¿Tolerancia, respeto o aceptación?

¿Tolerancia, respeto o aceptación?

21 de abril de 2023.

Hace tiempo que no escribo, pero esta tarde, un resfriado que espero que se quede solo en eso, me tiene confinado, y hay un tema que quería desarrollar desde hace días. 

Vivimos evidentemente en una sociedad cada vez más polarizada, donde las distintas sensibilidades, opiniones y creencias se distancian cada vez más. Me recuerda a un artículo que leí hace algunos años explicando la aparente expansión del universo. El divulgador científico decía que era como un globo que se hincha en el que previamente hemos pintado una serie de puntos. Al irse expandiendo, por el aire que insuflamos, los puntos se alejan unos de otros cada vez más en la superficie del globo. Decía que nuestro universo se comporta de la misma forma, pero en tres dimensiones, galaxias y estrellas se separan unas de otras cada vez más. Precisamente, mirando ese fenómeno hacia atrás, como si pasáramos una película al revés, parece indicar que hubo un momento que todo lo que existe estaba comprimido en un solo punto y con el big bang empezó esa expansión.

Dejando a un lado los orígenes del universo, lo que pretendo ilustrar es que paulatinamente, como en los puntos de ese globo que se hincha, las personas o grupos con ideas de cualquier índole, se separan cada vez más de los que no las comparten.

Hubo un tiempo en que se consideraba la tolerancia como virtud. Se aplicaba a aquellas personas que permitían o soportaban a los que eran o pensaban diferente. A mí hace mucho que no me gusta el término, porque creo que implica una posición un tanto pasiva y, hasta cierto punto, de desagrado hacia el prójimo. “No comparto las costumbres de un determinado grupo, pero las tolero”, podría ser un ejemplo. Creo que hay una actitud mucho más constructiva, que es la del respeto. “No comparto las costumbres de ese grupo, pero las respeto”. 

La tolerancia tiene más que ver con soportar que con respetar, por mucho que la R.A.E. recoja esa connotación en su cuarta acepción. El respeto, para mí, es un paso más en la flexibilidad y la participación activa en la mejora de la convivencia. Podemos estar en las antípodas de un determinado pensamiento, pero el respeto evitará cualquier actitud hostil, violenta, o excesivamente crítica hacia esa corriente. El que lo muestra, no hace campaña para desacreditar al discordante, no lo aísla, no lo evita, ni trata de ocupar el terreno que le pertenece a su libertad. Ahora bien, en los últimos tiempos se pretende dar un paso más que me parece del todo excesivo.

Ya no basta con ser tolerante, ni siquiera respetuoso con conductas o filosofías de vida que uno no comparte, algunos pretenden que se acepte de buena gana e incluso se asimilen esas tendencias. Vamos a ver, que todos pensemos igual es una pretensión inútil y hasta contraproducente, estamos hechos sobre la base de la libertad y eso hace que el pensamiento uniforme sea un fin contranatura a la esencia humana. Algunos dictadores lo han pretendido y jamás lo consiguieron por severo que fuera su régimen.

Dando por sentado que tanto individuos como grupos diferirán en sus planteamientos, lo que debemos conseguir es vivir en paz y dentro de unos márgenes de libertad que nos permitan disfrutar de un espacio amplio de movimiento en seguridad y comodidad. Si mi vecino puede moverse en un radio de 50 kms., no sería justo que yo solo pudiera hacerlo en 2. Todos deberíamos disponer de nuestro ámbito de creencias sin que nadie lo ocupe a la fuerza.

Un ejemplo. Yo puedo tener, como es el caso, una firme creencia religiosa, basada en una serie de principios y valores que se plasman en costumbres y ciertas reglas. Ese conjunto lo comparto con un determinado grupo de personas. La historia ha demostrado que ciertos regímenes políticos no fueron tolerantes con él, ni mucho menos respetuosos, y hasta hoy día se nos trata de eliminar al prohibir nuestras actividades y confiscar nuestros lugares de reunión en determinados países, afortunadamente no la mayoría. Aún así, el respeto que nos merecemos, debe quedarse ahí, no tiene que pasar a la aceptación. Yo no pretendo que ningún país nos considere la religión oficial del estado, ni que el resto de conciudadanos tenga que compartir, aceptar y ver bien nuestros preceptos, eso me parece desmedido.

Creo que tanto a título individual como colectivo, todos deberíamos conformarnos con el respeto y no aspirar a la aceptación, pero hoy, hasta desde ciertas esferas gubernamentales se persigue ese fin, a mi modo de ver. Pongo otro ejemplo, los aspectos relacionados con la orientación e identidad sexual están evolucionando con una rapidez asombrosa. No resulta fácil para generaciones anteriores entender ciertas posturas en este campo. La sociedad durante mucho tiempo toleró al que mostraba determinadas tendencias y esa actitud hizo sufrir, sin duda, a un buen número de personas, porque era, como ya he explicado, una tolerancia con desagrado manifiesto. Ahora, parece que hemos pasado a una actitud de respeto hacia esas personas, lo cual, sin duda, evitará una estigmatización innecesaria hacia ellos. Pero lo que me parece excesivo es intentar procurar la aceptación de todo el conjunto hacia esos planteamientos. 

Si en mi fuero interno entiendo una forma de agrupación familiar determinada como la más acertada, la más conveniente para los que la forman y los hijos que lleguen en un futuro, si, además, creo que esa organización tiene su origen en alguien que nos creó y conoce mejor que nosotros cómo deben comportarse los humanos en ese ámbito tan íntimo como es el familiar, nadie puede ni debe intentar que yo cambie mis valores, que acepte otros. Suficiente y generosa es la actitud de respeto a los que creen en otras totalmente alejadas de la mía. Nunca se me ocurrirá menospreciar, vilipendiar, y muchísimo menos agredir física o verbalmente al que decida actuar de una forma distinta a la mía.

Por supuesto, igualmente me gustaría que los demás respetaran mis creencias y no tratar de imponerme las suyas, como yo nunca haré con las mías. Y si alguien piensa que esa polarización es un ensueño, que piensen en innumerables ejemplos que nos encontramos  a diario. Como me decía un buen amigo mío hace poco, se puede hacer humor de una pareja casada que lleva 40 años junta, seguramente todo el mundo se reirá y nadie se sentirá ofendido, pero ¡cuidado! si esa pareja es homosexual, el mismo gag puede resultar ofensivo. Traslademos el ejemplo a escenas similares referidas a hombres o mujeres. Se puede ofender con chistes de mal gusto a una religión, muchos no ven límites en ese campo, pero son muy estrechas las fronteras del humor cuando hablamos de otros movimientos sociales de determinados colectivos. El problema radica en que usamos distinto rasero al aplicar tolerancia, respeto y aceptación. Con unos ni siquiera se les otorga lo primero y a otros se les exige lo último.

Por favor, quedémonos en el respeto hacia los individuos y grupos que pensamos diferente y tendremos mucho ganado en la convivencia pacífica. La superficie de nuestro planeta no es como la de ese globo que ilustraba la expansión del universo. Cada vez habitamos este planeta más personas en el mismo espacio y es el respeto lo que evitará que nos distanciemos emocionalmente cuando no podemos hacerlo en el plano físico.

Los comentarios están cerrados.