PAZ, QUE PALABRA TAN CORTA.

PAZ, QUE PALABRA TAN CORTA.

31 de enero de 2023.

Foto tomada bajando desde Benaocaz, en Santa Lucía.

Mujer en la mitad de sus cuarenta, trabajadora en una ONG que le obliga a hacer frecuentes viajes, madre de dos hijos. El de 11 años lleva tiempo reclamándole un móvil, a su hermano se lo compraron con 13. La madre cede y se lo regala con la excusa de que debido a sus ausencias laborales, el niño regresa del colegio muchas veces solo y le gusta tenerlo localizado. El padre no está en absoluto de acuerdo y le niega la palabra a su mujer durante un mes.

Hombre de unos 53 años, divorciado y viviendo ahora de nuevo en pareja. El hijo menor de su anterior matrimonio tiene 26 años, es drogadicto y lleva tiempo sufriendo problemas mentales asociados a su adicción. El padre se siente culpable porque la separación de su madre se produjo cuando su vástago tenía unos 15 años y supuso un fuerte varapalo que, a su juicio, lo desestabilizó. Me dice que empezó a fumar porros desaforadamente, y él cree que ese consumo tan excesivo ha acabado afectándole a sus capacidades mentales. Su vida ahora está enturbiada por la preocupación por su hijo y la atención que debe darle a su nueva pareja y la hija de 5 años de ambos.

Cantante mundialmente famosa, madre de 2 hijos con otro popular futbolista. Su separación está siendo un fenómeno mediático y seguida al minuto por los paparazzis. Él ha rehecho su vida con una nueva pareja más joven. Ella, despechada, compone una canción que se hace viral en pocas horas en la que despotrica de él y su actual compañera. Los niños todavía no tienen claro si su residencia definitiva será a uno u otro lado del océano Atlántico.

Futbolista aún activo a sus casi 40 años, divorciado y vuelto a casar con una atractiva modelo. Con un sueldo de más de 100.000 euros mensuales, ha acumulado una fortuna de muchos ceros. A altas horas de la noche se divierte en una discoteca con amigos. En uno de sus reservados lo visitan unas chicas a las que invita a copas e intenta propasarse con ellas. A una la introduce en uno de los servicios del reservado y la fuerza hasta violarla. Inicialmente niega todas las acusaciones pero los indicios lo conducen a la prisión sin fianza.

Son 4 casos que han llegado a mis oídos en la última semana en el ámbito más cercano o a través de los medios de comunicación. Todos ellos me llevaron a reflexionar sobre una aspiración en la vida que tiene mucho que ver con la felicidad mirada en retrospectiva. 

A veces me pregunto, cuando miro al pasado, cuáles fueron los días más aciagos, los que recuerdo con mayor deseo de borrarlos de mi memoria, de arrancar sus hojas del calendario y, salvo aquellos en los que una noticia trágica, ajena a mi intervención, los ennegreció, como la muerte de mi madre, fueron los que perturbaron mi paz. Una amarga discusión, un desencuentro con un amigo, una disputa familiar, una agria desavenencia con un compañero de trabajo, todas aquellas situaciones que rompieron la calma de ese día lo hicieron merecedor de desarraigarlo de mi memoria, pero eso no siempre es posible.

Con el paso del tiempo uno va mirando a las vidas paralelas de nuestros contemporáneos. Algunos son más cercanos que otros, no se puede llamar así a los que conocemos solo por los medios de comunicación o las redes sociales, por mucho que expongan detalles de sus vidas que ni siquiera sabemos de nuestros allegados. Lo cierto es que muchas veces observo que hay personas que viven de trifulca en trifulca. En sus casos disfrutan de días de PAZ con la brevedad de la sola sílaba que compone la palabra y sufren por mucho más tiempo de la CON-FLIC-TI-VI-DAD con sus largas 5.

De los 4 ejemplos del principio, 2 se dieron en familias de clase media-baja y los 2 últimos en las de altas esferas, pero en todos queda manifiestamente claro una realidad irrefutable: las cosas que más armonía y bienestar producen en nuestra vida no es posible comprarlas con dinero, y la paz es una de ellas. 

Romanos 12:18 dice: “Si es posible, hasta donde dependa de ustedes, vivan en paz con todos.” Sí, muchas veces no depende de nosotros que se desarrolle un ambiente pacífico, escapa de nuestras manos mantener el sosiego y la armonía, pero otras muchas sí podemos ser protagonistas activos de los armisticios y la concordia. Pocos esfuerzos merecen más la pena que tratar de conseguir que cada día acabe de forma calmada y que apoyemos la cabeza en la almohada con los pensamientos templados.

Por mucho dinero, bienes y prestigio que acumulemos, si miramos atrás en nuestra vida y esta ha estado plagada de días convulsos, desacuerdos, traiciones familiares, relaciones rotas, violentos aspavientos, caras agrias, abusos, insultos, silencios prolongados, lealtades hechas añicos y rencores enquistados, no podremos decir jamás que tuvimos una existencia agradable. 

La paz exige sacrificios y renuncias, no nos engañemos. Pero lo contrario, dar rienda suelta a nuestros impulsos y oscuros deseos, solo conduce a la pérdida de la confianza de los que nos importan, a vivir en el arriesgado filo de la navaja, que la mayoría de las veces acaba cortándonos y dejando cicatrices de una guerra que no debimos comenzar. 

Que el día de hoy acabe en paz, dejando a un lado los imponderables que se escapan de nuestras manos, depende muchas veces de nuestro deseo de mantenerla a toda costa. Sin sacrificar la dignidad, ni tampoco la integridad a nuestros principios, evitar el conflicto, la mayoría de las veces es la mejor decisión posible, aunque eso signifique renunciar a dosis de placer o recompensas inmediatas. Cuando miremos atrás nuestro camino no habrá estado salpicado de continuas disputas, una gran parte de nuestros días habrán sido pacíficos y eso tiene mucho que ver con lo que llamaríamos una vida satisfactoria.

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