(61º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Menudo traidor!)

(61º) DIARIO DE UN LINFOMA (¡Menudo traidor!)

27 de julio de 2022.

Me escribió Jesús, mi hematólogo, sobre las 3 de la tarde y me dijo que me pusiera otra inyección de Filgrastin para intentar que mañana jueves pudiera someterme a la 4ª sesión de quimio. Ojalá esta segunda consiga subirme los neutrófilos a un nivel adecuado. No sé, si en menos de 48 horas, podrá lograrlo, pero a ello vamos, seguimos subidos al tren de las sorpresas.

A ver si la inyeccioncita hace su efecto.

Esta noche he estado molesto, con dolores de cabeza, pero los atribuyo al medicamento que he mencionado, puesto que es uno de los efectos que suele provocar. Me he levantado más cansado de lo habitual. El parte médico no recoge más detalles relevantes esta mañana, vayamos a otra cosa.

Llevo más de 2 meses tomando cúrcuma concentrada en unas cápsulas cada mañana. Hasta anteayer no me había fijado en una etiqueta que tenía colgada el bote de las pastillas con un mensaje curioso, el que aparece en la foto: “Que tu corazón te guíe en tus actos, así nunca te equivocarás”. Entre los sobres de azúcar y etiquetas como esta, hay que ver la sabiduría que estamos adquiriendo. Ahora bien, hay otro dicho muy diferente al que acabo de citar. Es este: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?” Este último dicho no se encuentra en la pared de la consulta de un cardiólogo, aunque no quedaría nada mal, tampoco en la pulsera de una víctima de un desengaño amoroso. Se encuentra en la Biblia, en Jeremías 17:9. Sí, ya sé que alguno está pensando: ¡qué sorpresa una cita bíblica a estas alturas en el diario de Manolo! 

Lo cierto es que, dos fuentes de supuesta sabiduría, tienen ideas contrarias. O nos dejamos guiar por nuestro corazón o no le hacemos demasiado caso, porque llevamos a un traidor en el pecho. ¿Por cuál te decantas? Yo no voy a dejar a nadie con la intriga. Preciosa la etiqueta de la cúrcuma, pero para mí tiene mucho más peso lo que encuentro entre las páginas de un libro que me ha demostrado contener la esencia que lleva al éxito en todo aspecto de la vida de los humanos.

Una apreciación previa. Cuando hablamos de sabiduría, ¿a qué nos estamos refiriendo? ¿Es inteligencia, conocimiento, perspicacia o discernimiento? En realidad va más allá de esas 4 cualidades y alguna otra relacionada con nuestras capacidades mentales. En Proverbios 3:21 leemos: “Hijo mío, no pierdas de vista estas cosas. Protege la sabiduría práctica y la capacidad de pensar”. En realidad, esa expresión, sabiduría práctica, puede considerarse hasta una redundancia intencionada, porque no hay verdadera sabiduría, si no es práctica. 

Yo creo que es fácil de entender para todos si pensamos en personas concretas. ¿Quién no conoce el típico sabio loco, que parece un oxímoron, por cierto? O el cerebrito que carece de habilidades sociales. Yo he tenido compañeros que eran una eminencia en su materia. Algunos eran unos matemáticos brillantes, otros extraordinarios expertos en Física o, para no dejar en mal lugar a las letras, también conocí a un excéntrico profesor de Lengua que escribía libros y preciosos poemas, que se consideraba él mismo un genio en su campo. Este último era un verdadero desastre en aspectos rutinarios de la vida cotidiana. Recuerdo una mañana en la sala de profesores que le comentaba que me habían pagado en la nómina mi primer sexenio. Él, que llevaba muchos más años que yo como profesor, me dijo: “Yo no cobro ni uno, no sé ni los papeles que hay que presentar para que me los paguen, soy un desastre para esas cosas”. Traté de explicarle que había que hacer un número de horas de cursos de formación y solicitarlo en un formulario, pero me dejó con las explicaciones en la boca refunfuñando que a él la burocracia se le hacía grande.

Algunas veces los alumnos me han dicho: “No entendemos a tal profesor. Sabe muchísimo de su asignatura pero no sabe explicarla.” He conocido matemáticos excelsos, que no llegaban a final de mes con sus cuentas. ¿Para qué sirve desentrañar complejas ecuaciones, si no eres capaz de hacer una sencilla suma y resta, que es lo que exige llevar un buen presupuesto mensual?

No, la sabiduría consiste en aplicar el conocimiento, la inteligencia y todas las demás capacidades mentales para conducirse por la vida procurando evitar problemas y tener éxito en los proyectos que cada uno se trace. Una persona con mucho talento, pero que fracase en sus relaciones sociales, a mi juicio, no es sabio. El que, con las mismas capacidades, caiga en malos hábitos de salud, conductas que rebajen su propia dignidad o la de otros, tampoco lo es. 

Volviendo a la contradicción que presentaba al comienzo de este escrito: ¿nos guiamos por el corazón o andamos con cuidado con él, porque nos traiciona? La mucha o poca sabiduría práctica que atesoro, me ha enseñado que el raciocinio debe prevalecer sobre el corazón y las emociones.

Menudos cabezados he visto pegarse a aquellos que dicen ser todo corazón. Claro que hay que ponerle nuestro empeño y energías a aquello en lo que queremos triunfar. Los objetivos verdaderamente importantes de la vida no pueden afrontarse con desgana, hay que ser entusiasta, decidido, vigoroso, pero ¿de qué sirven todos esos esfuerzos si el camino en el que uno pone todo su empeño acaba en un precipicio? Mucho mejor es meditar con frialdad en aquello que abordemos, valorando sus pros y contras, adivinando con indicios a dónde nos conduce ese proceder y una vez resueltas las dudas objetivas que nos surjan y tras ver claro el trazado que sigue ese trayecto, entonces sí, ponerle todo el corazón.

Sin duda, cuando hablamos de corazón, se nos viene a la mente en primer lugar, el aspecto romántico. ¿Quién no conoce a alguien perdidamente enamorado de la persona equivocada? Todo el mundo es capaz de dilucidar el evidente error de juicio, excepto el implicado. El buen amigo, con prudencia, le intenta hacer ver la equivocación, porque eso es lo que hacen los verdaderos y auténticos compañeros, no siempre regalan los oídos, sino que, cuando es preciso, te dicen lo que no quieres escuchar. Pero cuando el corazón ha invadido el terreno que debería ocupar el razonamiento sereno, no hay boca, ni argumento que nos haga entrar en razón. Desgraciadamente, en este campo, la mayoría de las ocasiones, es el tiempo y el batacazo emocional, lo único que hace recuperar el terreno a la sabiduría.

En el campo de la salud, también hay buenos ejemplos de la traición que consuma ese desleal que llevamos en el pecho. Circulan por ahí vídeos de charlatanes de la emoción que aseguran tener la cura para enfermedades tan graves como el cáncer. Uno escucha esas arengas y es capaz de tomarse la esencia de aceite de baobab, refinado en una destilería, con vapores de ortiga y diluido en bilis de sapo para curarse (ojo, que me lo acabo de inventar, a ver si alguien va a salir por ahí a cazar anfibios). Lo curioso es que la mayoría de esos supuestos remedios se ofrecen no por un módico precio, sino muchas veces por indecentes sumas.

En resumen, le he quitado la etiquetita a mi bote de cúrcuma y la he tirado a la basura, vaya a ser que a fuerza de leerla, acabe dejándome arrastrar por mi pobre corazón, como decía la letra de aquella canción country. 

Feliz día, y aprovechadlo, si podéis, para hacer algo de ejercicio, que se presenta mucho más fresquito que los anteriores. Además, es la única manera de tener un corazón fuerte, ya que le he dedicado la entrada de hoy, pero recordemos siempre que también las neuronas necesitan funcionar a pleno rendimiento, que se oxidan.



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