TIENES QUE SEGUIR ESCRIBIENDO.

TIENES QUE SEGUIR ESCRIBIENDO.

28 de enero de 2023.

Eso fue lo que me dijo mi psicóloga Montse cuando hablamos hace algo menos de un mes. Anteayer hablaba con otra buena amiga, Carmen, y me decía lo mismo. Voy a hacerles caso a ellas y otros que me han animado en el mismo sentido. No seré tan prolífico como en los meses de tratamiento, pero de vez en cuando compartiré vivencias, reflexiones y nimiedades que apenas me importan a mí, pero puede que entretengan a algún otro que mira con buenos ojos cualquier cosa que se me ocurra.

He estado recopilando todas las entradas de mi blog para ponerlas en forma de libro. Finalmente me ha salido un formato de 599 páginas, una menos del límite que me permitía el modelo elegido de Amazon de pasta blanda. No le he podido poner la letra en tamaño mayor a 11, en la fuente Liberation Sans, y los márgenes no son demasiado amplios, pero bueno, lo que pretendía era dejar en papel algo que es un pequeño compendio de mis recuerdos y el día a día de los 8 meses de quimioterapia, un modesto homenaje que me hago a mí mismo sin mayores pretensiones comerciales ni publicitarias. Cuando sea definitivo compartiré la noticia y el enlace de Amazon por si a alguno le apetece perder un poco el tiempo leyendo o releyendo mis peripecias.

Este mes de enero, tan frío e invernal, está siendo el del sosiego después del fragor de la batalla. Me invade una sensación de intensa paz por una parte pero mezclada con trazas de amargo regusto a tristeza. Me levanto cada mañana dando gracias a Dios por un nuevo día de propina, desayuno con calma mis deliciosas molletas del quemao e inicio una nueva jornada con una doble percepción interior: por una parte esa especie de melancolía que parece originarse por la idea de haber perdido algo en el camino, de haber sufrido más de la cuenta y de tener todavía las entrañas algo desgarradas por las heridas de la batalla. Por otro lado echo el pie fuera de casa como queriendo sentir como nuevas las rutinas que me acompañaron antes del cataclismo de la enfermedad, me invade la ilusión de retomar lo que dejé aparcado, de revivir lo que parecía olvidado, de iniciar una nueva ruta en un antiguo sendero.

Ya estoy en manos del Servicio Andaluz de Salud, y mi doctora de cabecera, Patricia, parece encarnar todo lo bueno que puede componer una buena persona junto a una profesional preparada. La única visita que le he hecho supuso una grata sorpresa y una primera toma de contacto que no pudo ser más satisfactoria. Me derivó al servicio de oncología del hospital de Jerez y el día 1 ya estoy citado con un hematólogo para hacerme el seguimiento de la enfermedad.

Como un silbido, este nuevo mes de enero del 2023 está a punto de irse y con ello se concreta una realidad un tanto desagradable que se acentúa con la llegada a los años de la cincuentena, el rápido paso del tiempo y la fugacidad de la vida. Sobre ello terminábamos ayer una larga charla de casi 3 horas con mi amigo Rafael. Los días se convierten en una rápida sucesión de 24 horas que cada vez fluyen con más celeridad. Los meses caen en el calendario con mucha mayor premura que lo hacían cuando teníamos 10 o 15 años. No, el paso del tiempo no es uniforme, por mucho que nos lo expliquen los astrónomos en el universo del mundo de Newton. La relatividad general descubierta por Einstein, tiene su vigencia también en la percepción subjetiva de nuestros cerebros.

En este mes me he encontrado a viejos amigos y conocidos con los que hacía mucho que no coincidía. El supermercado y la calle son los mejores sitios para esos fortuitos encuentros. No me gusta ir propagando mis historias personales en diálogos breves y en puestas al día de 5 minutos, pero cuando te preguntan cómo te encuentras, siempre creo que debemos decir la verdad. “Ahora me encuentro bien, pero lo he pasado regular el pasado año”, suele ser mi respuesta. Eso deriva en un pequeño resumen de mi periplo oncológico. Los que desconocían mi historia no hacen nada más que alegrarse por el feliz último desenlace y desearme lo mejor en el futuro inmediato. Sigo agradeciendo cualquier muestra de afecto, como no podía ser de otra manera.

Los que me dedican más de 5 minutos, a menudo me preguntan si me ha cambiado la vida la enfermedad. A todos también les digo lo mismo, sin pretender resultar inmodesto. “No, no me ha cambiado, pero sí me ha reafirmado en mi planteamiento vital”. Así lo expliqué hasta la saciedad en mi diario y así lo sigo haciendo a todo aquel que se digna a escucharme. La vida es un don maravilloso que tenemos que apreciarla, disfrutarla, saborearla, sacarle el máximo partido y no malgastarla en disputas, malas caras, enemistades innecesarias y perderla en lo que un sabio llamaba la felicidad de los necios, el simple placer. Las dimensiones que la hacen maravillosa tienen que ver con personas, sentimientos y algo que tanto nos llena a los que tenemos la fortuna de encontrarla con relativa facilidad, la espiritualidad y la trascendencia. En esa línea seguirán mis reflexiones, puesto que no hay grandes secretos que revelar a la humanidad más allá de aquellos que nos hacen verdaderamente humanos.

 

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