(I) No hacía falta un linfoma, pero…

(I) No hacía falta un linfoma, pero…

NO HACÍA FALTA UN LINFOMA, PERO…

(17 de mayo de 2022)

 

El día 7 de marzo de 2022, en una analítica rutinaria, recibo la enhorabuena del médico porque tengo todos los indicadores de salud en estado óptimo. Una semana después, el 14 de marzo, empiezo a tener fiebre todas las tardes, los primeros 21 días solo de 37,5, pero después se me complica con un resfriado y durante otros 18 me sube a cerca de 39. Entre unos médicos y otros, sigo así hasta el 41º día, en que ingreso en el hospital. 4 días más tarde, después de muchas analíticas, un TAC indica que tengo ganglios afectados por un posible linfoma por encima y por debajo del diafragma. Un PET-TAC, 5 días después, confirma un estadio III y en el día 53 de todo el proceso, una biopsia de un ganglio del cuello confirma un linfoma de Hodgkin. En todos estos días ¿qué he aprendido y qué no he tenido que aprender?

 

  1. La vida cambia de repente. Como escuché al comienzo de una película: “Mi abuela siempre decía: si quieres hacer a Dios reír, cuéntale tus planes”. Esto no he tenido que aprenderlo, siempre lo he asumido. Los humanos somos tan vulnerables que estamos expuestos a todo tipo de “accidentes”. El por qué a mí, nunca me lo he planteado. 
  2. La vida es maravillosa, aún en un estado imperfecto como el que sufrimos. Tampoco he tenido que aprender a valorar las cosas pequeñas, porque llevo haciéndolo casi toda mi vida. El aroma del café mañanero sigue siendo tan delicioso como siempre, el olor del azahar de mi naranjo es igual de fragante, así como la dama de noche. Las puestas de sol de Benaocaz siguen siendo igual de impactantes y singulares. ¡Qué espectaculares son los campos sembrados de verde en la primavera de la sierra! No, no me ha hecho falta sufrir un linfoma para darme cuenta de que la felicidad tiene mucho que ver con las cosas pequeñas.
  3. Recibimos tanto o más de lo que damos. Esto sí me lo están enseñando estas semanas de enfermedad. Nunca había recibido tantas muestras de apoyo. Desde aquí les doy unas inmensas gracias a todos ¡Qué bien suena un te quiero cuando no solo te lo dice tu mujer o tus hijas! Estoy escuchando tequieros de bocas que ni imaginaba. Siempre me he sentido bien ayudando a todo el que he podido, pero hasta algunos por los que poco hice en el pasado, me están diciendo que me aprecian. Esto sienta muy bien, la verdad, te da fuerzas para hacer lo posible por alargar tu paso por la vida. Este afecto tan abrumador sí es un precioso descubrimiento.
  4. El último hallazgo del que voy a hablar ahora, quizás sea el más importante. Si no crees en Dios o todo lo espiritual te suena a superchería barata, no sigas leyendo, por favor. 

En estos días, son muchos los que me dicen que están sorprendidos por mi estado de ánimo tan sereno y positivo. Tengo que decir que no todos los días han sido buenos, pero desde que sé la noticia, y ya van 20 días, solo puedo decir que tuve un día malo. Ese día me sentí triste y lloré con amargura durante un buen rato, pero los restantes 19 he mantenido la tranquilidad y el buen humor. Evidentemente, volviendo al punto 1, no tengo ni idea de cómo estaré mañana, pero lo importante ha sido darme cuenta de dónde proviene esa extraña fuerza interior que me mantiene tan bien.

Algunos me dicen que es que yo tengo un carácter y personalidad así, que soy muy positivo y siempre estoy de buen humor. Vale, lo acepto hasta cierto punto, algún mérito tendré, pero muchas veces, como reza el dicho: la procesión va por dentro. 

Pero lo de ahora me ha sorprendido hasta a mí y creo que soy la persona que mejor me conozco (sobra decirlo). Alguna vez me sorprendió observar la paz interior que demostraban otras personas en circunstancias adversas. Por ejemplo, en los últimos años, muchos hermanos míos de creencia están siendo injustamente encarcelados, torturados y apartados de sus familias en Rusia. Les he escuchado decir repetidamente, que Jehová (es el nombre del Dios de la Biblia) les estaba dando esa paz para no amargarse ante tanta injusticia. Lo mismo escuché de personas que habían quedado parapléjicas o se habían tenido que enfrentar a situaciones muy adversas.

Pues bien, yo sé que Dios, en estos momentos, es evidente que no está curando toda suerte de dolencias, ni evitando guerras o hambrunas, tampoco accidentes y otras desgracias (no será por siempre así), por eso no le he pedido en ningún momento que me cure de mi enfermedad, pero sí le he solicitado lo que dice Filipenses 4:6,7, que me dé la “paz de Dios, que está más allá de lo que ningún ser humano puede entender”. Y vaya si me la está dando. Duermo bien, estoy calmado, no siento angustia y enfrento lo que tenga que venir, sea bueno o menos bueno, sin desasosiego. ¿Se puede pedir más? 

Ya digo, el que no quiera atribuirlo a la intervención de Dios, pues que piense lo que quiera, pero dentro de mí, el que medio sabe lo que pasa soy yo y únicamente por mi propia forma de ser, puedo asegurar que no estaría así.

No, no me hacía falta un linfoma para lo que comento en los dos primeros puntos, pero bienvenido sea para descubrir los dos siguientes. El amor que recibimos compensa con creces el que damos. ¡Qué importante son los “tequieros”! No seamos mezquinos expresándolos. Y lo más importante, nunca menospreciemos el poder de una sincera oración, por muy poco esfuerzo, la recompensa es enorme.

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