(121º) DIARIO DE UN LINFOMA (El mundo es mi piso).

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29 de septiembre de 2022.

Hoy pretendo ser breve, luego ya veremos. La noche no ha estado mal pero con muchos despertares, solo me tomé Noctamid, pero no Paracetamol, porque me acosté sin fiebre.

Ayer hice una prueba con mi amigo Carlos en Jerez. Fuimos a echar un rato de tenis, pero suave. La verdad es que no sabía si podría hacerlo porque al mediodía estaba con 37,5 y me tuve que tomar un Paracetamol. No llegué a las pistas con muchas expectativas, pero me encontré con algo más de fuerzas de lo que imaginaba. Me noto ya el cansancio acumulado, pero pude hacer algunos esfuerzos y llegar a bolas que pensaba que no lo haría. También interrumpimos varias veces el peloteo para charlar, así que tampoco hubo mucha intensidad, pero lo cierto es que me despejó, y eso me viene bien. Tanto tiempo encerrado y de inactividad creo que, aunque tiene las ventajas de evitar contagios y el efecto del sol, anímicamente no ayuda tanto.

Hoy tengo cita con Itziar, la psicóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer, y luego voy a ir a ver a José Antonio, un otorrino que me lleva tratando desde hace muchos años. Fue el que me operó de hipertrofia de cornetes, y es de esos médicos que aúna capacidad profesional y acierto con una humanidad que no he encontrado en ningún otro. Hace tiempo me dio su teléfono personal y cada vez que lo he visto en consulta me dice que ahí lo tengo para lo que necesite. El lunes le envié un whatsapp comentándole las molestias que tengo en la garganta. Había visitado a un médico de familia pero me dijo que él no me podía explorar el sitio donde yo le decía, que eso tenía que ser un otorrino. José Antonio me respondió que el jueves pasaba consulta en un centro médico de El Puerto de Santa María, que me fuera por allí y él me metía sin tener siquiera que reservar cita. Ya digo, el hombre es de lo que no se encuentra. Le habré caído en gracia, porque no creo que actúe así con todo el mundo pero, lo que sí me consta, es que es de los médicos que trata con mayor dedicación, cortesía y delicadeza a sus pacientes.

Hoy me encuentro como en uno de esos días de transición con cierta calma chicha después de la tormenta. Antes de las dos consultas con Rodolfo y Jesús me embargaba cierta intranquilidad sobre la decisión que habría que tomar posteriormente. Ahora que ya he optado por la de continuar el tratamiento, me siento en un periodo de impasse en el que voy asimilando esos dos meses, por lo menos, que me esperan por delante, que seguirán vapuleando mi cuerpo y arrebatándome, cada vez, un pequeño porcentaje de fuerzas, pero con la vista puesta en el final, que tampoco está tan lejano y será un paso decidido más en mi recuperación.

Hoy termino pronto, pero un poco cabreado. ¡Vaya mundo convulso que vivimos! Aunque lo intentes evitar, a poco que te acerques al campo de la información, ya sea por Internet o la tele, no llegan nada más que noticias inquietantes: gasoductos destruidos, carestía de la vida, peleas entre políticos, huracanes destructivos. En 2 Timoteo 3:1 se recogen estas palabras proféticas: “Pero debes saber que en los últimos días vendrán tiempos críticos y difíciles de soportar.” Podemos pensar que siempre ha ocurrido, pero lo cierto es que el guion de los acontecimientos de los últimos 2 o 3 años podría haber dado perfectamente para una de esas películas llamadas distópicas que anticipan un futuro lleno de catástrofes. 

¿Dejarán los líderes del mundo de mirar siempre a sus intereses y poniendo a un lado lo que consideran los de los demás? America first, Italia primero, Francia antes que nada, Rusia, China, India, España, así podríamos seguir, todos creen que hay que anteponer las aspiraciones de sus naciones y dejar en segundo lugar las del resto. Me da la impresión de que viven como un vecino del 5ª derecha que piensa que lo único importante es el suelo de su piso, las ventanas de sus habitaciones y el tramo de fachada que le corresponde. Le da igual que el tejado se agriete, los cimientos se corroan y los espacios comunes se llenen de basura. El mundo es el hogar de todos: el cambio climático, la deforestación, el agotamiento de los recursos y otros problemas globales son más importantes que el P.I.B. de un país. Si nos cargamos el planeta, nos hundimos todos. A pesar de eso, parece imposible que tengamos una visión de conjunto.

A los que ya preveíamos esta situación de declive y deterioro, nos pueden llamar ilusos si confiamos en que la solución de los problemas vengan de otra fuente que no sean las humanas, pero si no fuera por esa expectativa, hasta mi cáncer me importaría un pito, cuando observo la dinámica de este planeta que circula por esos derroteros tan disparatados y hasta demenciales. 

Yo considero que estamos aquí de prestado, o por lo menos como simples inquilinos, o incluso como okupas, porque no pagamos un euro por los servicios que nos ofrece el planeta. El arrendador debe llevarse las manos a la cabeza cuando ve el uso que le estamos dando a su “vivienda”. Si yo fuera Él, desde luego, ya había iniciado los trámites para el desahucio, aunque, de hecho, estoy convencido de que estos ya han comenzado. Es lo que nos merecemos. “Y vino el tiempo fijado para […] destruir a los que están destruyendo la tierra”. (Apocalipsis 11:18). La esperanza reside en que, como le aseguró Abrahán a Dios, este no actuaría de forma indiscriminada. “¡Sería imposible que hicieras eso, que mataras al justo con el malvado! ¡Tú nunca permitirías que los dos acabaran igual! Sería imposible que tú hicieras algo así. ¿El Juez de toda la tierra no hará lo que es justo?” (Génesis 18:25). Afortunadamente, ese Juez es el único que tiene en su mano el criterio objetivo para dilucidar la sentencia, pero cada vez hace más falta ejecutarla, no me cabe la menor duda. Este planeta y las personas decentes y buenas se merecen un futuro mejor que al que nos conducen estos líderes desnortados. ¡Ojalá sea pronto! 

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