(192º) DIARIO DE UN LINFOMA (Y al final, un nuevo principio. Hasta siempre).

(192º) DIARIO DE UN LINFOMA (Y al final, un nuevo principio. Hasta siempre).

5 de enero de 2022.

Y esto se acaba, queridos amigos. Pongo un punto y final a este diario y un punto y seguido a mi vida como ya anticipé ayer. Es difícil resumir y condensar en una última entrada lo que todos estos meses han supuesto para mí. Nunca pensé que sería capaz de hacer un acto continuado de apertura como el que he hecho con mis sentimientos, emociones y formas de pensar. El apoyo de todos los que me leyeron y en tantas ocasiones me enviaron mensajes, siempre de ánimo, fue el incentivo para seguir escribiendo casi cada día. Hoy probablemente no sabré terminar, porque de nuevo improviso y lo que acabe siendo este último escrito distará mucho de lo que inicialmente pudiera pretender ser.

Con intriga, porque me llegó la clave para descargarme el informe del PET-TAC pero correspondía al de agosto, finalmente pude acceder a los resultados del que me hice el día 30 de diciembre. Ahí va una captura de las conclusiones finales:



El resumen, para los que no sepan interpretar estos párrafos, es que no hay signos de malignidad, el cáncer sigue desaparecido. ¡ESTOY LIMPIO! Acabo de enviarle el resultado a Jesús y espero sus instrucciones, pero, salvo sorpresa, ahora ya tocan las revisiones y esperar que la pesadilla no vuelva a aparecer. Seguiré con todas mis fuerzas intentando llevar la vida sana que siempre me caracterizó. Tuve la mala suerte de sufrir una enfermedad grave no buscada, pero así es la vida. Podemos poner todo nuestro empeño en evitar los males que suponemos que están en nuestra mano y, aún así, todos podemos ser víctimas de uno de ellos.

Este mal sueño, empezó un 14 de marzo con una fiebre de origen desconocido. Fueron 42 días los que pasé sufriéndola hasta que me ingresaron de urgencias un domingo por la tarde. Esos 42 días supusieron varias visitas médicas y estudios ecográficos, radiológicos y analíticos que no arrojaron resultados. 5 días más tarde fue un TAC con contraste lo que sacó de dudas a Víctor, mi médico internista. Antes empezaron los múltiples pinchazos que han agujereado tantas veces mis brazos, esta vez buscando un virus o bacteria que pudiera originar la fiebre. El TAC sentenció que todo se debía a un linfoma. Víctor se inclinaba por uno no Hodgkin de alto crecimiento, con un 50% de posibilidades de curación. Luego llegó la biopsia de un ganglio de mi cuello que resultó “rentable” como él lo definía. 15 días más tarde llegó el momento de conocer el verdadero nombre y apellidos del cáncer. La “buena” noticia fue que se trataba de un linfoma de Hodgkin clásico, con un 70% de tasa de curación.

Entonces llegaron las temidas sesiones de quimioterapia, 12 en total (6 ciclos). Mi menú quincenal fueron esos 4 platos con las iniciales ABVD (Adriamicina, Bleomicina, Vinblastina y Doxorrubicina). La segunda y la tercera hubo que suspenderlas una semana porque mis neutrófilos desaparecieron prácticamente, me encontraba sin defensas. Lo indigesto del menú empezó a presentarse de esa forma, luego vendrían las náuseas, el cansancio, la alopecia, los dolores intestinales, la pérdida y alteración de los sabores y algunas secuelas más.

Empezaron a hacerse familiares los términos oncológicos relacionados con mi enfermedad: neutropenia, nadir y tantos otros. Mis queridas inyecciones de Filgrastin, para subir mis defensas, también se hicieron habituales los días 10 y 11 de cada sesión. Los dolores de cabeza acompañados de febrícula se volvieron frecuentes.

No podían faltar los sustos, esa sintomatología que uno no sabe si debe alarmarse o simplemente es algo consustancial al tratamiento. Los picos de fiebre alta aparecieron en algunas de las sesiones y me pusieron en alerta, también alguna diarrea y otras sensaciones muy difíciles de explicar. 

A mediados del tratamiento llegaron los efectos psicológicos. El más llamativo, aquellas náuseas anticipatorias que mi amiga-psicóloga Montse me ayudó a superar. Aprendí técnicas de relajación y distanciamiento para poder combatir el llamado condicionamiento clásico. 

En fin, no quiero recrearme en todos los obstáculos que hay que superar en un proceso oncológico. Todavía tengo que seguir rebasando alguno de ellos. No puedo tomar el sol como me gustaría en el transcurso de un año y tendré que seguir extremando la precaución con las infecciones propias de este tiempo, los resfriados, gripes y el COVID, que se ha autoinvitado a la fiesta en todo el mundo. Con lo que sí me quiero quedar son con los aprendizajes, con las lecciones valiosas que los procesos desagradables nos enseñan.

El primer escrito que dio pie a este diario lo titulé: “No hacía falta un linfoma, pero…” En él quise explicar parte de lo que ya en las primeras semanas estaba aprendiendo de una noticia de este calibre y mi respuesta física pero, sobre todo, emocional a ella. Más de 8 meses después y ahora que puedo cantar una victoria parcial, que espero sea total en el plazo de 5 años, puedo reafirmarme en aquellos 4 puntos que resalté.

  1. La vida cambia de repente. Para mí lo hizo no solo aquel mes de mayo, lo acaba de hacer ahora, un 1 de enero, con la muerte de mi querido amigo Diego. Quién me iba a decir a mí que me quedaría la pena de no poder darle esta magnífica noticia de mi curación. Y seguirá cambiando cuando menos lo esperemos, pero no siempre para mal, cada día nos seguirá trayendo también buenas noticias, esas cotidianas a las que nos les hacemos tanta fiesta.
  2. La vida sigue siendo maravillosa. No hay enfermedad, pérdida o traspiés, por severo que sea, que no me haga ver que podemos seguir disfrutando de lo que nos ofrece Dios cada día. Cada jornada tenemos la oportunidad de seguir aprovechándola para amargarnos tontamente por las supuestas desdichas o usarla para seguir demostrando amor y comunicándonos con nuestras personas queridas al grado que las limitaciones nos lo permitan. 
  3. Recibimos más de lo que damos. Las toneladas de cariño que he recibido en este tiempo son mucho mayores que todo lo que yo haya podido hacer por sus emisores. No sé qué puede tener un vídeo en el que toco una campana acompañado por mis dos queridas enfermeras Eli y Paula para que lleve a día de hoy 5.370 “me gusta” en Instagram. Esas más de 5000 personas no me conocen de nada y muchas de ellas me han enviado no solo un corazoncito sino mensajes de ánimo y cariño. ¡Qué voy a decir de los que sí considero mis amigos y familiares! 
  4. Mi Creador, Padre y Dios ha cumplido con su palabra: “Jehová es el que va delante de ti, y él seguirá contigo. No te dejará ni te abandonará. No tengas miedo ni te aterrorices” (Deuteronomio 31:8). En las primeras semanas experimenté esa paz que está más allá de lo que ningún ser humano puede entender. No le pedí que me curara, pero sí que me apoyara a superar los miedos e incertidumbres que la enfermedad traía consigo. Lo cumplió con creces. Los días malos para mi cuerpo han sido muchos, pero los de mi mente bien pocos. No ha permitido que mi ánimo decaiga hasta el grado de sentirme incapaz de seguir adelante. Ni mis contratiempos, ni los que tanto me han dolido, los de mis seres más queridos, han conseguido dejarme derrotado e inútil. 

Ahora retomaré mi vida más normal, trataré de hacerlo al ralentí, porque un cuerpo apaleado y una mente atribulada no se recuperan en dos días. Me quedan muchos abrazos por repartir, muchos ratos de charla, inmensos agradecimientos y aún así me faltará tiempo y ocasión para cumplir con todos los que me gustaría.

No lograré relacionar los nombres de todas las personas que me habéis acompañado en este duro camino, pero a la vez lleno de valiosas lecciones. Vosotros sabéis que esos mensajes, en algunos casos diarios, han sido bocanadas de aire fresco cuando más sofocado me encontraba. He tenido a mis queridos lectores de todas y cada una de mis entradas que me hacían llegar a los pocos minutos de leerlas su cariño en forma de palabras o emoticonos. Esos otros habituales, contados por cientos, que cada mes visitaban la página y de vez en cuando también me mensajeaban o llamaban por teléfono. No puedo tener una familia con un apoyo más incondicional, que han ocupado parte de las tareas que me hubieran tocado si mi salud me lo hubiera permitido y que siempre han estado ahí apoyándome.

No he necesitado esa infinidad de chóferes que se ofrecieron para llevarme donde hiciera falta, tampoco he podido aceptar todo tipo de favores que con sinceridad ofrecisteis, pero da igual, en mi interior los agradezco como si se hubiesen concretado.

Permitidme que no haga mención de todos los nombres propios, aparte de mi familia inmediata, que deberían constar en esta despedida, pero me sabría muy mal dejar algunos en el tintero, porque han sido tantos que seguro que ocurriría. Este agradecimiento más genérico quiero que lo toméis como uno personal, uno que ojalá tenga oportunidad, con el tiempo, de demostrar cara a cara, acompañado si es posible de un cálido abrazo.

Sí quiero mencionar a los que ya no están conmigo. Mi amigo Diego me ha abandonado en cuerpo y alma, pero de mi querida suegra Hilaria, apenas me queda un retazo de lo que fue. También me ha abandonado aunque todavía pueda abrazarla cuando vaya a visitarla. 

A mis médicos, enfermeras, personal del hospital y a mis compañeros de quimioterapia, con especial mención a Alicia, a la que le deseo que siga con su curación, no tengo nada más que palabras de reconocimiento.

Por supuesto, el mayor agradecimiento va para el acompañamiento de mi querida Rubi, que ha tenido que luchar con su enfermedad emocional que tanto desgaste le ha producido, con la de su madre, y que me ha visto de primera mano en mis horas bajas y ha compartido los miedos que todo este delicado proceso han hecho surgir. Mis hijas Abigaíl y Keila lo han pasado igualmente muy mal y siempre les agradeceré que han mostrado una entereza, al menos delante mía, que me ha dado fuerzas para seguir con el mayor ánimo posible. Les agradezco a mis yernos que las hayan apoyado y transmitido energía a pesar de la situación. Mi padre en la distancia, a pesar de su precario estado de salud, también me ha animado cada vez que lo vi, porque rezumaba siempre positividad. Mi suegro Curro ha sentido sinceramente mi estado y su rostro lo delataba cuando me visitaba en aquellos días post-quimio en los que era un Manolo muy venido a menos. Tendría que seguir hablando de toda mi familia, mis queridas hermanas, sobrinas y todos y cada uno de los que mostraron sincero interés por mi bienestar. Mi querida Auxi, desde tierras aztecas tampoco ha faltado con su amor, lo he sentido a pesar de la distancia.

En mi ámbito espiritual tampoco tengo palabras para agradecer a mis compañeros ancianos que me hayan sustituido en mis responsabilidades, que siempre me hayan llamado y animado y a toda mi querida congregación de Ubrique por su sincero cariño. Han cumplido con esas palabras de 2 Corintios 1:4: “Él nos consuela en todas nuestras pruebas para que nosotros podamos consolar con el consuelo que recibimos de Dios a los que están sufriendo cualquier clase de prueba.”

Siguiendo el espíritu de ese pasaje bíblico, solo os pido un favor a los que podáis leer esta entrada final de mi diario. Seguid apoyando a todo aquel que lo necesite, no subestiméis nunca el valor de una palabra sincera, de una sonrisa, de un apretón de manos, de un abrazo. Tenemos un inmenso poder en nuestras manos y es el de animar a los demás. Todos y cada uno de nosotros necesitaremos recibir ese estímulo de otro en algún momento, y es parte del camino que conduce a lo que se pueda entender como felicidad. Lo más importante es que nos acerca al que nos creó, sobre todas las cosas, para AMAR.

 

Imposible sería expresarlo en palabras

Describir el miedo y la pesadumbre

Que los informes me produjeron

Cuando en mayo mis ojos previeron

Los meses de incertidumbre

Que por delante se presentaban.

 

Imposible era adivinar

Que la parada en mis actividades

Forzada por mi precario estado

Pondría en mis cansadas manos

Inimaginables posibilidades

Para con otros contactar.

 

Imposible parecía obtener

De una situación de la que todos huimos

Un terreno fértil y hermoso

En el que sembrar con reposo

Semillas que perseguimos

Y nunca parecen florecer.

 

Imposible era imaginar

Una sucesión de jornadas

Con más bajos que altos

Llenas, como no, de sobresaltos

Pero que con cada alborada

Me permitían de nuevo caminar.

 

Imposible resultaba simplemente

Creer que algo bueno podía salir

De un periodo oscuro y complicado

De malestares sembrado

Del inquietante nadir

Pero con esperanzas evidentes.

 

Imposible pasar de repente

De una actividad frenética

A un reposo obligado

A un parón motivado

Por un virus o mi genética

Que sacudió mi mente.

 

Imposible tratar de convencerme

De que tenía que llevar con calma

Unos meses de zozobra

Que con crueldad lograban

Arrebatarle a mi alma

La paz con que solía mecerme.

 

Los imposibles tornaron en posibles.

La soledad impuesta en amistades reveladas,

La incertidumbre en confianza,

La pesadumbre en esperanza,

La amargura de repente desatada

En una inquietud admisible.

 

Lo realmente imposible sería agradecer

El amor que he recibido

La comprensión y el cariño

Que he podido obtener.

 

No recordaré todo este tiempo

Por los momentos sufridos

Sino por los ratos vividos

Superando contratiempos.

 

Linfoma, Adriamicina, nadir,

Quimioterapia, analítica, anemia,

Bleomicina, Vinblastina, neutropenia.

De mi vocabulario van a salir.

 

Abrazos, besos, comidas,

Paseos, deporte, canciones,

Museos, risas, reuniones,

Entrarán de nuevo en mis rutinas.

 

Imposible me será olvidar

Lo que recibí del cielo,

De Aquel a quien quiero

Con sinceridad alabar.

 

Imposible es con justicia enumerar

A las personas que a mí acudieron

Para darme más de lo que recibieron

De mi posible amistad.

 

Imposible ponerle un precio a las horas

Que en escribir mis textos empleé

Porque lo que provoca un placer

Pierde su efecto si se valora.

 

Imposible será prever mi futuro informe médico

Y no perderé ni un solo instante

En tratar de poner por delante

Lo que ya quedó en pretérito.

 

Posible solo es el ahora,

Y a vivir en el presente

Dedicaré cuerpo y mente

Dejando el futuro para Aquel que lo controla.



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