(148º) DIARIO DE UN LINFOMA (¿Odias o amas a Hombres G?).

(148º) DIARIO DE UN LINFOMA (¿Odias o amas a Hombres G?).

30 de octubre de 2022.

Pretendo ser especialmente breve hoy, puesto que mi suegro sube pronto para ayudarme a sembrar unas lechugas en mi huerto y más tarde nos vamos para Jerez.

El día de ayer fue calmado y recuperé parte de mi ánimo y tranquilidad. Los días convulsos dejan un mal regusto, pero la calma que regresa tras las tempestades también hay que saborearla y usarla para recomponer costuras rotas. No salí de casa prácticamente para nada, pero me sirvió para recuperar fuerzas y espero que hoy mi cuerpo lo note. El viernes, con un estado de ánimo decaído comprobé, una vez más, la fuerte relación entre mente y cuerpo. El paseo que dimos por la tarde lo noté en las mermadas fuerzas de mis piernas. Es increíble cómo somatizamos nuestros enredos mentales. Jamás volveré a menospreciar la relación tan directa que siempre puso sobre la palestra el dicho “mens sana in corpore sano”.

Ayer volví a ser testigo de un bonito atardecer. Ahí van las fotos.

Les he dicho a mis hijas y yernos que me gustaría organizar una comida el lunes juntos. En el salón de nuestro piso de Jerez, con las ventanas abiertas y conmigo sentado aparte en una mesita junto al televisor, que se encuentra al lado de la amplia cristalera corredera que da nuestra pequeña terraza, no creo que haya peligro de que nos juntemos. Los cuatro me han dicho que estarán. Me hace una enorme ilusión, porque estos días me encuentro mejor y apenas me está dando fiebre. Mañana me toca la primera de mis inyecciones de Filgrastin y el principal malestar me lo ocasiona a las 24 horas, así que espero estar en condiciones de disfrutar plenamente de la mejor compañía.

Hay que ver lo que pesa el aislamiento, sobre todo de tus seres queridos. Después del confinamiento y todo lo que vino detrás, desde marzo empezó el mío personal y durante todos estos meses apenas he podido disfrutar de una vida normal y de relacionarme con libertad con mi familia inmediata. Hasta a mí me sorprendió la llama de ilusión que prendió en mi pecho cuando ayer me dijeron los 4 que sí al almuerzo del lunes. Lo disfrutaré como si fuera la primera vez que lo comparto con ellos.

Anoche terminamos de ver Rubi y yo la película “Voy a pasármelo bien”, inspirada en las canciones de Hombres G de los años 80. La verdad es que nos encantó la historia de amor entre dos chiquillos de 13 años que sirve de hilo argumental a la sencilla trama. Esos dos jóvenes se reencuentran 30 años después y la peli salta entre esos dos periodos, salpicada de números musicales y de baile, con la banda sonora de las melodías más populares del grupo que tanto éxito tuvo en aquellos años.

Soy muy variopinto en mis gustos musicales, y no era fan de los Hombres G en aquellos años, pero reconozco que con el paso de las décadas, me han vuelto a seducir con sus pegadizas canciones. La música es uno de esos fenómenos con la mágica capacidad de trasladarte en el tiempo y recrear momentos vividos. Anoche veía el colegio de Valladolid donde se desarrolla gran parte de la peli, las ropas de los chiquillos, los coches de la época, los giros lingüísticos que empleaban, y todo lo que intentaban reproducir con fidelidad, y mi mente viajaba a la época de mis 13 años, que se había producido unos cuantos antes del espacio temporal de la peli, pero que se movía en unas claves muy cercanas a las que intentaba reflejar esta obra.

Cuando comparas épocas, te das cuenta de que hay cosas que han cambiado, y mucho, pero otras no tanto. Ya en ese tiempo, las familias de los protagonistas reflejaban la desintegración que empezaba a producirse. Algunos de los preadolescentes sufrían el divorcio o la separación de sus padres. Hoy ese deterioro se ha acentuado. Las calles de Valladolid reflejaban en sus escaparates la preponderancia del comercio local, me hizo mucha ilusión ver la fachada de un Galerías Preciados y ese interior con su departamento de discos y cassettes. Hoy las calles comerciales de las principales ciudades son miméticas con las de medio mundo. Los comercios de cercanía están desapareciendo y se repiten las franquicias de las grandes marcas que acaparan los mejores locales de las calles céntricas.

Lo que menos ha cambiado es la vitalidad e ilusión que desarrollan los chicos y chicas que viven la pubertad. Es la antesala a una realidad que sí ha mutado en gran manera, pero que se hará más evidente unos años más tarde. Los jóvenes que abandonan la infancia, y se adentran en la complicada etapa de la adolescencia actual, todavía tienen la ingenuidad de anhelar un mundo adulto con la estabilidad que seguramente no encontrarán. En esos años sueñan con amores permanentes, trabajos estables y anhelos artísticos colmados, pero, desgraciadamente, se encontrarán un mundo mucho más cambiante y convulso del que imaginan. 

No quiero caer en un despliegue de tradicionalismo y estatismo, pero creo que a nuestros jóvenes les convendría encontrarse un mundo en ese estado intermedio que saca a relucir el dicho tan gracioso que escuché a mi amigo Sebastián por primera vez: “Ni so que te pare, ni arre que trote”.  Los que han montado en una bestia de carga entienden bien lo que significa. Quizás los más viejos han vivido en un mundo anclado en el pasado, con menos cambios de los anhelados, pero las nuevas generaciones se encuentran uno que vuela de puntillas hacia no se sabe donde. 

Afortunadamente, la geografía humana no es lineal y, al mismo tiempo, podemos encontrar comunidades amish, con vidas del siglo XVIII y comunas liberales de relaciones infinitamente más abiertas que las de los hippies de los años 60. Por medio nos movemos otras que intentamos amarrarnos a costumbres que, sin llegar a alguno de los extremos mencionados, circulan en tramos más sosegados del río de las costumbres. Donde sí convergen todas estas tendencias es en los centros de educación en los que nuestros jóvenes, por imperativo legal, tienen que compartir escenarios. 

La peli de anoche nos llevó a los finales de unos años 80 que en España fueron de cambio y apertura, de modificación de hábitos que apenas se habían alterado en las 4 décadas anteriores. ¿Hemos mejorado desde entonces? ¿Vivimos en mundo más evolucionado y equitativo? Cada uno que haya conocido las dos épocas hará su lectura, yo tengo la mía y solo voy a decir que aquello del cambio por el cambio muchas veces produce los nuevos viejos errores de la humanidad.

Feliz domingo.



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