(100º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Más de 100 verdades!)

(100º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Más de 100 verdades!)

6 de septiembre de 2022.

¡100 entradas! Quién me lo iba a decir, hace 4 meses, que iba a llegar a este número de entregas. Mi complicado diagnóstico me fue notificado a finales de abril, a mediados de mayo se le puso nombre y apellidos a mi linfoma, y el 17 de ese mes compartí en mi estado de Whatsapp aquel escrito en Drive titulado “No hacía falta un linfoma, pero…” El 25 de mayo lo publiqué en este blog. Desde entonces, casi cada día he ido contando mis andanzas.

No fue una celebración planificada, pero mi partido de tenis de ayer con mi amigo y monitor, durante algunos años, Jose, se ha convertido en eso, me sirve para festejar que sigo aquí, con ánimo, compartiendo vivencias y, todavía, dando carreras a toda pastilla por una pista.

¡Qué bien me lo pasé ayer! Como le dije a Jose, el rato sirvió por 3 sesiones de quimio, por lo menos. Jose es un excelente monitor de tenis, y mucho mejor persona. Me ha estado llamando casi cada semana para interesarse por mí, y como me ha visto aparecer por las pistas de vez en cuando, me tenía dicho que lo avisara para echar un rato, ya que ahora está todavía de vacaciones, sin empezar las clases y tenía más tiempo. Estaba previsto que nos acompañara Dani, el vencedor de las últimas ligas de Ubrique, que como conté en una entrada, me había dedicado el Torneo de Primavera, que también ganó, pero finalmente le dijo a Jose que prefería quedar otro día conmigo y que disfrutáramos los dos de la hora y media de reserva que teníamos solos. 

Empezar a pelotear con Jose era recordar la que fue mi rutina durante algunos años, esas mañanas de los miércoles, a primera hora, que me daba clases. Aunque tuviéramos una hora y media, muchas veces alargábamos el rato una hora más. Él no miraba el reloj cuando jugaba conmigo, los dos nos lo pasábamos en grande. Al principio no había muchos jugadores en Ubrique con nivel para hacerlo correr y mantener su ritmo de peloteo, yo era uno de los pocos que lo conseguía, y por eso, más allá de la clase, luego echábamos unos cuantos juegos para reírnos y retarnos. A él le encantaba romper mi juego de frontón con dejadas, y moviéndome como un limpiaparabrisas, de lado a lado de la pista. Siempre me ha dicho que soy un martillo pilón, que lo devuelvo todo. Ayer, todos esos ratos volvían a mi recuerdo.

Itziar, la psicóloga de la AECC (Asociación Española Contra el Cáncer), me decía que una de las 3 emociones que se disparan con mi enfermedad es la tristeza, que emana del sentimiento de pérdida que se te produce. Sientes que muchas cosas en tu vida se te escapan de las manos como el agua entre los dedos. Una de ellas, sin duda, eran mis ratos de tenis. También me preguntaba sobre lo que conseguía desconectarme de esas emociones de tristeza, miedo y rabia que suelen aflorar con el cáncer y su tratamiento. Yo le decía, entre otras, que jugar al tenis, no tanto hacer deporte. La natación o salir a correr son dos actividades que he practicado pero que, por su carácter repetitivo y mecánico, me permiten pensar en mis neuras mientras las practico, en cambio, con el tenis es imposible; si quieres jugar bien, pensar en algo que no sea tu posicionamiento, la empuñadura de la raqueta, el punto de golpeo y la dirección a la que quieres enviar la bola, significa fallar. ¡Esa tremenda concentración en la técnica del juego es lo que me desconecta!

Durante un rato, mi hermana Virtudes y Miguel, su marido, se convirtieron en unos inesperados espectadores. Y vaya aficionados más parciales y forofos de una sola parte. Estuvieron solo durante el peloteo, pero cada pelota fallada por mi contrincante recibía elogios hacia mí. Un pobre enfermo y, encima, familiar tuyo, recibe todo tipo de parabienes. El pobre Jose se lo tomaba con la más sincera sonrisa, no en vano, él también está emparentado con mi cuñado por parte de su madre y lo conoce de toda la vida. Mi hermana nos echó algunas fotos y ahí van un par de ellas.

Dije hace 4 meses que seguiría con este diario si continuaba resultándome terapeútico y me apetecía escribirlo. No penséis que no surgieron muchos interrogantes sobre la pertinencia de comenzarlo. Estaba iniciando un relato del que no sabía el final, tampoco lo conozco ahora. Todos demandamos, en general, narraciones con final feliz, va con nuestra naturaleza, y eso que el desenlace de toda historia humana ya sabemos cuál es, pero resulta mucho más reconfortante y motivador descubrir, aunque sea temporalmente, que el chico finalmente conquistó a su amada, que el héroe salvó el mundo y que el atleta llegó a la meta en primer lugar. Las pelis con final trágico también venden, pero, si la mayoría fueran así, las salas habrían quedado vacías mucho antes. Mi historia no tiene todavía el final escrito, ahora tiene pinta de que será feliz, en el corto plazo, pero este paso funambulista sobre el precipicio, aunque hayas andado las tres cuartas partes del trecho, nunca garantiza que pongas el pie en la seguridad del otro lado. Yo, por si acaso, no voy a soltar mi barra de equilibrio, ni voy a perder de vista el extremo del trayecto, ahora bien, trataré de contar con fidelidad lo que el futuro me depare.

Entre mis dudas se encontraban dos: ¿sería capaz de transmitir los malos momentos de este recorrido, con lo que eso podría suponer para mis seres queridos? Si el guion se torcía, ¿merecería la pena y sería capaz de plasmar ese giro desagradable de los acontecimientos? Por el contrario, varios argumentos jugaban a mi favor para seguir contando mi día a día. Han sido muchos más de los que imaginaba los que seguían mis historias y me daban ánimo para continuar. “Sigue escribiendo”, esa ha sido una frase constante que me han transmitido muchos. “Me estás ayudando a lidiar con mis problemas”, esa inesperada retroalimentación que me ha llegado ha sido la más poderosa razón para seguir redactando líneas. Nunca pude imaginar que pudiera ayudar a alguien con tan sencillo esfuerzo, y tampoco pude jamás adivinar el efecto tan gratificante y positivo que eso podía producir en mí.

Como decía Sabina, en su canción “Más de 100 mentiras”, existen:

Más de cien palabras, más de cien motivos

Para no cortarse de un tajo las venas

Más de cien pupilas donde vernos vivos

Más de cien mentiras que valen la pena

100 han sido mis entradas en este diario, mucho más de 100 los motivos para haberlas hecho. Sabina tenía sus más de 100 motivos para no cortarse de un tajo las venas. Algunos de ellos no son los que acuden a mí cada día para levantarme y seguir viviendo, muchos otros sí. Todos podemos encontrar esos más de 100 motivos para seguir respirando y andando hacia delante. Este día nos ofrece un mar de oportunidades para encontrar muchos de ellos. Aquí os dejo un enlace a esa canción que con tanto talento compuso el autor. Cambia la letra, como yo lo hago, y añade o sustituye tus motivos, y nunca los consideres mentiras, aunque Sabina utilice el término con tintes metafóricos, sino auténticas verdades para seguir fuertes, íntegros, resueltos… vivos.







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