(142º) DIARIO DE UN LINFOMA (Los ordenadores nos ponen de los nervios).
23 de octubre de 2022.
Se ha vuelto a anticipar el Black Day al sábado; ayer, especialmente a partir del mediodía, esa descomposición interna que se manifiesta, sobre todo, en el pecho, me acompañó hasta que me acosté. Coincide esta desagradable sensación con una aceleración del trabajo de mis riñones y he pasado toda la noche dando paseos al baño. Esta especie de depuración que mi cuerpo realiza suele ser la antesala de una mejoría, así que espero que hoy se presente el día con mejor cariz.
Cuando estoy inmerso en los días malos, me cuestiono si seré capaz de llegar a las 12 sesiones. Estoy planteándome cada vez más si quedarme solo en una más y llegar a los 5 ciclos y medio. Estoy pensando en volver a consultar a Rodolfo, el hematólogo canario, y planteárselo, puesto que he recibido 4 sesiones más de Bleomicina de las que debería y no sé si eso compensaría saltarme la última sesión. La verdad es que estoy hasta las narices de pasar por este envenenamiento cada 14 días. En fin, lo dejaré estar unos días y cuando me sienta mejor seguramente lo veré de otra manera.
Hoy parece que me he levantado algo mejor que ayer, pero con una falta de energías manifiesta. La relación cuerpo-mente es evidente y cuando el primero se muestra extenuado, la segunda funciona al ralentí; eso hace que esta mañana tenga pocas ganas hasta de escribir.
Ayer no recibí noticias de mi compañera Alicia y, como me encontraba tan mal, tampoco tuve muchas ganas de preguntar, quizás por cobardía, temiéndome que las noticias no fueran buenas. Hoy, si Ángel o ella misma no me dicen nada, les preguntaré. Sé que sigue ingresada y que esta semana tiene programado el PET-TAC, pero me gustaría conocer cómo siguen sus ahogos.
Voy a realizar una desconexión temporal y me voy a remontar al año 2003, el tercero en el I.E.S. Los Remedios. En los dos anteriores ya conté que intenté informatizar el ciclo de Secretariado, aprovechando los equipos que existían y adquiriendo, con el beneplácito de Juan, mi director, algunos más y conectándolos en red, así como instalando, además, impresora, videoproyector y escáner.
Juan, como ya he contado, era un acaparador de recursos para el instituto, todo lo que pudiera suponer un valor añadido al centro, lo quería. En la primavera de ese año apareció una convocatoria de la Consejería de Educación para crear una red de centros T.I.C. (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Había que presentar un proyecto que contara con el respaldo del claustro y la comunidad educativa del centro para intentar que nos dieran una tremenda dotación informática consistente en un ordenador de sobremesa para cada dos alumnos en todas las clases del instituto. Si lo otorgaban, todos los equipos estarían conectados en red y tendrían acceso a Internet de alta velocidad.
Como no podía ser de otra manera, Juan quería que yo fuera el promotor y organizador de la preparación del proyecto, además sería el Coordinador T.I.C., el que, si lo aprobaban, tendría una importante reducción horaria para encargarse de la supervisión de todo lo relacionado con este. Me puse manos a la obra y diseñé un modelo común de “miniproyectos” que deberían presentar cada uno de los departamentos del centro, justificando el uso que le iban a dar al equipamiento informático en sus clases. Nos salió un tocho de 267 páginas que todavía conservo en formato electrónico, y que Juan y Nicolás se encargaron de encuadernar con una cubierta de piel de Ubrique, como era de esperar.
Allá que se fue Juan con su proyecto bajo el brazo a la delegación de Cádiz para presentarlo en los registros de entrada e intentar conseguir que fuéramos de los primeros 50 centros de secundaria de Andalucía que contaran con la aprobación.
Pocas semanas antes de terminar el curso, Juan me llama a su despacho para comunicarme que nos habían aprobado el proyecto y que en breve vendrían los técnicos para estudiar el diseño de la red y la ubicación de los equipos atendiendo a la estructura de las distintas dependencias del centro. Se presentaba un verano movidito, con un buen número de técnicos tirando cables por todas las aulas y departamentos del centro, instalando un cuadro eléctrico nuevo, un rack central con servidores y casi 200 ordenadores con sus respectivas mesas y aquellos monitores CRT, los “cabezones”, como los llamaba Juan.
Esta fue mi mesa de trabajo durante los años que fui coordinador TIC.
Si Juan ya era de sangre caliente, vehemente y apasionado, ahora se enfrentaba a algo en lo que él no se desenvolvía con soltura: los temas informáticos. Desde el momento que nos aprobaron el proyecto lo noté nervioso y un tanto agobiado. La empresa adjudicataria de la instalación se puso en contacto con él y empezaron a hacerle preguntas para las que él no tenía respuesta. Yo le dije, desde el principio, que no se preocupara, que yo me encargaría de todo lo que pudiera resolver, puesto que tenía mucha más idea que él en ese campo.
A pesar de todo, aquel final de curso fue bastante tenso. Juan, por distintas razones, algunas de las cuales desconozco, pasó unos meses muy alterado y tuvo agrias discusiones con alguno de los conserjes, más de un profesor y, sobre todo, una épica con Fermín, nuestro jefe de estudios, en uno de los claustros. Cuando empezaron a llegar los camiones con el equipamiento, las incontables cajas, rollos inmensos de cables y operarios por todas partes abriendo agujeros y poniendo patas arriba cada una de las aulas y espacios del instituto, se vio la verdadera envergadura de aquel proyecto. La instalación ocupó todo el verano y yo estuve pendiente el mes de julio, pero no estaba dispuesto a sacrificar también el mes de agosto, así que durante ese mes fue solo Juan el que acudía al centro para supervisar las obras.
En septiembre todavía no habían concluido todos los trabajos y Juan continuaba de los nervios, pero, finalmente, todo llegó a buen puerto y pudimos iniciar el curso con cierta normalidad. Ahora había que preparar algún curso de formación para el profesorado y empezar a usar los ordenadores en las aulas, como parte de la metodología didáctica en cada una de las asignaturas. Como es lógico, no todo el mundo empezó a sacarle partido a la dotación, pero sí se hizo en muchas asignaturas. Aquel año entramos de golpe en el mundo de la red de redes y el uso de los ordenadores de forma generalizada. Lo que ha venido después ya lo conocemos todos.
Visita del delegado y director general para inaugurar el centro TIC
Unos años más tarde, todo aquello se desmanteló y ahora disponemos de carritos con ordenadores portátiles y se usa la red inalámbrica, pero ahora que cada vez estamos más interconectados y casi todo precisa de las T.I.C., creo que fue un acierto empezar desde hace casi 20 años a envolvernos en este mundo que ahora resulta tan cotidiano.
En aquellos años, resultaba motivador ver que compañeros de la antigua usanza, de pizarra y borrador, se esforzaban por aprender a usar las nuevas herramientas informáticas.¡Cómo nos reíamos en los cursos de formación con las ocurrencias de Fermín, que llamaba, por ejemplo, el “Morcilla”, al navegador Firefox, por la compañía que lo desarrolló, Mozilla! En aquellos primeros años me pasaba media mañana visitando clases y resolviendo problemas informáticos a los profesores y alumnos. Tendría que haber recopilado un anecdotario, porque muchos compañeros sabían menos de informática que los propios alumnos y muchos de los problemas se resolvían simplemente dándole a un botón o enchufando un cable, pero bueno, todos aprendimos a marchas forzadas a usar navegadores, procesadores de texto, ratones y teclados, entre otras cosas.
Una aclaración sobre mi entrada de ayer. Cuando hablé de mi gata Tiramisú, de procedencia checa, quiero aclarar que Mari Carmen la adquirió para criar gatos, no para revenderla. Ella, con su www.canciondecuna.es se dedica a criar sus propios gatos, no a la compraventa.
Bueno, parece que este rato de redacción me ha servido para encontrarme algo mejor. Espero que siga así el día. Que sea uno bueno para todos los que me leéis.