(109º) DIARIO DE UN LINFOMA (los médicos que escuchan valen por dos).

(109º) DIARIO DE UN LINFOMA (los médicos que escuchan valen por dos).

16 de septiembre de 2022.

Los amaneceres en Benaocaz tampoco son para pasarlos por alto. Esa línea que dibuja el Cao, el pico más alto de la zona, que se interpone hacia el este entre el sol y el pueblo, va dibujando esa sombra que veo cada mañana en la pequeña montaña que tengo enfrente. Va bajando rápidamente hasta que se muestra totalmente iluminada. 16 grados marca mi termómetro. Las noches así de frescas se agradecen después de este tórrido verano.

He descansado bien, dentro de lo que cabe. Llevo toda la semana con fiebre, no muy alta, pero con 37,5 el cuerpo no me permite disfrutar del bienestar que esperaría estos días en los que se cumple más de una semana de la última sesión. 

Ayer tuve la cita con Raquel, la hematóloga a la que quería consultar una segunda opinión. Fue muy amable. Le agradecí que me la hubiera concedido tan rápido, gracias a la gestión de Cándido. Ella me dijo que el tratamiento de un Hodgkin está totalmente protocolizado y, después de mirarlo en su móvil, me dijo que en los estadios avanzados como el mío, y después de un PET-TAC ínterin (el que se hace a mitad del tratamiento) con resultado de respuesta metabólica completa con desaparición de adenopatías, hay dos alternativas: 12 sesiones de quimio, sin radioterapia u 8 sesiones y radioterapia.

Jesús ha optado por la segunda, y me sugirió que hablara con él con franqueza para que me explicara por qué toma ese camino. Ella decía que cuando hay afectación de ganglios por encima y por debajo del diafragma, como era mi caso, también hay que valorar si radiar una zona tan amplia produce más o menos toxicidad que ampliar 4 sesiones más la quimio, que le preguntara a él, y también cuál era la zona que estaba pensando radiar.

Me gustó lo que me dijo en cuanto a la relación médico-paciente, que iba en línea con lo que resalté en mi entrada XLIV (Aliados, no enemigos), que antes había una actitud paternalista por parte de la profesión médica y no se tendía a escuchar las opiniones de los pacientes, pero que hoy ella consideraba positivo que los tratamientos se consensúen con los enfermos y que estos se atrevan a preguntar sobre ellos, cuestionarlos o sugerir alternativas. 

Le dije que yo no tenía, ni mucho menos, ganas de recibir más sesiones de quimioterapia, que lo estaba pasando muy mal. Le comenté, por ejemplo, los efectos de esta última, que hasta ayer mismo me tuvieron con fiebre, mucho malestar y cansancio acusado. Ella me comentó: “Claro, es que a estas alturas, ya estás muy castigado”. Me dijo que como no tenía ningún síntoma focalizado, es decir, que no tenía dolor de garganta, dificultades para orinar, para respirar o cualquier otra que indicara algún signo de infección, esa fiebre era una consecuencia tóxica más del tratamiento de quimio.

Finalmente, se ofreció para seguir ayudándome en lo que estuviera en su mano. Como digo, fue muy atenta y receptiva. Ya la conocíamos por un par de consultas que tuvo Rubi con ella hace un año, pero me confirmó que es de esos médicos a los que apetece acudir. Aunque tienen pautadas consultas de 10 minutos, le notas que no te trata con prisas y con ganas de quitarte de encima. Seguramente estaba terminando bastante más tarde de su horario previsto, porque la anterior paciente estuvo media hora con ella.

El sistema de salud está cada vez más tensionado, y no solo el público. En los últimos meses, 3 de los médicos que teníamos en el cuadro de Asisa, a los que acudíamos Rubi y yo, han abandonado la compañía, dos eran médicos de familia y otro reumatólogo. Ya nos lo venían anticipando algunos especialistas que hemos visitado en los últimos tiempos. Una tarde-noche, porque eran más de las 8, nos recibió un neurólogo en el hospital HLA, para revisar una resonancia magnética que le habían hecho a Mar. Al hombre se le veía cansado y, con idea de mostrar empatía, le dije: “Vaya, va a acabar usted bien tarde, lo siento”. El hombre me preguntó que cuál era mi profesión, cuando le dije profesor, me contestó: “Si usted estuviera dando clases desde las 8 de la mañana hasta cerca de las 9 de la noche sin descansar, ¿cómo estaría?” Añadió: “Dentro de poco no vamos a quedar ninguno en las compañías, nos ponen citas de 10 minutos y horarios eternos, para pagarnos una miseria. Yo, en cuanto pueda, me marcho”. 

Un dermatólogo al que conocemos desde hace más de 30 años, que siempre trabajó para Asisa, hace ya un par de años que también se dedica solo a pacientes privados, dice que no le compensa lo que le paga Asisa y lo que le exige. Si hablamos de la Seguridad Social, ¿qué vamos a decir? Todos estamos comprobando la inaccesibilidad de las citas, no ya las urgentes, sino las rutinarias, sobre todo en las ciudades. En fin, no quiero resultar catastrofista, pero reflejo lo que observo en la tendencia de los últimos años. No sé muy bien cómo reforzar el sistema de salud, tanto público como privado, pero, desde luego, ahora que dicen que hay que duplicar en los próximos años el presupuesto en defensa porque lo exige la OTAN, no sé muy bien de dónde van a venir los fondos para Sanidad.

Que no se me entienda inmerso en ninguna reivindicación política, no tengo ni idea de cómo repartir los fondos públicos y tampoco sé cuál es la solución, ni me identifico con ningún partido que apunte en la misma dirección que yo. Creo que todo es un botón de muestra de lo desorientados que andan los que nos gobiernan, no solo en España, sino a nivel mundial. Les han permitido manejar el cuadro de mandos de un avión, cuando no tienen experiencia ni en un simulador.

Dicho todo lo anterior, todavía, para enfermedades graves, tenemos un sistema de salud que nos ampara, no quiero ni pensar a lo que se enfrentan en otros países donde uno universal de sanidad simplemente no existe.

Finalizo, feria de Ubrique, comienzo de clases hoy, todo coincide en un viernes que agota esta semana laboral tan especial, y yo aquí, ajeno a lo que ha sido mi rutina durante tantos años. Todavía me siento más raro estas mañanas en casa, sabiendo que mis compañeros empiezan a trabajar y a ocupar las suyas con clases, guardias, reuniones y todo lo que conlleva el curso y su comienzo. ¿Cuándo retomaré esa parte de mi vida? Todo es una incógnita, pero, a fin de cuentas, todo lo es en el caso de un ser humano. Nadie sabe lo que le espera a la vuelta de la esquina, por eso, es mejor concentrarse en el camino, vaya a ser que volvamos la vista a otro lado y al revolver la acera, nos demos de bruces con otro transeúnte despistado. Ahora mismo la realidad es la que es, y voy a tratar de sacarle partido a la misma haciendo lo que me permiten las circunstancias, como escribir este diario que ya anticipo, tendrá fin. ¿Cuándo? Pues no lo sé, pero desde luego no durará otros 4 meses, espero que cuando los acontecimientos alumbren otra dinámica en mi vida, pueda escribir, si no un punto y final, sí un punto y aparte prolongado, será señal de que mis defensas y estado físico permitirán que  mis rutinas mañaneras no pasen necesariamente por sentarme delante de un ordenador.

 

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