran, tendrían que trasladarlo al Reina Sofía de Córdoba para un trasplante urgente. Por supuesto, eso todavía no se contempla y les dijeron que tuvieran paciencia porque faltaban analíticas por recibir. Cuando se determina el origen, se puede poner un tratamiento. Si el motivo es un determinado virus, o se espera que sea el propio cuerpo el que lo venza o se usan medicamentos específicos para el caso de alguno de ellos. Si es una enfermedad autoinmune también existen estrategias médicas para tratarla, pero en algunos casos, si no se determina el porqué de la inflamación no queda otra que vigilar la evolución de la enfermedad y actuar en consecuencia. Todo esto genera intranquilidad, como no puede ser de otra forma, pero si en la vida en general, hay que ir día a día, cuando se trata de enfrentarse a una enfermedad, hay que hacerlo más que nunca,.

Al atardecer fui capaz de dar un breve paseo. Como podéis ver, en Jerez también se divisan cielos hermosos.



Hablando de ocasos, ayer se produjo el definitivo para la madre de mi querida compañera Gema. Desde aquí les mando el más cálido abrazo a ella, Diego, su esposo, y sus dos hijos. Tuvo una muerte tranquila, se apagó sin mucho sufrimiento después de dos semanas de declive final. A fin de cuentas, una muerte como nos gustaría a la mayoría. Pronto tendré la oportunidad de hacer realidad el abrazo que ahora le mando desde la distancia.

Estos dos últimos días he tenido la oportunidad de charlar un buen rato con mis dos hijas por separado. Han sido conversaciones que han abordado problemas, pero que también han compartido sentimientos y emociones íntimas que forjan una relación que se afianza. Es inevitable que la diferencia de edad y la jerarquía que se establece en la relación paterno-filial, incline la balanza entre dar y recibir consejo a favor del progenitor, más por viejo que por padre. Pero es estimulante darse cuenta de que en ese equilibrio, generalmente decantado hacia mi parte, se producen también reflexiones de mis hijas que me enseñan y reconducen mis pensamientos. Se aprende de todo el mundo, nadie tiene la posesión absoluta de la verdad sobre el origen de los problemas y su solución, pero cuando charlas apaciblemente sobre ellos y eres capaz de abrir tu corazón, viendo a tu hija hacer lo mismo, para encontrar ventanas que aporten aire fresco a una habitación viciada por el aire del desconcierto, te das cuenta de que ha merecido la pena mantener ese vínculo de comunicación con ella a lo largo de los años. 

No hace mucho una amiga me confesaba que llevaba varios años sin hablarse con su padre, y un famoso escritor reconocía que, en los últimos 20 o 30 años, había perdido toda relación con el suyo, de hecho, vivía en América y no estuvo dispuesto a tomar un vuelo y asistir a su funeral en España. En ambos casos, el agravio que supuestamente había roto la relación no me parecía de la suficiente entidad como para tomar una medida tan drástica pero, claro está, quién soy yo para juzgar comportamientos ajenos. Cada uno tiene derecho a sentirse ofendido al grado que considere oportuno. Ahora bien, romper lazos familiares es acabar con el último eslabón de la intimidad. Podemos generar amigos y dejar de tenerlos, pero nunca abandonaremos la condición de padres o hijos. Creo que debemos hacer todo lo posible por cuidar esa relación tan especial, si no estamos hablando de agravios que, por antinaturales, destrocen lo más sagrado que debería existir en ella, la confianza.

13 serán los días que me queden hasta la última quimio. Ahora sí hay una cuenta atrás en marcha. Ayer mis niveles sanguíneos, aunque alterados, permitieron inyectarme el “veneno” curativo. La hemoglobina estaba un poco más bajita, en 10,8, los neutrófilos no estaban efervescentes, como la última vez, pero dentro de los niveles normales, y los volúmenes corpusculares seguían también en un rango un poco inferior a los mínimos, pero nada preocupante. Si mis inyecciones de Filgrastin vuelven a funcionar por última vez, el 17 de noviembre será mi última visita al hospital de día y me despediré de mis queridas Paula y Eli con un fuerte campanazo. Ayer tenían la carta que les entregué en la 8ª sesión de quimio pinchada en el tablero de corcho que ya se les hace pequeño para tantas dedicatorias.

Ya sabéis que no soy muy amigo de hacer demasiados planes, pero si el calendario se cumple, el mes de noviembre será el último de mi diario diario (sí, repito la palabra deliberadamente). En diciembre, después de los días post-quimio que necesitaré para dejar atrás los peores efectos de la sesión del 17 de noviembre, pretendo empezar a retomar mi vida más normal. Si escribo, ya no lo haré todos los días. Supongo que, a mediados de diciembre, me harán el último PET-TAC y con su resultado pondré el broche a este blog que comencé a principios de mayo. Espero compartir un final feliz de lo que empezó como una travesía con un rumbo incierto, pero si no lo fuera, será un punto y seguido para una nueva narrativa, no quizás en forma de blog diario, pero seguro que tomará alguna otra forma que me permita expresar mis pensamientos y, a la vez, sea una terapia para mi alma. 

No me cansaré de agradecer la retroalimentación en forma de cariño que he obtenido de los que os habéis tomado la molestia de leerme, si no a diario, sí de vez en cuando. Llamadas telefónicas, innumerables whatsapp, escritos en papel, abrazos virtuales y algunos físicos, paradas en la calle para insuflarme ánimos, visitas. Se me quedan formas en las que he percibido un cariño que no podré devolver de la forma que me gustaría. 

Los enfermos necesitamos los medicamentos que nos curen, pero donde no llegan estos, lo hacen la sonrisa y el afecto de un amigo. 

Una de las canciones que más me gustan, bueno, solo hay 3 o 4 de este grupo que lo hacen, es “Where is the love” de Black Eyed Peas. Los autores le preguntan a Dios dónde está el amor en este loco mundo que nos rodea. Como yo, afortunadamente, lo encuentro en muchos sitios, tengo respuesta para la pregunta, pero os animo a detenernos en la letra (hay versiones con subtítulos en español), porque creo que refleja cómo se siente muchísima gente hoy día.



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