(118º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Qué oreja tan perfecta!).

(118º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Qué oreja tan perfecta!).

26 de septiembre de 2022.

Las sensaciones mañaneras son un poco mejores que ayer, eso me da esperanzas de pasar un día más llevadero. Ayer fue de los malos, con todos los ingredientes de malestar que ya he explicado tantas veces coincidiendo con el tercer día después de la sesión. Pero bueno, todo es soportable, y lo es algo más si no nos recreamos en la situación, sino si tratamos de distraernos y dejamos correr el tiempo que, en estos casos, juega a nuestro favor.

Yo ayer disfruté lo que pude viendo al Real Madrid ganarle la Supercopa de Baloncesto al Barcelona. No tenía el cuerpo para algarabías, pero Llull me sacó varias sonrisas con esos triples imposibles que son su especialidad en los momentos críticos de su equipo. Hay jugadores que son únicos en este deporte. Pueden pasar casi desapercibidos la mitad del tiempo que juegan pero, en un chispazo de genialidad, se marcan 3 canastas inverosímiles seguidas y cambian el signo de un partido. Eso le pasa a Sergio Llull, y se lo he visto hacer tantas veces que ya casi ni sorprende. 

Esta mañana mi plan pasa por dos consultas médicas por videoconferencia. La primera a las 10:30 con el Dr. Ruyra, de Barcelona, que le quiere explicar a Diego y su familia, y a mí como añadido, las alternativas a su complicada intervención. El hombre, en un día festivo en su ciudad, ha apartado un rato para resolver nuestras dudas. En principio plantea una intervención de alto riesgo y lo más probable es que no sea él el que la realice, pero aún así, su opinión y consejo puede ayudar a tomar la decisión más acertada.

Ya hemos tenido la reunión con el doctor y, ciertamente, es un profesional de los más honestos que he conocido. No solo se presta a servirle a Diego de asesoramiento, referencia y, si opta por una operación abierta, a hacerla sin coste alguno, gestionándolo todo con la compañía de seguros, sino que demuestra la excepcional humildad de reconocer que si decide intervenirse de forma endovascular, el primer cirujano que consultó es una de las mejores referencias en Europa para hacerla, antes que él mismo. Ahora le tocará a Diego y su familia decidir, después de volver a tener una reunión virtual con ese otro cirujano, pero la conversación ha servido para clarificar la situación y ha ayudado, sin duda, a tomar decisiones con un cuadro más completo de la situación.

A las 2 de la tarde, la cita será con el hematólogo de Canarias que me va a dar su opinión sobre la finalización de mi tratamiento. Espero que no se le haya inundado su consulta, porque con la que está cayendo en Canarias a causa de la tormenta tropical Hermine, están las Islas Afortunadas sufriendo infortunios uno detrás de otro.

La temperatura ha bajado muchísimo en Benaocaz, esta mañana hemos amanecido a 10 grados, pero el día se presenta sin viento y soleado, así que intentaré saborearlo, si mis molestias me dejan. 

Ayer, después de bastante tiempo, vinieron Keila y Wijan a Benaocaz y Ubrique. Nos habíamos visto en Jerez, pero Keila tenía ganas de ver a los abuelos, sobre todo a su abuela antes de que ingresara en la residencia. Yo estaba ayer en un estado bastante calamitoso pero, por lo menos, me alegró verlos en casa. Tuve que comer como un apestado, en la mesa, solo y alejado de ellos, y con la mascarilla todo el tiempo, salvo ese rato para almorzar. Tampoco me atrevo a abrazar, ni a mantener un contacto físico más estrecho, pero bueno, ya me desquitaré en breve. Todavía mis brazos de tenista conservan parte de su fuerza y ya experimentarán el abrazo del oso mis víctimas.

Ya lo he repetido varias veces, pero no me canso de reconocerlo. A veces podemos pensar que una enfermedad grave deja al descubierto la vulnerabilidad de nuestros cuerpos, que muestran su tremenda imperfección, hasta puede que nos rebelemos contra lo que nos parece un conjunto de carne y huesos que no sirve para nada. Nada más lejos de la realidad. Cada uno de nosotros tiene una exquisita máquina de precisión que funciona con constancia, seguridad y armonía la mayor parte del tiempo. Hasta cuando sufre una avería importante, desarrolla mecanismos propios para tratar de arreglarla. Yo estoy maravillado por la capacidad de regeneración que tiene mi organismo. 

En estos últimos 6 meses no le podían hacer más perrerías (expresión que le encantaba a mi madre) a mi cuerpo. Lo han pinchado decenas de veces, le han extraído sangre como para rellenar varios litros, lo han sometido a rayos X, lo han atiborrado de corticoides, analgésicos, antiinflamatorios y otros medicamentos. Cada 14 días le han inyectado 4 potentes venenos durante unas 5 horas. Lo han dejado sin energías, han destruído millones de sus células, han dañado su corazón, hígado y pulmones. Pues bien, a pesar de todo, ahí está el tío, sin que yo tenga que hacer conscientemente nada, se pone de pie, vuelve a enderezarse y sigue su camino. Maravillosamente repara sus daños, normaliza sus constantes y me vuelve a permitir disfrutar de este maravilloso don que es la vida.

Como soy un poco cinéfilo, se me vienen a la mente dos películas. Una protagonizada por Paul Newman, La Leyenda del Indomable y La Vida es Bella de Roberto Benigni. En la primera, Newman interpreta a un preso llamado Luke, que es encerrado por arrancar unos parquímetros en una noche de borrachera. En la prisión, por su tozudez, lo someten a diversos castigos, pero él nunca se doblega. Es famosa la escena en la que se apuesta que es capaz de comerse 50 huevos duros y, aunque casi muere en el intento, se zampa hasta el último. Ni me acuerdo de cómo acaba la película, pero la capacidad de aguante que muestra aquel hombre, su tenacidad y persistencia, se quedan grabadas en cualquiera que la vea. Con cada sesión de quimio es como si me comiera 50 huevos duros, parece que no vas a ser capaz de volverlo a hacer, pero allá que lo repites otra vez, y tu cuerpo lo aguanta, vuelve a recomponerse y se prepara para la siguiente. Todos somos capaces de ser tan resistentes como Luke.

En cuanto a la segunda película, me encanta la escena cuando Guido (Roberto Benigni) se hace pasar por inspector de educación y visita el colegio donde da clase Dora (Nicoletta Braschi, que es su esposa en la vida real). Bajo el régimen de Mussolini, en el colegio seguían los mismos procedimientos que los nazis en Alemania, les hacían creer a los niños que formaban parte de una raza superior, que biológicamente eran muy distintos a otras inferiores. Guido parodia esa situación hablando de su cuerpo, va desnudándose poco a poco, y mostrando que hasta el lóbulo de su oreja es perfecto e incomparable con cualquier otro. Yo, imitando a Guido y tratando de desdramatizar, también me enorgullezco de mi cuerpo. Tengo unas venas incomparables, tan solo se me han estropeado un par de tramos con la quimio, pero nada serio. Mis pulmones respiran entrecortados unos días, pero a los pocos, ya puedo correr jugando al tenis y llenándolos completamente. Mis piernas se muestran perezosas al principio, pero algunas jornadas después, vuelven a subir las cuestas con soltura. Vamos, que tengo un cuerpo que no me lo merezco, así que voy a seguir cuidándolo que todavía me tiene que durar unos cuantos años. Haced lo mismo, que merece la pena mimarse todo lo posible. 

Si tenéis 4 minutos, creo que os arrancará una sonrisa esta escena del incomparable Roberto Benigni al que he mencionado. Más allá de la ridiculez de las razas superiores, creo que haríamos bien en demostrar la autoestima que tenía el “inspector de educación” italiano.

 

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