(123º) DIARIO DE UN LINFOMA (De do hasta si, que no falte una nota).

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1 de octubre de 2022.

Segunda noche que duermo sin Noctamid. Me tomé, de nuevo, un Paracetamol, porque tenía un ligero dolor de cabeza y malestar inespecífico, síntomas, en mi caso, de que tengo algo de fiebre. Volví a sudar, pero menos que la noche anterior y, en general, he descansado bien. Tuve que ir tres veces al baño, pero me volvía a dormir pronto. Después de la quimio paso algunos días en los que tengo que ir varias veces a orinar de noche, lo que no es habitual en mí, pero se ve que el cuerpo acelera el proceso nefrítico, supongo que para eliminar toxinas cuanto antes.

Me encontraba con fuerzas para pasear a las 7 de la tarde, así que quedé con algunos amigos y salimos por la carretera. Cuando llegué a casa ya estaba anocheciendo, pero el cielo también dejaba una estampa bonita como refleja esta foto, en la que aparece la luna en su esquina superior izquierda.



Los días transcurren con cierta rapidez, a pesar de mi actividad desacelerada. Por las mañanas, cuando tengo fuerzas como ayer, escribo este diario y luego hago algunas tareas de distinto tipo. Por ejemplo, fui capaz de guisar, por segunda vez, unas lentejas que salieron bastante comestibles. Hasta hace algo más de un año no sabía apenas cocinar, pero he descubierto en la actividad gastronómica una faceta que me gusta, y no solo como consumidor, sino como cocinero, algo que no imaginaba. Tiene su punto de creatividad, esmero y precisión que te hace poner los 5 sentidos para que el guiso esté en su textura adecuada, punto de sal y sea sabroso, sin excesos. Intentaré ir incorporando nuevos platos a mi pequeña libreta de recetas.

El punto negativo de la parte alimentaria es que no estoy disfrutando de las comidas. Cada vez parece que perdura más en mi paladar ese regusto desagradable que me tiene quitado el apetito. Como por obligación, lo que casi nunca ha ocurrido en mi caso. Rubi siempre se sorprendía de que, hasta con una severa gripe, me sentara a comer con ganas. Ahora no es así, pero tengo claro que las aguas volverán a su cauce cuando, terminado el tratamiento, después de unas semanas, mi aparato digestivo haya recuperado la calma, lo que será el resultado de que mi cuerpo haya eliminado definitivamente la mayoría de esos venenos que me habrán ido inoculando durante más de 6 meses. Mientras circulen por mi sangre y mis tejidos, todo se encontrará revolucionado y seguirán provocando reacciones indeseables.

Este fin de semana está siendo muy duro para mi Rubi. En su ánimo siente que es el último que atenderá a su madre en su casa. Anoche llegó deshecha, no porque mi querida suegra se mostrara rebelde y poco colaboradora a la hora de comer, ducharse o tomarse la medicación, sino por todo lo contrario, porque con su hija lo hizo con agrado y riéndose, dándole abrazos y mostrando un cariño que va más allá de lo que acostumbra. A pesar de esos momentos agradables, la mayor parte del tiempo, su cuidado, supone un desafío continuo para mi suegro. Lleva toda la semana convirtiendo la noche en día, levantándose a las 3, 4  o 5 de la madrugada y no durmiendo, ni dejando dormir más. Su agresividad, por momentos, aparece, pero lo que más duele es su indiferencia emocional, sus reacciones totalmente anómalas a estímulos que deberían provocarle una sonrisa, una ilusión o una sorpresa. Nada de eso refleja su rostro cuando los recibe, solo una abstracción que delata su continua mirada perdida. El Alzheimer produce en sus víctimas la deshumanización y desnaturalización de una vida que, antes de su zarpazo, estaba llena de toda la paleta de colores que componen nuestra variada faceta emocional.

A pesar de este complicado panorama, esta mañana, nada más levantarme, le he dicho a mi querida Rubi que debemos dejar que la tristeza cumpla su función en nuestro equilibrio emocional. Sus terapeutas le han dicho muchas veces que debe dejarse sentir esa emoción que tan necesaria es. Pero, del mismo modo, hay otras que deben ocupar su sitio, que no podemos dejarnos embargar solo por una y eclipsar todas las demás. Ante las dificultades hay que cobrar valor y coraje, dos cualidades necesarias para mostrar el arrojo necesario ante las adversidades. Yo me decía esta misma mañana: el cáncer no tiene miramientos para intentar destruirme, pues yo tampoco voy a tener reparos en luchar contra sus efectos con fuerte ánimo y resolución. Dicen que de los cobardes nunca se ha escrito nada. A mí me importa relativamente poco mi relevancia en la fugaz historia humana, los más insignes personajes pasaron de puntillas por este mundo, como hacemos todos; la parte más importante de nuestro legado es lo que hacemos mientras estamos vivos, de los muertos que escriban otros.

La excepción a ese enfoque de hacer que viva nuestro recuerdo mientras estamos vivos, la tiene nuestro Creador, el único que, aunque nos cueste entenderlo a criaturas que estamos sometidas, no solo a las 3 dimensiones observables, sino a esa 4ª que parece ser el tiempo, permanece ajeno a su influjo, porque existe antes, durante y después de su comienzo. En Lucas 20:37,38, Jesús expresó unas llamativas palabras: “Jehová ‘el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’. Él no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos ellos están vivos”. Solo Él puede observar la línea de tiempo de los seres vivos desde una posición ajena a su discurrir, pero todos nosotros estamos sujetos al dictado de su inexorable secuencia, por eso hacemos bien en aprovechar nuestras oportunidades para disfrutar con regocijo nuestras celebraciones, vivir con tristeza las pérdidas, afrontar con valentía los desafíos y dejar, en definitiva, que fluyan todas las emociones que brotan de nuestro interior, haciéndolo con la debida armonía, sin forzarlas, permitiendo que cada una ocupe su debido lugar y que el equilibrio permita hacer sonar una hermosa sinfonía llena de todas las notas musicales del pentagrama.

 

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