(128º) DIARIO DE UN LINFOMA (Alberto, ¿otra vez tú?).

(128º) DIARIO DE UN LINFOMA (Alberto, ¿otra vez tú?).

7 de octubre de 2022.

Hoy he madrugado. A las 7 de la mañana estaba en planta. Anoche, después de la sesión de quimio, llegué agotado y a las 22:30 me fui a la cama. Con la ayuda de un Noctamid, para contrarrestar la hiperactividad que me producen los corticoides que me inyectan, he podido dormir hasta las 6 bastante bien, pero ya a las 7 no aguantaba en la cama. 

La sesión de ayer fue larguísima. Yo iba con la ilusión de que fuera la más corta de todas, ya que me habían quitado casi una hora que dura la administración de Bleomicina, pero tuvimos la desgracia de que, en la farmacia del hospital, una de las farmacéuticas se pusiera enferma y tuvieron que sustituirla. La consecuencia fue que los preparados de la quimioterapia se retrasaron una barbaridad. Me pusieron la premedicación a las 10 en punto, pero hasta las 11.30 no lo hicieron con la Adriamicina, y hasta las 2 de la tarde no me inyectaron finalmente la Dacarbacina y la Vinblastina. Terminé a las 16:15. Justo a esa hora llevaba mi Rubi a Keila y Wijan al aeropuerto de Jerez, que tomaban un avión para Barcelona, donde van a estar algo más de 2 semanas con la familia de él. Como no tenía ganas de pasar más tiempo en el hospital, me fui andando hasta el piso. Iba como un abuelete, porque mis piernas no daban para más, pero llegué bien y me metí en la bañera en agua bien caliente con dos kilos de sal. No sé lo efectivo que será el baño, pero yo acabo mejor.

Alicia se sentó a mi lado, como siempre, y pudimos charlar, pero yo, esta vez, también pasé algún tiempo escuchando música y con el asiento reclinado y los pies en alto, hasta me eché un breve sueño. Paula inquiría sobre mi continuidad en las sesiones, pero solo le dije que Jesús y yo habíamos acordado, por precaución, alargar el tratamiento 2 ciclos más. Ya tendré ocasión de explicarle con más detalle los motivos, cuando pueda hablar con más privacidad con ella. A Alicia le recomendé que estuviera pendiente de Jesús y de Víctor, puesto que los dos llevan muchos pacientes por delante y es fácil que se les pase algún detalle de importancia. En su estado tan precario, tiene que vigilar muy bien que sus niveles sanguíneos no caigan tanto. Yo no soy médico, pero el recurso fácil de transfundirla no creo que sea lo único que puedan hacer. 

Ayer, por ejemplo, le escribí a Jesús con el resultado de la analítica que me hicieron por la mañana. Tenía los leucocitos en 17 (el máximo es 10), los neutrófilos en 13 (el máximo es 7). Mi médula ósea se ha espabilado con las inyecciones de Filgrastin y se ha puesto a fabricar defensas a destajo y ahora están por encima de lo normal. Jesús me contestó que no pasa nada por esos valores tan altos, que luego vuelven a la normalidad y así evitamos infecciones producidas por la quimio. En cambio, mi serie roja va para abajo con cada sesión, ahora mi hemoglobina está en 11 (el mínimo es 13), el hematocrito en 34 (el mínimo es 40), y los volúmenes corpusculares son bajos, es decir, los hematíes son pequeños. A este respecto me dijo que era una anemia que, por ahora, no era demasiado preocupante, pero que si continuaba aumentando, usaríamos eritropoyetina. Esta hormona se hizo famosa por los ciclistas que la usaron en los años 80 y 90 para incrementar su rendimiento. Al subir los niveles de hematíes, hemoglobina y hematocrito, el cuerpo oxigena mucho más. Los testigos venimos usándola desde incluso antes de que se hiciera común en muchos hospitales españoles, por ese efecto tan rápido que tiene y que evita, en su uso preventivo, muchas transfusiones innecesarias. Siempre es mucho mejor que sea tu propia médula la que produzca tu sangre que usar la de otra persona, evitando posibles contagios entre otros inconvenientes.

Ayer volvió a ser un día cargado de emociones para mi Rubi. Mi suegro, cuñado y Rosa, su esposa, trajeron a mi suegra a Jerez para que un juez la valorara. Rubi tuvo que entrar con ella al juzgado, pues era la que se haría cargo de su tutela legal. La jueza le preguntó de todo y la pobre no sabía responder a casi ninguna de las preguntas. Miraba a su hija y le rogaba: “Mari (así la llama ella), anda, ayúdame, por favor”. Mi Rubi, le cogía la mano y le decía con cariño que tenía que ser ella la que respondiera. La pobre no sabía qué día era, los nombres de sus hijos, si estaba en Jerez o en Ubrique, aseguraba que estaban en esta última población, y tantas otras cosas que cualquier persona, en su sano juicio, sabe perfectamente. Por un lado producía tristeza su estado mental, pero por otro, era de lo que se trataba, de dejar manifiesta su incapacidad. 

De regreso a Ubrique pasaron por la residencia de Zahara y la dejaron allí. Mi suegro se quedó en el coche y fueron Rosa y Diego, mis cuñados, los que la acompañaron. Yo creo que su estancia allí va a ser todo lo positiva que puede esperarse de un centro de acogida que, a fin de cuentas, no es tu casa. La directora, la gobernanta, la enfermera y el resto del personal parecen personas muy humanas. Por la tarde, la directora, desde su móvil personal, le envió un vídeo a Rubi en el que se la veía comiendo un plato de lentejas con chorizo y sonriendo. Esta mañana le ha enviado otro mensaje diciendo que pasó la tarde muy tranquila, que les costó llevarla a su habitación, pero que ha pasado bien la noche. Rubi está muy triste por esta situación, pero, en el fondo aliviada, porque es lo mejor para todos. 

¿Creéis en el destino o en que las cosas pasan por simple casualidad? Hoy voy a terminar con una de las muchas coincidencias que han ocurrido en mi vida y que hacen pensar en la primera parte de mi pregunta, pero ya os digo, y siento desilusionar a algunos, que yo comulgo con la segunda. 

Al poco tiempo de trasladarme a Ubrique a trabajar en el instituto, en el año 2000, me apunté a un curso de verano llamado “Técnicas de ventas”. Consistía en dos semanas en un hotel, con todos los gastos pagados, organizado por la Junta de Andalucía, y te contaba a todos los efectos de los baremos oficiales. Se suponía que los ponentes eran expertos en la materia y de verdad podía servirnos para nuestras clases. Nos alojaron de lunes a viernes en un Hotel de Mairena del Aljarafe. Conocí allí a Alberto, un compañero de la familia de Administración de San Fernando e hicimos buenas migas. 

Al año siguiente, volvieron a convocar estos cursos de verano, esta vez me apunté a uno de Fiscalidad y me citaron en un Hotel de El Puerto de Santa Mª. ¿Quién estaba entre los quince asistentes? Efectivamente, Alberto, de nuevo coincidíamos. A los dos nos sorprendió, porque se convocaban 30 o 40 cursos y te podían otorgar cualquiera de ellos y se celebraban en todas las provincias andaluzas, pero, mira por donde, nos tocó el mismo curso y el mismo lugar por segunda vez.

Uno año más tarde, en un viaje que hicimos a Madrid, se nos ocurrió casi por casualidad acudir al cine IMAX a ver una película en 3D. Decían que era una experiencia única y que merecía la pena verla. Tenían sesiones diarias y a distintas horas, pero, mira por donde, mientras hacíamos cola, ¿a qué no sabéis a quién me encontré en la misma fila? Sí, a Alberto y su familia. Venían de un viaje de Asturias y habían decidido pasar por Madrid y se les ocurrió, igual que a nosotros, ver una película en 3D en el IMAX. Ni habíamos vuelto hablar desde el último curso que hicimos, ni manteníamos el más mínimo contacto desde entonces. Los dos nos quedamos con la misma cara de perplejidad al vernos allí. Mira que hay cosas para hacer en Madrid, días y horas para ver una película en el IMAX, pero no, lo hicimos el mismo día y a la misma hora. Casualidades de la vida.

Pocos meses después, Rubi, con sus perpetuos dolores de cabeza, acudió a un homeópata de San Fernando, del que nos habló una compañera de trabajo porque decía que podía ayudarla con sus migrañas. Después de varios neurólogos, naturópatas y médicos de todo tipo, decidimos darle una oportunidad a la homeopatía. Estábamos esperando en la consulta, cuando sale una pareja del despacho del médico, los que iban justo delante de nosotros. ¿Quiénes eran? Pues sí, Alberto y su esposa. Los dos nos quedamos mirándonos por unos segundos callados. Alberto rompió el silencio diciendo: “¿Qué hacéis vosotros aquí?” Le contamos que veníamos por primera vez a ver al médico por las migrañas de Rubi. Ellos nos dijeron que llevaban tiempo acudiendo a este médico para ella y nos daban buenas referencias. De nuevo nos quedamos perplejos porque era la 4ª vez que nos encontrábamos en un lugar insospechado. Aquel homeópata pasaba consulta todos los días y durante muchas horas, pero claro, Alberto y yo teníamos que coincidir no ya el mismo día, a la misma hora, sino en el mismo minuto en el que unos salían de la consulta y los otros entrábamos.

En el 2005, Vicente, un primo hermano mío, murió bastante joven, por una enfermedad que adquirió en un viaje al extranjero, con poco más de 40 años. Mis 3 hermanas y yo nos desplazamos a Cádiz, donde él vivía, al tanatorio de la zona franca. Aquel día había unos 4 difuntos en distintas salas. Al subir las escaleras que llevaban a ellas, me crucé con alguien conocido nada más llegar al rellano superior. Sí, eran Alberto y su esposa. Los dos nos quedamos mirándonos un poco estupefactos. Recuerdo las primeras palabras de Alberto: “Manolo, esto me está empezando a dar un poco de miedo. ¿Qué haces tú aquí?”. Le conté que acudía por la muerte de un primo hermano mío, Vicente. “Yo también he venido por Vicente. Mi mujer estudió en la universidad con él y, desde entonces, hemos sido muy amigos. Hasta hemos ido de vacaciones juntos.” 4 difuntos aquel día y 24 horas para expresar el duelo, pero tuvimos que coincidir por la misma persona, el mismo día y a la misma hora. 

Desde entonces no he vuelto a ver a Alberto, pero en el transcurso de unos 4 años nos encontramos en los lugares más inverosímiles y en los mismos momentos. Unos minutos más tarde, en las tres últimas coincidencias no nos habríamos visto, pero todo se alineó para que se produjeran los encuentros. No, no creo en el destino, pero a veces pasan cosas tan curiosas que causan absoluta perplejidad. 

En mis próximas entregas seguiré abordando mis primeros años en el instituto de Los Remedios y contaré un viaje al extranjero que hice con una curiosa coincidencia más, de esas que te dejan ojiplático. 

Hoy me quedo con que ayer me envenenaron, pero un poquito menos. No, Bleomicina, no te echo de menos, porque hoy me encuentro mejor que las últimas veces que surcaste mis venas, y quiero pensar que se debe a tu ausencia. Ojalá esta semana no sea tan mala como las anteriores, por lo pronto hoy empiezo con ganas. Ya falta menos, alargaron mi túnel unos metros más, pero todavía veo la luz al final de su salida. ¡Vamos hacia allá con fuerza! 



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