El cuarto cuarto.

El cuarto cuarto.

16 de enero de 2025.

Escuchaba el otro día rumores de que un conocido empresario, ya en sus sesenta y algo, echaba el freno a sus múltiples facetas como negociante porque el estrés le pasaba factura. Algunos allegados decían que empezaba a darse cuenta de que era el momento de dedicarle más tiempo a la familia y otras cuestiones personales.

Yo que estoy ya cercano a su edad me maravillo cuando veo que pocas personas se toman la vida de la forma en que yo la veo y me gustaría exponer. Me permito, como en otras ocasiones, el símil deportivo porque mi afición por esa práctica me lleva a menudo a pensar en ese particular al que le encuentro tantas similitudes con otras facetas de nuestra cotidianidad. 

Yo hace tiempo que dividí la vida en 4 cuartos, como los de un partido de baloncesto, de 20 años cada uno. El promedio de vida para los hombres en España es de unos 80 (las mujeres nos aventajan en unos 3) por lo que es redonda la división entre 4.

Algunos viven ajenos a la cruda realidad de que cuando pasas de los 60 entras en la última etapa de la vida. Y, como ocurre en el baloncesto, si te has dejado ir en los 3 cuartos anteriores y el oponente ha cobrado una gran ventaja sobre ti, difícilmente vas a ser capaz de recuperar la desventaja. Ahora, por mucho que te esfuerces, puede que el cuerpo o el acierto no te acompañen en el empeño de ganar el partido.

Algunos empresarios, como el que menciono, han dedicado todos sus esfuerzos en los primeros 3 cuartos de la vida a ganar dinero y hacer negación del ocio, como algunos alegan que significa la palabra negocio. Ahora no van a recuperar la infancia de sus hijos, ni los viajes de placer con su pareja, ni los momentos señalados de la vida de sus seres queridos, ni las conversaciones prolongadas con los padres que ya no están. 

El primer cuarto de la vida es muy importante también, porque en él ponemos las bases de muchas de las cosas que luego vendrán. Nos formamos, elegimos profesión y, a veces, nuestra futura pareja. Algunos jóvenes no son conscientes de la importancia de lo que hacen en esas primeras dos décadas. Algunas actividades repercuten en su salud futura de forma que luego tienen poco remedio.

Hay entrenadores que inciden en sus jugadores en la necesidad de apretar fuerte en el primer y segundo cuarto para llegar al descanso con esa sustancial ventaja que evite sobresaltos de última hora en la parte final del partido. Igualmente hay personas que trabajan fuerte en su formación y hábitos en la juventud y toman decisiones sensatas y siguen con su esfuerzo en ese segundo cuarto que acaba con los cuarenta. Algunos han tenido hijos y otros han establecido un vínculo fuerte con su pareja. 

El problema se presenta cuando nada de lo anterior se ha hecho en los primeros 2 cuartos y ahora se pretende conseguir cuando la naturaleza nos arrastra a otra realidad, ejemplo de esto lo tenemos en las mujeres que postergan la maternidad hasta edades en las que la actividad ovulatoria y la abundancia espermatozoidica (palabro inventado) no se encuentran en su mejor momento. 

El tercer cuarto tiene que ser el de la consolidación de lo conseguido en los 2 anteriores. Si empiezas a querer construir tu ventaja en la vida al llegar a los 40, siento decirte que ya vas tarde para muchas cosas. El cuerpo ya no nos responde de la misma manera cuando nos agachamos, ni cuando se trata de soportar adversidades, hasta la cabeza se vuelve más crítica e intransigente cuando nos enfrentamos a los desajustes.

Y si ya vamos tarde en muchas cosas en esa etapa que nos lleva de los 40 a los 60, ¿qué vamos a decir de llegar al último cuarto con casi todo por hacer? Que no nos engañen con esas noticias de septuagenarios estudiando en la universidad, que precisamente es noticia por lo extraordinario. Con más de 60 se puede seguir aprendiendo, claro que sí, pero debe ser por gusto, no por necesidad. 

En el último cuarto, cuando el partido ya está decidido, mucho público ya no está en las gradas, se han ido. Desgraciadamente así ocurre con nuestros padres, que por ley de vida, no llegan a vernos envejecer. Tampoco estarán para felicitarnos los amigos a los que no les dedicamos nuestro tiempo y que dejaron de llamarnos hace mucho. No va a ser el mejor momento para recomponer una relación romántica que descuidamos por décadas, ni el de estrechar los lazos con unos hijos que nos vieron como extraños.

No, si hemos hecho los deberes, para mí el último cuarto de la vida es para disfrutar de la calma que nos permita nuestra salud, nuestra economía y las circunstancias de los seres queridos que nos rodean. Es el momento de haber pagado la hipoteca, tener un techo que nos cubra con un mínimo de dignidad, de darle gracias a Dios (a la naturaleza los no creyentes) por darnos cada día uno más de propina. Recuerda que si el promedio de longevidad son 80 y hay gente que llega a los 100, es porque un buen número se va con 60. 

En resumen, como entrenador de baloncesto frustrado, aplicándolo a la vida, creo que el primer cuarto debe ser de entrega, el segundo de trabajo en equipo, el tercero de consolidación y el cuarto de disfrutar de la ventaja adquirida. Los tiempos son importantes, y los ritmos más, no dejemos la canasta de la victoria para el último segundo, eso solo lo conseguían elegidos como Michael Jordan.

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